Capítulo 27

9.4K 1K 508
                                    

POV TRISH

Decían que morir era como quedarse dormido. Esto no era exactamente eso.

Me sentía como si estuviera atrapada en una caja oscura e infinita. No encontraba mi cuerpo por ningún lado, solo estaba mi alma. No sabía si estaba consciente o inconsciente. No sabía qué era este lugar pero hacía frío y era solitario.

Esperé y esperé, pero nadie aparecía. Ya no lo soportaba más. La ansiedad comenzó a consumirme. La oscuridad era un agujero negro que me estaba tragando cada vez más y en poco tiempo desaparecería. Me moví tratando de desatar las cuerdas imaginarias que atrapaban mi cuerpo, la soga que tenía al cuello.

De repente, un delgado y tenue rayo de luz me alumbro, como una cremallera que se habría y dejaba paso al sol. Entonces sentí un gran peso. Era mi cuerpo. Sentía el peso de mi cuerpo alrededor de mi alma. Seguía sin saber dónde estaba pero, por lo menos, había encontrado mi hogar.

Abrir los ojos fue una batalla que tuve que combatir con una energía que no tenía. Una vez que la luz entró en mi campo de visión, me relajé un poco más. Pasaron un par de segundos más hasta que logré visualizar las primeras figuras. Estaba en una habitación y había más claridad de la que necesitaba en aquel momento. Poco a poco reconocí el lugar y, aunque no había estado nunca allí, sabía lo que era. Una habitación de hospital.

La figura de una persona se apoyaba contra el cristal de la ventana. Parpadeé unas cuantas veces hasta que la visión se volvió completamente clara. Era un chico. Traté de decir algo pero me encontré con la boca seca. Mi voz se había perdido por el fondo de mi garganta. En vez de hablar, hice un ruido tan extraño, que el chico se asustó. Cuando se giró reconocí su rostro al instante, sin embargo, todo dejó de cobrar sentido entonces.

Aden.

¿Qué hacía aquí? ¿Cuándo había llegado? ¿No se suponía que estaba en Estados Unidos? El concepto espacio/tiempo había dejado de tener sentido para mí en ese momento. Nada lógico se pasaba por mi mente. ¿Cómo podíamos estar Aden y yo en la misma habitación? Era técnicamente imposible.

—¿Trish? —se sobresaltó. Sus ojos se habían abierto tanto que parecían dos océanos, y no solo por el color azul, sino por el agua de las lágrimas acumulados en ellos.

Sin embargo, dentro de todo este sinsentido había algo que había pasado por alto. ¿Qué hacía yo en una habitación de hospital?

Traté de hablar de nuevo pero lo único que conseguí fue toser. Aden se acercó a la cama corriendo. Me ayudó a incorporarme y me proporcionó un vaso de agua de la mesilla.

—Trish... —volvió a repetir. Parecía haberse quedado mudo, anonadado.  Pasaron unos segundos hasta que sentí la garganta con fuerza para hablar.

—¿Qué ha pasado? —inquirí pero él seguía en silencio, asombrado.

—Yo...

Su rostro mostraba una expresión confusa, tanto como la que debía de tener yo. Miles de preguntas se atropellaban por salir en mi boca pero mi garganta no cooperaba. Las marcas negras bajo los ojos de Aden me hacían pensar que no había dormido en un par de días y también tenía la necesidad de conocer el motivo. El chico me miró de arriba abajo un par de veces y se levantó sin haber contestado todavía a mi pregunta.

—Espera... Voy a llamar a un médico.

—No... ¡Aden! —le llamé lo más fuerte que pude pero él ya había desaparecido por la puerta.

Me quedé sola en la habitación. Empecé a sentir la ansiedad recorriendo cada fibra de mi cuerpo. Bajé la vista para descubrir que tenía una vía conectada en el brazo, varios cables pegados al pecho y un pequeño tubo en la nariz.

Fast: IgnitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora