IX.- Celeste

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IX

No pude esconder mi alegría. El parque de "Los Lirios" era realmente hermoso. El brillante y verde pasto rodeaba todo el lugar salvo los caminos de asfalto que servían para que la gente paseara; los frondosos árboles de diferentes tamaños cada uno, estaban estratégicamente ubicados de tal forma que embellecían mayormente el lugar, al tiempo que te invitaban a descansar bajo su refrescante sombra. Además, gran cantidad de arbustos y árboles pequeños estaban recortados de tal manera que parecían animales o alguna otra figura bonita, como el arco que daba la bienvenida a las personas justo al entrar al parque, lo que le otorgaba un toque especial. Las flores, de toda clase y colores, se mantenían regadas por varias zonas del pasto, haciéndolo verse aún más hermoso de lo que de por sí era. Una resplandeciente, amplia y sincera sonrisa adornó mis labios, demostrando así mi deleite. Me giré ciento ochenta grados para observar a Justo y Gabriel, quienes se habían quedado detrás de mí y esperaban una respuesta de mis labios.

—¡Me encanta! —exclamé en un tono infantil que muy raramente me salía, sin borrar mi sonrisa.

—Me alegra escuchar eso —confesó Justo, acercándose a mí—. Aunque de todos modos lo sospechaba; tu reacción te ha delatado. No te había visto así de contenta en todo lo que llevamos de conocernos. Deberías sonreír más, tienes una linda sonrisa, ¿cierto, Gabriel?

El aludido asintió y yo solté una pequeña risa; no tenían que decírmelo pues era consciente de ello. En verdad era inusual que dejara de lado mi habitual expresión de seriedad, pero la fascinación y el cariño que les tenía a esta clase de jardines y áreas verdes hacían que me emocionara bastante. Lograban que rememorara mi infancia, cuando todos los sábados, justo como el día de hoy, mi madre me llevaba a un parque de juegos que estaba cerca de casa en mi ciudad natal. Eran muchas las memorias que tenía de aquella época, no sólo de mi fallecida madre, sino de ese amigo especial que hice por aquel tiempo.

Volviendo a la realidad, junto con los hermanos Torres, comencé a recorrer todo el parque que se extendía ante nuestros ojos, en tanto conversábamos animadamente de temas varios. El tiempo se pasó más rápido de lo que pensé; de hecho, apenas logré percibir el transcurrir de los minutos, por lo que de un momento a otro se hicieron cerca de las dos de la tarde.

—No sé ustedes, pero yo ya tengo hambre —se quejó Justo, tocándose el estómago.

—Yo también —aceptó Gabriel, avergonzado.

—Es lógico —Los miré comprensiva al recordar que cada quien había almorzado en su casa temprano, antes de venir, y ya hacía varias horas de eso—. Si lo desean, pueden irse a casa a comer.

—¿Tú no vienes? —me preguntó Justo, extrañado.

—No, me gustaría quedarme aquí un poco más.

—Celeste, deberías alimentarte bien —me pidió el menor de los Torres con mortificación.

—Es cierto. Estás más delgada de lo que deberías —lo apoyó Justo—. Si quieres, te traemos algo.

Me conmoví por su preocupación y de hecho, tenía que confesar que mis hábitos alimenticios eran bastante malos, no porque comiera cosas poco nutritivas, sino porque tenía muy dañado el horario. A veces apenas y si comía una vez al día, sobre todo cuando me concentraba en los estudios o en la lectura.

—Descuiden, estaré bien, en serio. Sólo me quedaré aquí un momento más y luego me voy a casa a comer —les explique y vi que estaban a punto de preguntar algo más, tal vez sobre cómo llegaría al departamento, por lo que agregué—: Pediré un taxi. Traigo efectivo conmigo, así que no pasa nada.

Ellos siguieron insistiéndome un poco más, pero calmadamente les dije que en verdad no había problema, por lo que al final aceptaron irse sin mí. Al momento de perderlos de vista, volví a caminar ahora concentrándome en mi nueva tarea de buscar una sombra que fuera de mi agrado bajo algún árbol para leer un poco, ya que siempre llevaba en mi bolsa de mano un libro por si se daba la oportunidad de leerlo. Seguí con mi recorrido, permitiéndome el lujo de cerrar los ojos e inhalar profundamente para que el aroma natural del jardín inundara mis pulmones. ¡Era muy placentero! En momentos como ese agradecía no ser alérgica a nada y mucho menos al polen. Tan absorta estaba en esta sencilla acción, que no miré por dónde iba y choqué con alguien.

Desastroso Reencuentro [I]Where stories live. Discover now