Capítulo 30

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Hacía mucho que no tenía pesadillas.

Mi mente no paraba de revivir aquél momento en el que entre a la casa de Sam, con toda la manada ahí viéndome con esos ojos como cuchillas. Esos ojos que me acusaban y que me echaban la culpa de todo lo que había pasado.

De la muerte de Sam.

Además aquel sentimiento de dolos seguía ahí, palpitante por todo mi cuerpo. Me removía en la cama, pero por más que lo intentara, no podía despertar. Era como un laberinto sin fin del que no podía escapar. La voz de Jared resonaba en mi cabeza: "Pensó en ti, hasta el último segundo", "Rechazó a su mate", "Se sentía muerto". De alguna manera, sentía que estaba consciente, pero no podía abrir los ojos. Estaba atrapada en aquella pesadilla.

Pero de pronto, toda aquella ansiedad se transformó en calma. El olor de Sam embriagó mis sentidos y pude, por un brevísimo momento, sentirlo conmigo. "Déjame ir" decía una voz, su voz. Fue en ese instante que supe que estaba ahí, conmigo. Llámenlo ilusión o como quieran. Pero yo podía sentir a Sam conmigo, pidiéndome que lo dejara ir. Pero yo no podía. Sabía que no era mi mate y que era egoísta de mi parte, pero Sam formaba parte de mi vida. Por Dios, era el padre de mi feto. De mi futuro bebé. Eso no es algo que puedas dejar ir, pero para nada.

Pero lo intentaría, por él, por mí, por Lucian y por nuestro hijo. No sería alguien débil. Tenía que ser fuerte por mi hijo. Y lo haría.

Por fin logré abrir los ojos. Sentía el salado sabor de las lágrimas inundando mi boca, pero realmente no me importaba. Perezosamente salí de la cama. Mis pies fríos tocaron el suelo mandando escalofríos por toda mi espalda. Me estiré y procedí al cuarto de Sam, donde había dejado mi ropa la noche anterior. A pesar de todo, me rehusé a tomar un baño. Sonaba asqueroso, pero no quería que su olor de fuera. Por lo tanto, me puse mi zapato y los jeans del día anterior y bajé a la cocina. Estaba muerta de hambre.

Me preparé un cereal. No tenía ganas de hacer algo más y además, me quedaban fabulosos. No es por presumir, claramente.

Lo ingerí de manera casi automática. Pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Cuando terminé, decidí dar un paseo por la casa. Una especie de último adiós. Recorrí los pasillos, las habitaciones e incluso los baños. Cada rincón. Me detuve especialmente en la sala, me senté en el sillón, acariciando el cuero de manera ausente. Casi para el final, me encontré con unas escaleras que nunca antes había visto y supe, de manera inmediata, que se dirigían a aquella habitación oscura en la que había estaba amarrada por días.

Bajé, lentamente. Se sentía extraño recorrer aquellos pasillos que nunca había visto. Al parecer estaba siempre inconsciente y despertaba ya ahí, atada. El pasillo estaba húmedo e iluminado por antorchas. Había una única puerta al final del pasillo. La abrí y pude ver la habitación en la que fui "torturada" por Sam. Era grande y con  las sábanas negras. A los alrededores no había nada, sólo las húmedas paredes. Di una mirada y salí, realmente no era aquello lo que buscaba recordar de Sam.

Decidí terminar mi recorrido en su oficina. Jamás había entrado ahí pues no quería interrumpirlo, pero estaba claro que ya no podría interrumpirlo nunca más.

Alejé el pensamiento.

Abrí la puerta y su olor fue como si me invadiera por completo. Entré a paso titubeante. Las paredes estaban repletas de libros y eran de una madera que se veía muy fina. La ventana, era enorme, y dejaba ver todo el jardín. Había un pequeño sillón y el escritorio. Este seguía lleno de papeles amontonados en las esquinas. Conforme me fui acercando, pude distinguir uno que estaba justo al centro. Estaba escrito a mano, parecía una carta. La tomé con las manos temblorosas.

     "Amanda,
Realmente no sé cómo decir esto, pero te dejo ir. Estuve averiguando maneras de romper el pacto, de liberarte por fin de mí, de esta carga. Así que cuando te dejé ahí, con Lucian, realmente me estaba despidiendo. Sabes que te amo por sobre todas las cosas, que para mí, siempre serás la única persona que exista.

Encontré a alguien, a mi mate. Es linda, guapa y simpática. Pero no puedo encontrar ese amor que sentía por ti. Tremenda estupidez, ¿no? Pero como te dije alguna vez, "quiero que las cosas funcionen" y lo estaba intentando. Me di cuenta que alejarme de tu vida era la manera en que las cosas funcionarían. La manera en la que podrías ser feliz. Pero sé que mientras yo siga aquí tú no encontrarías esa paz, que no era suficiente solo alejarme.

Supongo que si estás leyendo esto, sabes perfectamente a lo que me refería. Te amo Amanda,
                              -Sam."

Aproximadamente por tercera vez en la semana, me derrumbé. ¿Qué esperaban con esa carta? Traté de luchar, de evitar que las lágrimas se formaran en mi ojos y de que mi cuerpo temblara; pero era prácticamente imposible. Decidí dejarme llevar por un rato, realmente no supe conato fue. Pero cuando los ojos se me secaron, contacté a Lucian.

-¿Lucian? -sabía que contestaría al instante. Y así fue.

Amanda! -su voz estaba llena de alivio- ¿Te encuentras bien? ¿Ha pasado algo?

-Estoy bien. Sólo..-la pena me invadió de pronto -quería saber si puedes venir por mí.

Hubo un silencio, no muy largo.

-Claro que si, estaré ahí en media hora. Te amo.

-Y yo a ti- respondí justo antes de terminar la conexión.

Así pues, esperé a que llegara Lucian. Tomé la carta y prendí el fuego. Alguna vez vi una película en que quemaban un papel con el nombre de la persona para decir adiós. Decidí hacer lo mismo. Prendí la chimenea y aventé la carta al fuego. La vi arder al igual que el cuerpo de Sam. Lentamente las llamas lo consumían todo a su paso, dejando nada más que polvo y cenizas.

Este era mi adiós. A partir de ahora, concentraría todo mi esfuerzo en Lucian y en mi bebé. Decidí que nacería de nuevo, sería una persona diferente. Sin olvidar el pasado, claro está. Pero si superándolo y moviéndose hacia adelante. Era lo que Sam quería, que siguiera adelante, que aprendiera a vivir sin él.

Tomada por la BestiaWhere stories live. Discover now