Fragilidad

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No recuerdo haber repudiado una cosa tanto como lo hacia conmigo misma. Me daba asco...

Nunca fui perfecta, en ningún aspecto. Intenté arduamente hacer las cosas del modo correcto para ocasionarme la menor cantidad de problemas. Fui una hija ejemplar hasta cierto punto; siempre fui lo que mis padres pedían y necesitaban que fuese.
Mis padres lejos de ser una pareja normal, eran personas exigentes para conmigo. Ellos necesitaban que yo fuese mejor que ellos, que llegase mas lejos que ellos y en cierto modo, siempre quise complacerlos... Y lo único que hice fue decepcionarlos...

Aquella noche en la que respirar se me dificultaba me fue inevitable no perder el control. Con toda la fuerza golpeaba las paredes y el piso de mi habitación. Gritaba lo mas fuerte que podía, pero nadie me escuchaba. Me arranque la ropa del cuerpo, quedando solamente en ropa interior; introduje mis uñas en cada parte, rompiéndome la piel. Luego de aquella crisis me di un baño (sorprendentemente me ayuda a calmarme) y luego me acosté a dormir. No necesite doctores, ni medicamentos, solo un par de golpes, un baño de agua fría y dormir, al día siguiente estaría mejor... Pero no.
El día siguiente fue horrible. Desperté con un malhumor que me arrastraba hasta el piso. A todos en mi casa los trataba mal, descargaba con ellos mis culpas y mis problemas. Deje de comer y de hacer cosas que me dieran placer... Deje de leer, de ir a clases, de escuchar música, deje de vivir. Al dejar comer me obligaba a dormir todo el día, mi organismo estaba vacío y mi cerebro cansado. De pronto me encontraba drogada día, tarde y noche a causa de los ansioliticos y pensar era una tarea complicada. No razonaba nada, no entendía nada; de pronto era una ignorante y una estupida inculta. No lloraba, ya no lloraba. Me había quedado totalmente seca... Sentia que llorar no serviría de nada, por eso lo evitaba. Mis amigas me llenaban de mensajes:

Mejórate pronto Agus, ya te extrañamos

Ya haces falta tontina, vuelve yaaaaaa

Te necesitamos bien Agus, regresa!!

Mi mamá se había encargado de informar en el colegio que estaba enferma.. Una "gripe común". Hoy que miro atrás y recuerdo las cosas que mi mamá hizo por mi me doy cuenta de que ella es una mujer increíblemente fuerte. Delante de mí era una super mujer, me daba los medicamentos, me daba de comer (poco, yo no soportaba ni media cucharada en el estomago), me bañaba (si, me bañaba!), se quedaba mirándome hasta que me dormía. Me cantaba, me hacia mimos. Velaba mis sueños... Cuando yo no la veía o cuando estaba sola, lloraba. Le pedía a dios fuerza y paciencia, que la iluminase si ella estaba haciendo mal, que le mostrase en que se había equivocado para que yo estuviese sufriendo de tal modo. Entre susurros muchas veces la oí decir "señor, yo puedo soportar mas que mi niña, dame sus pesares a mi". Me destrozaba oírla así, mirarla así, tan desgastada, tan cansada... Mi madre es la mejor persona que conozco, sin dudar. Yo pase por mucho en un año de mi vida, sufrí, llore y padecí; sin darme cuenta de que ella sufría, lloraba y padecía el triple que yo, y por mi influencia, por mi culpa. Mi mamá nunca bajo los brazos y hoy en día se lo agradezco inmensamente, no se que hubiese sido de mi sin su apoyo.

Volví a terapia, pero esta vez por elección propia. Necesitaba volver a ser yo, otra vez... Fue difícil, fue muy duro, pero las cosas comenzaron a mejorar. De pronto mi vida, que nunca volvió a ser la misma, tomaba un camino mejor al que tenía desde hace tiempo. Me vi obligada a continuar mi vida otra vez, igual que antes, como si nada hubiese cambiado, como si desde siempre hubiese estado bien. Ir al colegio fue el reto más grande, porque más allá de ser el lugar con mas recuerdos que tenía, era el lugar donde vería al causante de todo mi descontrol; Gonzalo Ordóñez.

La vuelta a la rutina costó, pero no fue imposible. Más rápido de lo esperado estaba yo otra vez al día de todo lo que pasaba actualmente en mi curso. Volví a tener concentración y razonamiento, cosa que había ido perdiendo a causa de exceso de medicamentos. Mi peso bajo demasiado y eso si que no pude disimularlo. Ver a Gonzalo a lo lejos regodearse con sus amigos me llenaba de melancolía pero no me permitía flaquear. Él no se merecía nada de mi, ni mis males, ni mi odio siquiera...

Los días fueron pasando y me puedo atrever a decir que volví a tener el 50% de la tranquilidad que manejaba antes de conocer a Gonzalo... Todos los días tenía terapias con Samantha, y hablamos de todo lo que fuese necesario. Me abría a ella de un modo tan fácil, que las terapias se hacían amenas y soportables. De pronto me encontraba con una Agustina analítica; que todo se lo cuestionaba y estudiaba hasta el ultimo punto, buscando respuestas a su propia vida. En una oportunidad, me senté a pensar todo lo que había vivido con Gonzalo, lo bueno y lo malo, y las consecuencias. Me dio paz saber que entre todo lo malo hubo también mucho de lo bueno, y que a pesar de todo tuve un amor como de películas al que iba a recordar eternamente.

Agustina ya no era frágil, ya no era la misma niña crédula e inocente. Ahora era una persona indescifrable, fría, distante, calculadora... Pero en el fondo seguía siendo tímida, dulce, enamoradiza, azarosa... Mi vida siempre fue compleja e inexplicable, yo era todo en uno y antes lo consideraba mi mayor defecto. Hoy se que ser varias personas en una, que piensan distinto, que razonan distinto, que tienen todo lo opuesto una de la otra no es un defecto, es mi mayor virtud. Nunca nadie me conocerá del todo, porque nunca sabrán cual versión de mí es la que muestro ante ellos. Nunca podrán descubrir mis demonios aun sabiendo mi historia. Nunca sabrán que pasa por mi mente ni observando mis ojos; porque yo soy mil personas buscando un propósito, que no es mas que feliz...




¿Puedo llamarte amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora