Capítulo 5

2.8K 268 128
                                    


Me despierto por la mañana y al comenzar a moverme descubro que estoy envuelta en los brazos de Neo, acurrucada contra su pecho. Al momento noto un terrible sofoco, por la situación y no sé cómo salir de allí sin despertarle. Lo intento, en vano, porque en cuanto comienzo a moverme, me aprieta contra él.

De pronto abre los ojos y me mira. Parece darse cuenta por fin de la situación y me suelta.

—Lo siento, es la costumbre —se excusa.

Me da rabia que diga eso y no sé si se puede estar celosa de una misma, pero yo lo estoy.

Me levanto sin pensar y al momento tiro de mi camiseta ya que la tengo enroscada en la cintura. Pillo a Neo mirándome sin disimulo y me pongo más colorada de lo que me gustaría. Mientras huyo al baño con la excusa de ducharme, le oigo reírse a mis espaldas.

—Oye, ladrona, ¡esa camiseta es mía!

"¡Le parecerá divertido!".

Cuando regreso, la habitación está vacía, detalle que agradezco. Me visto de nuevo con ropa sencilla y no me molesto ni en peinarme. "Tampoco creo que nadie se fije".

Entro en la cocina y me encuentro con May devorando una tostada.

—Buenos días —bostezo.

—¿Una tostada? —De pronto me observa—. Te noto distinta... ¿no te has maquillado?

Vaya, menos mal que pensaba que nadie se iba a fijar.

—Hoy no me apetecía.

—Ya veo —responde extrañada.

Me acerco a la nevera y busco un brick de leche. Neo entra en la cocina y al verme se acerca.

—Deberías arreglarte más —me dice en voz baja—. Se nota a la legua que no eres ella.

Paso mi mano por el pelo húmedo intentando peinarme. "¿Para tanto es?".

Nos sentamos en la isla con May y esta nos mira interrogante.

—Estáis raros. ¿Qué os pasa?

Necesito contarle algo convincente.

—Desde ayer estoy con migraña. —En eso no estoy mintiendo.

—¿Todavía te dura? —me pregunta Neo, pero sé que él se refiere a mis lagunas.

—Sí, no sé cuánto tardará en pasarse.

—Vaya, debe ser muy molesto... —May me da unas palmaditas en el brazo para consolarme, aunque su interés no me resulta convincente.

—Por cierto —Neo me acerca un móvil—, te lo dejaste dentro de la funda de mi tablet.

Coge mi brazo izquierdo y lo apoya sobre mi muñeca. Al hacerlo, este se curva hasta quedar enroscado alrededor de ella como un reloj.

Intento disimular mi cara de asombro. Había visto algún prototipo pero me sorprende que aquí sean ya una realidad.

—Ah, gracias. Me había olvidado por completo de él.

No tengo ni idea de cómo funciona, aunque me imagino que será intuitivo como la mayoría de estas cosas...

—Me tengo que ir o llegaré tarde a la primera clase. —Se acerca y me da un beso sin pensar.

Ambos nos ponemos rígidos, yo por la sorpresa, él por el desliz, aunque si no lo hubiera hecho, May habría sospechado aún más.

Árboles de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora