Capítulo 1

9.6K 340 182
                                    


Estamos a primeros de octubre y ya hace frío. Sentada en el alfeizar de la ventana que hay en el salón, observo la calle, el tráfico, los transeúntes avanzando como autómatas con sus paraguas de colores. Y la lluvia, esa incesante lluvia.

En otros tiempos me encantaba la lluvia, pero últimamente no estoy de humor. Desde que regresamos de la otra realidad, no termino de encontrar mi lugar y eso, me incomoda.

Ya han pasado casi dos meses desde que me despedí de aquella vida y desperté de nuevo en esta, pero desde entonces, nada ha salido como yo esperaba y no dejo de intentar comprender qué es lo que ha ocurrido.

Me desperté al oír la voz de David y cuando abrí los ojos, allí estaba, sentado al borde de la cama, cogiéndome de la mano. Cuando decidí quedarme en la otra dimensión, no pensé en las consecuencias de hacerlo. Lo mejor de despertarme fue que él estuviera allí sonriendo, lo peor, verme llena de cables, tubos y notar mis músculos y articulaciones entumecidas, pues durante ese último mes se habían tenido que ocupar de nuestros cuerpos ya que nosotros no lo habíamos hecho. David había ido a verme en contra de la recomendación de los médicos pues todavía no habían evaluado nuestro estado, pero yo me alegré de que lo hiciera. Lo último que necesitaba era estar sola.

Esa misma noche Walsh nos informó de que habíamos incumplido nuestro contrato, sus palabras fueron duras aunque ahora le entiendo perfectamente. Ninguno de nosotros se preocupó por él y por los problemas que le podían acarrear las decisiones que habíamos tomado.

Durante dos días me tuvieron aislada, realizándome un montón de pruebas para asegurarse de que todo estaba en orden y al tercer día David y yo nos reunimos con el profesor. Su primera noticia fue que Neo había decidido abandonar el programa y se había marchado de la academia. Sin dar una explicación. Sin despedirse de nosotros. Sin despedirse de mí.

Tuve ese presentimiento justo antes de quedarme dormida en la otra realidad y por lo visto no estaba equivocada. Él ya tenía la decisión tomada antes de regresar.

En un momento desapareció y fue como si nunca hubiera formado parte de mi vida. Intenté que así fuera, entre otras cosas porque estaba furiosa con él y al principio fue fácil ya que estaba tan ocupada que los pocos instantes en los que me acordaba de él era para odiarlo un poquito más.

Los primeros días, David y yo tuvimos que dar muchas explicaciones sobre lo que había sucedido y los motivos que nos habían llevado a incumplir las normas del estudio. Por suerte, la actitud de Walsh se suavizó según le fuimos contando nuestra aventura y cuanto más avanzaba el relato, más se fue interesando, preguntándonos datos una y otra vez, tomando nota de hasta el último e insignificante detalle.

Él no podía creer que en una vida tan diferente hubiéramos coincidido con tantas personas de esta realidad. Era algo inaudito que reforzaba su teoría de que nuestra vida está unida irremediablemente a un número determinado de individuos.

Pero después de vivirlo, yo ya no podía verlo así, no podía analizar los hechos fríamente, estadísticamente, porque lo habíamos sentido en primera persona. Era nuestra vida y por tanto, estaba más allá de cualquier estudio.

Walsh nos informó de que nuestras familias se preocuparon al no saber de nosotros, así que les mintieron, diciéndoles que estábamos participando en un estudio de la universidad que nos obligaba a estar aislados. La credibilidad de él como docente, ayudó a que no desconfiaran por muy absurda que pudiera sonar la explicación.

Todavía me pregunto qué hubieran hecho si no llegamos a regresar nunca, ¿seguir mintiendo? ¿Decir que estábamos en coma porque algo salió mal? Quién sabe.

Árboles de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora