Capítulo 7

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Narrador omnisciente

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Ladybug, al haber recordado su compromiso, se apresuró en despedirse de Chat Noir e ir a su casa. Nerviosa, comenzó a sacar toda la ropa del armario, no sabía qué colocarse.

Marinette: ¡Ah, necesito ayuda! Tikki, ¿qué me pongo...?

Tikki: Verás, Marinette, no comprendo muy bien el concepto de "atractivo" para los humanos.

La chica se sentó en su cama, Alya estaría ocupada y si no era ella, no tenía más opciones. Terminó decidiéndose por una blusa blanca y una falda del color de sus ojos.

Corrió con todas sus fuerzas a la única heladería de la ciudad. Cuando ya estaba dentro de la tienda, se relajó al no ver a Adrien, así que sólo se ubicó en una mesa y lo esperó.

Esperó y lo volvió a esperar... Pero nada.

Tikki: Deberías volver a casa -la observa con pena- No llegará.

Marinette: Tienes razón -sonríe con una expresión triste-.

El cielo ya era totalmente oscuro, Marinette había esperado allí por más de tres horas. Entró a su cuarto y se recostó abrazando la almohada. Intentó convencerse de que Adrien habría estado ocupado, alguna sesión fotográfica o algo así, no quería pensar en que simplemente él se había olvidado de ella..., pero aún así estaba algo triste y frustrada.

Queriendo olvidarse de todo, cerró los ojos y se durmió.
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Por otro lado, en una gran mansión, Adrien miraba fijamente la luna desde su ventana. Se había quedado distraído ahí, en su propio mundo.

Adrien: Ladybug es como el sol. Radiante, alegre y muy inspiradora, en cambio, siendo Marinette se parece a la luna, tímida y discreta... Pero siempre logra sacarte adelante en la oscuridad.

Plagg: En vez de decírselo al aire, deberías escribirlo.

Adrien: Es una buena idea, Plagg. Pero... ¿Cómo debería entregarlo? Si se lo doy a Marinette, pensará que viene del "intachable" yo, y si se lo doy como Chat Noir... Simplemente suena absurdo que él escriba eso. ¿Qué harías tú?

Plagg: Yo le regalaría un trozo de queso.

El chico sonrió. Siguió pensando en versos para su poema, hasta que...

Adrien: ¡Oh no, Plagg!

Con el grito Plagg saltó del susto.

Plagg: ¡Yo no fui el que escondió queso en tus zapatillas, lo juro!

Adrien: No es eso... Le dije a Marinette que nos encontraríamos en la heladería...

El rubio tomó su chaqueta para salir a la calle, pero se detuvo cuando vio que Plagg le acercaba un reloj; ya era medianoche. Viendo lo tarde que era se rindió ante la posibilidad de salir, pero sin duda, al día siguiente se disculparía.

Al día siguiente él se levantó temprano. Quería dar una buena disculpa..., aún no entendía cómo se le pudo olvidar algo tan importante.

Cuando llegó a la preparatoria, entró corriendo como no solía hacer.

Nino: Deberías ser más calmado, Adrien.

Adrien: ¡Lo tendré en cuenta! -mientras avanza-.

Fue a su salón, pero por desgracia Marinette no estaba allí. Iba a devolverse por la puerta, pero tropezó con Alya.

Adrien: Alya, perdón, ¿has visto a Marinette?

Ella se sorprendió con la pregunta, y dio una sonrisa con una pequeña pizca de maldad.

Alya: Pareces muy interesado, ¿eh? -saca su celular y graba- Ella aún no ha llegado, ¿por qué la buscas?

El rubio apartó el celular de su cara, se había molestado. Él era de esa clase de personas que no se quedaría callado ante una situación que le incomodara.

El horario de clases partió. Adrien volteaba a cada minuto, pero ella no estaba allí. Mientras estaba en su primer receso, la vio entrar a la preparatoria, pero con un aspecto algo extraño... Tenía ojeras y bolsas bajo los ojos, su piel también era más pálida que la común. Al instante se preocupó y quiso acercarse, pero la profesora se le adelantó y la regañó.

Marinette: No volverá a suceder, profesora.

La chica de pelo azul avanzó por el pasillo, y ante ella, apareció el chico que le había arrebatado el sueño muchas veces en su corta vida. El que la hacía suspirar y ponerse nerviosa... Pero ahora... Ahora, ella estaba completamente seria.

Adrien: Me tenías preocupado, Marinette. Yo quería...

Mientras el hablaba ambos avanzaban. Adrien se detuvo en un punto medio pero ella siguió. En su necesidad de disculparse, el rubio tomó a Marinette del brazo, y ella volteando le dedicó una fría mirada... Una mirada que le atravesó el corazón e hizo que sus acciones se congelaran.

Marinette: No me toques, por favor -voltea nuevamente y se va-.

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El secreto de MarinetteWhere stories live. Discover now