Capítulo 3: Flores venenosas

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Fingí no notar el modo en que Vali volvió a cortarse con una espina mientras hacía una corona de flores. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces él había dañado sus yemas de ese modo y comenzaba a ser inquietante. Maldita sea, eso no era de modo accidental. Pero él parecía completamente ajeno, apenas deteniéndose para lamer la sangre de su dedo antes de continuar, la curación rápida haciendo que no quedara rastro del incidente en cuestión de segundos. Lucía bastante tranquilo sentado en el sillón de la sala de su habitación mientras yo me aseguraba de afilar mi espada.

—¿Dónde está Kian? —pregunté—. No lo he visto desde ayer.

—No lo sé —respondió él sin darle importancia—. Por allí. Es un drapsmann, tienen iniciativas propias.

—Lo necesito esta noche.

—Confía en él, sabe lo que hace. En todas las décadas que lleva sirviéndome, nunca me ha fallado. Su familia ha resultado muy fiel y servicial para mí.

—No quiero no estar al tanto de lo que está haciendo —dije y Vali se detuvo un momento para mirarme.

—Nina, eres joven e ingenua. Estás a la altura de la situación, y me tienes a mí para ayudarte, pero aún te faltan unos milenios de mirarte al espejo para comprender del todo este mundo y nuestros propios defectos. ¿Si tú estás dispuesta a hacer cualquier cosa por Rike a costa de tu propia vida, quién cuidará que la flama no se extinga? —preguntó Vali y solo consiguió que lo ignorara en respuesta—. No olvides que el resto del mundo siempre quiso matarte, y ahora te estás exponiendo de pleno. El único deber de Kian no es ganar esta guerra, sino asegurarse que tú sobrevivas, porque un drapsmann falla del momento en que un Loksonn muere antes que este.

—Todos parecen muy preocupados por el asunto, como si ya hubieran asumido que moriré en los próximos días —comenté sin mirarlo.

—Eres una princesa, en medio de una guerra, con un enemigo que no ha dudado en mostrar todo su poder.

—Soy una chica cabreada, con un cuchillo y un plan. No entiendo entonces dónde ves que yo sea la que corra peligro en este duelo.

—No todo son armas y estrategias para ganar.

—Estamos hablando de una guerra.

—He vivido más que tú.

—Con kitsunes, bebiendo sake y tirándote a su líder mientras Rike estaba a su suerte en manos de otro Loksonn.

—Hicieron un mejor trabajo del que yo hubiera hecho.

—Quizás a ti te atraiga el fondo del slid, pero no es mi caso.

—Y yo temo que el slid me rechaza tanto como te anhela, el maldito de Baldr fue bastante claro. Condenado a vagar eternamente por la tierra, estúpido intento de venganza.

—Creí que lo de eterno se había ido con el asunto lobezno.

—Algunas cosas son más complejas de lo que crees, lille —respondió Vali y se detuvo un momento para observar su mano manchada con sangre—. Ciertamente lo son. Algunos precios son muy altos. No deberías pensar en ello. Nadie debería.

—¿Cómo escapaste de la maldición? —pregunté y él me sonrió con malicia.

—Esa no es una historia que quieras conocer, pero al menos puedo conformarme con que Odin pasará el resto de la eternidad preguntándose por su hijo. Ese maldito barbudo se lo buscó. El hijo quiso redimir las acciones del padre, yo tan solo le demostré cómo los Loksonn cobramos semejantes ofensas.

—Sigues sin decirme el cómo.

—Del único modo que existe —dijo Vali volviendo a concentrarse en su trabajo—. Somos descendientes del Dios del engaño. ¿O crees que usamos estas coronas porque son bonitas? Las flores son engañosas, algunas son extremadamente venenosas pero los idiotas no sospechan eso y van y las tocan de todos modos. Hermosas y frágiles, tan fáciles de marchitar, y sin embargo pueden matar cualquier cosa. Por eso nunca podrán quitarte la corona, y por eso solo tú puedes llevarla. El veneno no te afecta, ya estamos malditos.

R es de Reina-Como-Debes (#3)Where stories live. Discover now