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El olor a bacon me despertó por la mañana, me recordaba a mi padre y a sus comidas matutinas. Sonreí, no habían pasado ni dos días y ya le echaba de menos. Me puse unas zapatillas que encontré en el suelo de la habitación y bajé las escaleras, observando a Jesús intentando hacer el desayuno.

—Oh si, menos mal que tengo al mejor chef de Madrid en casa —reí y me senté en la isla de la cocina.

—Buenos días a ti también —me miró sonriendo.

—Buenos días —dije. —¿qué pasa? ¿Ahora eres americano?

—Quería probar algo nuevo en mi amplio menú.

—Oh suena genial, —dije mirando las lonchas de bacon quemadas — me recuerda a mi padre.

Hizo una mueca y tardó un rato en responder —Lo sé, recuerdo comer huevos con bacon cuando iba a dormir a tu casa.

—Pues siento decirte amigo mío, que no me gusta. —entreabrió la boca —¿dónde está mi querido colacao?

—He tardado como una hora en hacer esto.

—Deberías haber preguntado primero —me acerqué a él y besé su mejilla —gracias por el esfuerzo, te quiero.

Sonrió de lado —No hay de que. —hizo una breve pausa —¿Cómo has dormido?

—Aparte de la interrupción de tu amiguito, bien.

—Te caerá bien, ya verás —abrió un cajón y sacó de él el bote de colacao, el cual luego me dio.

—Bien —cogí una cucharada grande y la eché en la taza. —Ya me lo presentarás.

Hablamos un poquito de todas las cosas que no nos habíamos contado en ese tiempo que estuvo desaparecido. Jesús y yo nunca habíamos tenido secretos, pero últimamente las cosas no estaban yendo bien.

—¿Qué quieres hacer hoy? —me preguntó.

—¿Qué se puede hacer aquí?

—Podemos ir al lago a bañarnos. —recogió las cosas de la mesa y me miró.

—Estamos en pleno Marzo...

—¿Y qué? Ahora podemos hacer lo que queramos. —me tiro un trapo —limpia un poco la mesa.

Lo cogí y lo pasé por esta —Pero tampoco quiero coger una hipotermia.

—De verdad que eres una aguafiestas.

—Vaaale vámonos al puto lago de mierda —le volví a tirar el trapo.

Rió —Que picada eres.

—Te espero allí, puedes venir, o no —me dirigí a la puerta mientras escuchaba su risa por detrás mía.

—Ahora mismo voy, dame un minuto —dijo antes de que pudiera cruzar la puerta.

Me dirigí al pequeño lago que estaba situado detrás de la cabaña, el agua era cristalina y había un par de pajaritos dándose un remojon.
Sonreí al verles y empecé a quitarme las prendas de mi pijama, quedándome en ropa interior. Metí un pie, estaba realmente helada, y para causarme menos dolor, me metí de golpe. Los pajarillos se asustaron y se fueron volando.
Había mucha tranquilidad, solo se escuchaba el sonido de la naturaleza, los pajaritos cantando, las hojas de los árboles moviéndose...
Después de unos minutos apareció Jesús, sus ojeras habían desaparecido, su cara estaba descansada, todo él había vuelto. Supongo que yo le transmitía tranquilidad.

Broken. [Jesús Oviedo][En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora