Ep1 : Un bozal para la perra.

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Amanna POV

No sabía que me pudieran doler tanto las nalgas. Lo juro.

Había pasado el plazo que mi querida madrastra me había dicho, y efectivamente ahora me encontraba en un taxi rumbo al internado, en un pais completamente desconocido.

Yupi.

Respecto al tema de mi padre, no nos hablamos. Él no a hecho ningún intento de hablar conmigo y yo tampoco. Nunca fuimos cercanos a pesar de estar "solos" , asique supongo que por eso no me importa tanto el asunto.

Salí de mis cavilaciones, cuando sentí como el coche frenaba de golpe, probocando que me diera con el asiento delantero en la cabeza.

Escuché al taxista decirme algo en su idioma pero yo no entendía nada, asique decidí asomarme a ver que era lo que había pasado.

Ay mama, y los canadienses presumían de sus renos, es que esos no han venido a Finlandia.
La madre que los pario, esos alces median más que un caballo.

Comtemple fascinada a esos bichos, como cruzaban la carretera sin prisa, como si no tuvieran un taxi al lado.
Y entonces me dí cuenta de que estabamos en mitad de la nada, literalmente, no había civilización a la vista. Solo nieve, árboles, más nieve, más árboles, los alces, y finalmente el taxi.

Veinte minutos después, la manada de alces termino de cruzar la carretera, y el taxista finalmente arrancó.

El hombre comenzó a hablar sin preocuparse de si yo daba señales de comprender algo al respecto, y yo aproveche para peinar mi cabellera naranja hacia atrás, pues había perdido la goma del cabello en el vuelo.

Entre el calor del interior del coche, el traqueteo del vehículo al conducir por el camino, comence a relajarme contra el cristal.

Una punzaba atravesó mi pecho, provocando que abriera los ojos en el momento justo para ver a un bicho, porque no se me ocurre otra definición, de tamaño descomunal, saltando por encima del taxi, y volviendo a perderse entre la fauna espesa.

- Animales Salvajes - graznó en un mal ingles el conductor mientras se reía.

Yo solo asentí, y volví a acomodarme en el asiento.
¿Qué diablos comen los bichos de aquí? Ese otro bicho era al menos del mismo tamaño de los alces que habíamos visto antes, aunque no había podido verle bien la cornamenta.

Había sido algo extraño, muy extraño.

Me lleve una mano al pecho, por encima del polar, tratando de calmar el dolor que aún sentía.

(...)

No se cuanto tiempo llevaba el hombre conduciendo, pero yo comenzaba a sospechar que me iba a llevar al fondo del bosque y luego tirarme ahí.

Cuando empezaba a sopesar la idea del secuestro, comencé a divisar una enorme estructura a lo lejos, casi camuflada por la nieve y la niebla.

¡Por fin! ¡Aleluya!

Achiné los ojos en direccion hacia lo que asumí que seria el internado. A medida que el coche se acercaba al lugar, el internado se hacia cada vez mas grande, hermoso y majestuoso.

Un pinchazo, dos pinchazos.

Aguante las ganas de gemir de dolor, crei que se había pasado el dolor. Cuando el taxi cruzo la gran berja de hierro, no senti un pinchazo, fue como si me hubieran golpeado con mucha fuerza en el corazón.

Un quejido de dolor salió de mis labios, y me incline hacia delante intentando aliviar el dolor.

Noté la mano del taxista en mi brazo y la preocupación en su voz. Me enderece con gran esfuerzo y le sonrei al hombre, quien me miraba con las cejas fruncidas y expresion preocupada.

Le sonrei en agradecimiento y asenti con la cabeza demostrandole que me encontraba bien. Él parecio relajarse, y con una sonrisa, señalo fuera del coche.

Con cuidado miré hacia fuera del coche, y tuve que esforzarme en no dejar la boca abierta de asombro al ver la imponenete y majestuosa puerta de hierro mazizo que se extendia frente a nosotros.

Con cuidado, abri la puerta del coche y bajé.

Un pinchazo.

Esta vez había sido menos intenso que los anteriores, lo cual agradecia enormemente pero aun así solté un gruñido, ya que empezaba a artarme esa situación.

Con una fingida sonrisa, ayude al taxita a bajar mis dos maletas enormes y los dos bolsos de mano que por poco no habían entrado en el maletero.

El hombre se despidió de mi con un saludo y antes de que pudiera si quiera parpadear, se habia subido en su coche y habia desaparecido por la reja principal, dejandome completamente sola.

Sola.

Era algo que hasta ahora no me había parado a pensar, y todavía no había determinado si era algo malo o bueno.

Debia dejar de pensar en eso. Me arriesgaba a ponerme a llorar.

Solte todo el aire que retenia en los pulmones, y volví a cogerlo.
Mala idea.
Debía de estar a menos diez grados celsius por lo menos, maldita sea se me había congelado hasta los pulmones.

Con las pocas ganas que tenia ya en el cuerpo, y movida por el pensamiento de encontrar una cama calentita y dormir durante horas, agarre las maletas junto con las bolsas y me encamine hacia las puertas.

Cuando estaba a dos centímetros de soltar las maletas para buscar una forma de abrir la puerta o llamar, estas se abrieron de par en par, provocando que los restos de nieve almacenados en los relieves calleran al suelo, creando una lluvia artificial.

Resople ligeramente, evitando que el polvo de nieve callera en mi rostro y tire de las maletas hacia el interior.

En cuando crucé la gran puerta,una rafaga de aire calido me envolvió, y ésta volvio a cerrarse a mi espalda, creando un sonido sordo que provocó que pegara un brinco en mi lugar.

Estudié con la mirada detenidamente la puerta, y encontre un sistema de poleas que era lo que había provocado que la puerta se abriera sin esfuerzo.

Aquello, por algun motivo me relajó, pero no duro mucho.

Una risa algo aguda resonó por todo el corredor, provocando que se me erizara cada cabello de mi ser.

- Bienvenida a HoodsWolf School, Humana. ¿Que acaso no sabes caminar? - dijo la voz con sorna y diversion.

Escuche ligeros ecos de risas, diferentes a la original.

Genial.

Puse los ojos en blanco, aprobechando la poca luz , y no pude evitar imaginarme a la típica rubia con su sequito de rubias cabezas huecas detras.

-¿Humana? ¿Acaso tienes tan claro que tu y tus amigas sois unas perras que ya os autodefinis?

No pude controlar mi lengua. Siempre me habia metido en problemas por estas cosas. Hablaba sin pensar. Solo decia lo primero que se me ocurría y ya esta.

Listo.

La receta del desastre.

Un fuerte gruñido, más animal que humano, me saco de mis pensamientos.

Genial.

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