Reconciliación - Por IsabelStylinson01

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Harry Styles y Louis Tomlinson llevaban casados 7 años y tenían dos hijos. Sin embargo también estaban a punto de divorciarse.

Los niños no lo sabían, aún. Aunque no eran tontos y se daban cuenta de cómo, poco a poco, la relación de sus padres se iba enfriando de una manera terrible. Las causas del divorcio pueden ser infinitas. En este caso no fue ninguna infidelidad. Ni que repentinamente dejaran de amarse. La razón fue el tiempo. Prácticamente jamás se veían, y cuando lo hacían, no hacían más que discutir y el rizado terminaba llorando. Llegaron al punto en que el chico salía de su habitación y se dormía en la de huéspedes. Se amaban pero ya no sabían cómo manejarlo.

Clarissa y Walter habían hecho sus cartas. Ambos haciendo un trato. Los dos pedirían un único regalo de Navidad: querían que sus padres volvieran a ser como antes. Que no discutieran y que se amaran más que todas las cosas. Eso era lo único que le pedían a Santa Claus.

Cuando Harry leyó la primer carta sintió su corazón encogerse de dolor, era lo último que quería. De hecho, la razón por la que aún seguía viviendo junto a su marido eran sus hijos. Si Clarissa y Walter no existieran, quizá se habría ido desde hacía mucho tiempo. Saber que se daban cuenta de que su relación con el castaño ya no daba más le hizo sentirse terrible. Como esposo y como padre. Y es que no sabía en qué momento se había equivocado, y no sabía en qué momento su relación con el castaño se había torcido de aquella manera.

¿Qué habían hecho mal?

Se habían casado porque se amaban sin dudar. Porque tenían la certeza y seguridad de que ambos eran el uno para el otro. Obviamente el camino tiene obstáculos, jamás encontraras uno liso y libre de problemas, pero, ¿A esto habían llegado? A un callejón sin salida... ¿Acaso no había una manera de solucionarlo?

Porque si, a Harry le dolía saber que después del divorcio dejaría de ser dueño de Louis Tomlinson, aquel hombre que le había cautivado desde que lo conoció en la Universidad. La manera en que se conocieron fue, de alguna manera graciosa. Y cómo en la actualidad era en épocas navideñas.

Por aquellos años, Harry llevaba una linda taza de chocolate caliente entre sus manos. Era fin de semana así que el instituto no estaba abarrotado de gente como entre semana, y la cocinera de la escuela decidió hacer chocolate para aquellas almas que se animaban a quedarse a estudiar ya que al fin tendrían sus exámenes finales y después la benditas vacaciones. Aquella mañana, Harry decidió que quería pasar el día en su habitación viendo algunas películas así que tomo el chocolate en sus manos y se despidió de la humilde mujer. Se giró y fue inmediatamente a la puerta que lo sacaba de la cafetería. Al estar a punto de tomar el pomo, la puerta se abrió y un pecho se estampo contra el suyo haciendo que la taza temblara y se resbalara de sus dedos. Y justo, el chocolate fue a parar al pecho desconocido y después, al suelo con la taza rompiéndose en mil pedazos.

—¡Mierda! —soltó el desconocido al sentir en su pecho el chocolate hirviendo (bueno, esto es una exageración, no estaba hirviendo. Pero si hace frío y tu cuerpo esta frío y repentinamente un líquido caliente te cae encima, seguro se siente como los mil demonios insertándose en tu ser). Harry abrió la boca mientras su rostro empezaba a adquirir un tono rojizo, era inevitable, estaba avergonzado. —L-Lo siento... Lo siento... —y al alzar su vista, sus ojos verdes se encontraron con unos azules completamente preciosos. Igual al cielo en los días de verano (completamente despejado) y al mar en la parte más superficial. El chico de ojos azules también tenía el rostro rojo, aunque no precisamente de la vergüenza (por no decir que estaba hirviendo en cólera. Como el café).

Harry se percató de las curiosas miradas de los demás, como dije antes el instituto no estaba lleno pero unos cuantos se encontraban ahí y almorzaban tranquilamente. Harry sintió que su rostro se volvía aún más rojo, por las miradas de los demás pero también por la mirada gélida del desconocido. El rizado tomo una de las servilletas que había encima de las mesas y se puso a frotar sobre la camisa del castaño. (Lo cual, fue peor. Vamos, no fue muy inteligente de su parte. Primero, el problema no era la ropa manchada, el problema era una posible quemadura).

Proyecto: Navidad 2015 || ONE SHOTS || ElCartelDeLarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora