4: Los Ángeles, California

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Cuando el avión aterrizó y todos los pasajeros desembarcamos, fui en busca de mis pertenencias.

Pasé por la sala de control y después salí del aeropuerto, siendo las siete en punto de la mañana, aunque no estaba cansada ya que prácticamente había dormido todo el viaje, motivo por el cual me dolía la espalda y el cuello.

Tal como mi madre había dicho en el mensaje que me envió hace unos cuantos minutos, Watari debería estar con esa súper limosina negra estacionada y esperándome, lo que me hacía sentir de cierta manera extraña. A pesar de había viajado aquí por razones obvias, estaba ansiosa por verlo, aunque bastante nerviosa. Watari aparentaba ser un hombre bastante serio, pero cuando entraba en confianza podía ser la mejor persona y el mejor amigo del mundo. Él siempre estaba allí para apoyarte, aconsejarte y cuidarte. Siempre decía que era su trabajo hacerlo, aunque bien sabíamos que parte de eso no era cierto.

En cuanto lo vi, prácticamente corrí hacia él con todas mis cosas y una sonrisa en mis labios, hacía muchísimo tiempo que no lo veía y realmente lo extrañaba. Esto me hizo olvidar por unos cuantos minutos el dolor que la muerte de un hermano que nunca conocí me carcomía.

-¡Watari! -grité, captando la atención de algunas personas, pero no me importó.

El hombre canoso giró la vista y me miró. En sus labios se formó una pequeña sonrisa y finalmente estuvimos frente a frente.

-¡Hola! -saludé y sin previo aviso lo abracé. Él era otra de las personas más importantes en mi vida, y en verdad lo quería muchísimo, ¿cómo no hacerlo?

-¡Pero mira cuánto has crecido, pequeña! -dijo, una vez que nos separamos de nuestro reconfortante abrazo-. Eres toda una mujercita, aún recuerdo cuando tenías ese osito de peluche todo el tiempo y no te despegabas de él por nada del mundo -rió.

-Sí, también lo recuerdo... y es vergonzoso -contesté, esbozando una mueca.

Watari reía mientras subía mis maletas a la parte trasera de la limosina y finalmente entraba yo en ella. Algunas personas miraban asombradas y yo tenía que admitir que me sentía un poco importante (sin exagerar), aunque en realidad sabíamos que era una chica totalmente común y corriente con un hermano psicópata lamentablemente muerto.

-¿Y cómo has estado todo este tiempo, Watari? -quise saber, una vez que él se subió y comenzó a conducir. ¿Mi destino? No tenía idea.

-Bastante ocupado, pero bien dentro de todo -respondió-. ¿Y tú y tu madre?

-Mh... bien, creo -contesté sin saber exactamente cómo me sentía o como se sentía mi madre. Digamos que no era muy normal que un día eres hija única y al otro día descubres que tienes un hermano mayor y para colmo, muerto.

-Debió haber sido muy duro para las dos, ¿verdad? -me miró por el espejo retrovisor y asentí.

-Sí, fue demasiado intenso -contesté.

-¿Te alegra saber que tienes un hermano mayor?

-Ajá, aunque me entristece que esté muerto. Es decir, jamás podré conocerlo personalmente, oír su voz y hablar o hacer cosas que hacen los hermanos... es muy decepcionante -coloqué una mueca de disgusto.

-Quizás no te guste esto, pero... no lo tomes a mal. La verdad es que él era muy peligroso, ¿te lo dijo tu madre? -me echó una mirada y asentí-. Asesinó a muchísima gente porque la envidia lo consumió.

-¿Qué quieres decir? -fruncí el entrecejo, evidentemente confundida ante sus palabras. ¿Envidia?, ¿a qué se refería con "envidia"?, mi mamá no había mencionado nada como eso...

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⏰ Last updated: Apr 28, 2019 ⏰

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