Rose y Pato, que habían salido también del cine, llegaron hasta mi y con fuerza separaron a Gonzalo, quién solo se digno a decir "Ve a casa" se dio una vuelta y se fue. Obedecí... Fui a casa, tal como mi amo ordenó. 

Al llegar a mi casa lloré como ya era costumbré, con angustia, dolor... Tomé mis navajas, las llevé hasta mi pierna e hice 5 grandes cortes. La sangre salia sin cesar y yo no sentía dolor, no sentía nada. Con mis uñas abrí mucho mas las heridas, las hice profundas. Me coloqué delante del espejo de mi habitación y me comencé a dar cachetadas, justo como Gonzalo lo había hecho. Lo hice muchas veces, hasta que mi mejilla enrojeció. Mi desequilibrio mental se abría paso... 

Al día siguiente mi mejilla más que roja estaba morada. Las cortadas estaban inflamadas y yo daba asco. Las ojeras me llegaban hasta los pies y era inevitable notar que había llorado. Para explicarle a mi mamá el morado en mi cara, fingí una caída en el baño. Gonzalo no me escribió, no me llamó, no se disculpo siquiera y yo no podía dejar nada asi. Tomé un taxi y fui a su casa... Me recibió su madre, quien al mirar mi rostro inflamado y morado se mostró preocupada. 

-Mi niña! ¿que te ha pasado? ¿estas bien?- Fueron sus palabras al saludarme y dejarme entrar a su casa.

Le conté sobre la supuesta caída en el baño y esta, al igual que mi mamá, me creyó.  Me invitó un jugo y conversamos sobre Gonzalo. Le conté a su mamá lo mucho que lo quería, aunque eso no era necesario, ella lo notaba. 

-¿Que tal les fue ayer en el cine?- su voz siempre era calmada y esto me producía confianza.

Cuando me dignaba a contar lo que realmente había pasado en el cine, Gonzalo Ordoñez apareció en la habitación. Me miraba sorprendido...

-¿Que haces tu aquí?- dijo distante

-Vine a contarle a tu mamá sobre el regalo que me diste ayer, amor, ¿no le contaste?- dije con una sonrisa hipócrita.

-Agustina...- Gonzalo parecía suplicarme con la mirada que no dijese nada

Reí y mire a su mamá, añadiendo:

-Bueno, dudo que usted quiera saber de nuestras intimidades- Su mamá rió y se despidió. Gonzalo solo me miraba. Se sentó a mi lado y me colocó crema en los golpes (cuanto descaro). Pero así era el, me golpeaba en cuerpo y alma y luego me curaba las heridas. 

-No pensé que había sido tanto el golpe. No se que me paso bebé, perdóname por favor. Realmente perdí el control - Solo le faltó arrodillarse mientras pedía disculpas.

-Hagamos el amor.- dije sin dar ningún rodeo.

-¿Que?- Gonzalo se mostraba confundido. Sinceramente yo era una caja de sorpresas

-¿No escuchaste? dije que quiero que hagamos el amor.

Y así fue. Terminamos haciendo el amor, como yo le había pedido. Estuvimos un rato largo encerrados en su habitación, mientras el me hacia suya. Al terminar Gonzalo estaba agotado, acostó su cabeza en mi abdomen y se durmió. Con la misma brutalidad con la que él  me habia golpeado lo quité de encima de mi, me coloqué la camisa y pedí que buscara la forma de irme. Gonzalo me miraba intentando descifrar mis enigmas, saber que ocurría, que pasaba por mi mente, pero nunca lo logró.Mientras intentaba encontrar mi pantalón deje que Gonzalo viera las cicatrices, tal como lo había planeado. 

-¿Que es eso? ¿te has hecho daño otra vez?- preguntó mientras se vestía

-Así es- dije orgullosa

-Estas enferma. Eres un maldita enferma que no se quiere a si misma y necesita que los demás le digan que la quieren solo para sentirse bien un segundo- Prácticamente me gritó estas palabras. Me hizo trizas. Ningún golpe, ningún corte, nada remplaza el dolor de esas palabras, de la sinceridad... Esta vez fui yo quien me atreví a  golpearlo, con la misma fuerza con la que yo me había golpeado la noche anterior. Lo tomé por la camisa y lo traje hacia mi

-Tu no tienes idea de lo que yo soy capaz de hacer Gonzalo

-Termina de matarte de una vez Agustina. Sin drama, con determinación. 

-Si lo hiciese tu serias el primero en llorar por mi Gonzalo, porqué lo aceptes o no, soy todo en tu vida

Gonzalo aparto la mirada, me tomó del cabello con furia y me beso. Lo empuje hasta la cama, me coloqué encima de él y me desnude. Gonzalo admiro mi cuerpo, observando cada uno de los detalles. Él sonreía de un modo perverso que me excitaba, pero yo no mostré emoción alguna. Aquel día volví a hacer el amor  con Gonzalo pero esta vez de una forma brutal, fuerte, rustico, no tuvo comparación con las otras veces en las que los momentos tiernos que habíamos pasado.. Ese día no hicimos el amor, solo cogimos. Ya no podíamos hacer el amor porque no había amor entre nosotros, solo necesidad de placer mutuo y  una obsesión que iba creciendo cada vez mas. 




¿Puedo llamarte amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora