25. Sólo una explicación

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Canción: Thievery Corporation - Depth of my soul


I

Cuando entró a la casa Angie se topó con Belle y se saludaron con una sonrisa, ella inquirió sobre si se había divertido y luego le preguntó si deseaba cenar. Nunca era una molestia para Belle servir aunque sea solo un café. Ambas mujeres se sentaron en el sofá con sus respectivas tazas de café y se dispusieron a platicar.

Charlie se encontraba en la habitación de su hija arrullándola con una canción del último disco. Angie podía escuchar su voz con claridad incluso desde la sala de estar. Se sentía bastante cómoda con ellos, pues nunca le daban a entender que fuera alguien no deseada, al contrario Belle se había abierto a ella y platicaban como si fueran grandes amigas. Con quien más trabajo le costaba platicar era con la esposa de Matt. Pero Belle no, a ella le gustaba hablar sobre su familia, el lugar donde creció, el trabajo que le costó embarazarse de Tara ya que ella no podía tener hijos, o de cualquier cosa trivial. A Angie le encantaba escucharla, tenía una voz agradable y su sonrisa era tan cálida como la de Charlie.

A veces ella le decía, de manera repentina, qué blusa se vería mejor con qué falda o pantalón; incluso en una ocasión entró a la habitación que le habían dado y le ayudó a escoger la ropa que llevaría al día siguiente al estudio. Belle era experta también para el maquillaje y sus concejos no estaban de más.

Más de una vez Angie dio varias vueltas por la casa de Charlie simplemente para ver todas las cosas que tenía; le fascinaban las fotografías de él y sus hermanos cuando eran jóvenes. Así conoció a los fallecidos miembros de la familia Canavan, incluso Emily estaba retratada en diversas fotografías.

Lo más interesante fue la enorme colección de discos que Charlie tenía, y todavía Belle le había mencionado que esos eran sólo algunos. Llenaba prácticamente un librero pequeño encontrado al lado del televisor. Tenía de todo, desde grupos clásicos de rock hasta ópera y bandas sonoras tanto de películas clásicas como contemporáneas. Algunos eran de acetato y vinilo. Otros eran ediciones especiales. Sinceramente ella envidió todo eso, y más al saber que Charlie poseía una colección aún más grande. Si ella tuviera el dinero tal vez tendría algo así, también tendría una biblioteca algún día.

Pero no, todos los sueños imposibles debían quedarse así, imposibles. Ya no podía darse el lujo de seguir soñando, debía mantener los pies en la tierra y pensar con la mente en frío.

Ya se había hecho a la idea de que no conseguiría nunca ciertas cosas. Y, de hecho, estaba bien con ello.

II

La sesión fotográfica de Matt fue bien, de no ser porque la chica del maquillaje todo estaría perfecto, desaparecía y no se le veía por ningún lado cuando se le necesitaba. Como Angie tenía que retocar ella misma el maquillaje de Matt Brad decidió ir a buscarla, no era posible que ellos tuvieran que hacer las cosas por sí mismos si se les estaba pagando por un servicio. Odiaba que todos se comportaran como antipáticos solamente cuando Charlie no estaba presente. ¿Acaso ellos no contaban? No era porque Charlie pagaba, de hecho él sólo era el encargado de las finanzas de la banda, todos invertían en esta y nadie era más importante que el otro. Brad también añadía dinero a la cuenta común de la banda.

Por fin, después de media hora de dar vueltas, encontró a la susodicha platicando cómodamente con otra señorita que de verdad estaba trabajando. A Brad no le importó gritarle y decirle unas cuantas verdades frente a todos. La mujer salió hecha un amasijo de disculpas. Algo que a él le molestaba bastante era que la gente no hiciera bien su trabajo y no le importaba si fueran hombres o mujeres, si les pagaba debían cumplir según como se había acordado.

Rojo Amanecer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora