6. Libros y alebrijes

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Canción: Anathema - Untouchable, Part 1


I

Brad se despertó temprano, como siempre; tal vez era por la edad, pero ya no podía dormir ocho horas completas. Se revolvió entre las cobijas y extendió las piernas, no había luz a través de las cortinas, tal vez era muy temprano o era un día nublado, tenía la esperanza de lo segundo. Estiró la mano entre las almohadas y palpó hasta encontrar su teléfono: era temprano, las siete de la mañana. Aunque viéndolo bien no estaba tan mal, casi había dormido ocho horas, casi.

Se estiró para tomar su guitarra y al momento recordó que Angie dormía frente a él, así que no podía hacerle ruido, la despertaría. A disgusto dejó la guitarra en su lugar y volvió a la cama. Recordó, sin poderlo evitar, aquél sonrojo y aquellos ojos del color de la miel. Luego cambió de posición e intentó pensar en otra cosa; no obstante, sus pensamientos volvieron reticentes a abandonarlo. Angie no parecía hacer ruido, quizás incluso ya estaba levantada... ¿Por qué esa chica le estaba llamando tanto la atención? Recién la había conocido el día anterior, era una fan como las demás. Lo había entrevistado, nada más. No, Angie no era una chica ordinaria, tampoco el día anterior había sido ordinario y mucho menos lo había sido la manera en que la conoció. Brad sonrió recordando. Chocar con mujeres bonitas no era precisamente algo que le sucediera con frecuencia. ¿Le había sucedido algo así antes? No, sin duda lo recordaría. Bien, no podría dormir más así que se levantó para tomar una ducha. Como caminarían por un largo rato ese día pensó en escoger una playera de manga corta y tela ligera; el día anterior Brad comprobó que el clima en México era bastante seco y el sol quemaba directamente, imposible salir a la calle sin un buen protector solar y prendas ligeras, aún así debía llevar chamarra porque por las mañas se sentía frío y él no deseaba sentirlo. Después de sacar la ropa que necesitaba para cambiarse se metió al baño y atrancó la puerta para evitar la tentación de mirarla dormir.

II

El ruido que provocó un objeto pesado al caer la despertó. Por unos segundos se olvidó de donde se encontraba, hasta que fue completamente consciente; entonces hizo acopio de fuerza y voluntad, todo lo que fue capaz, para no volverse a ver qué había sido ese ruido. La almohada cubría su rostro y sus expresiones, afortunadamente. Diablos, seguro tenía el cabello enmarañado, marcas de la almohada y un rostro no muy lindo.

Angie levantó la cabeza un poco para mirar, Brad se encontraba frente al espejo del tocador embadurnando su cabello con algún tratamiento capilar caro por la botellita con marca de renombre. Él le sonrió cuando se percató de que lo miraba.

—No importa —murmuró Angie, a manera de saludo—, me enorgullezco de mis puntas abiertas.

Brad rió, le dio los buenos días y sacudió la cabeza como un perrito mojado.

Él hacía muy buenos headbanging y, sinceramente, a ella le parecía que se movía de manera sensual.

Angie se sentó en la cama y acomodó su cabello peinándolo con los dedos, se talló los ojos y se estiró un poco.

—Supongo que te desperté, lo siento.

—Descuida, ¿qué hora es?

—Casi las ocho.

—¿Van a desayunar primero antes de ver los alebrijes?

—Vamos —enfatizó la palabra para que no quedara duda de que ella ya estaba invitada—. ¿O prefieres ir sin desayunar?

—Ah, no. Está bien.

—Puedes usar la ducha si lo prefieres. Voy a fumar un rato y luego vuelvo por ti y por Amy.

Rojo Amanecer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora