Capítulo- 2

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Cuando por fin llegué a clase, me faltaba el aliento. El ascensor estaba averiado y me había tocado subir los tres pisos con el carrito a cuestas. Las piernas me temblaban y el sudor me resbalaba por la frente. El día apenas había comenzado y ya tenía ganas de que acabara... Definitivamente el mundo estaba en mi contra y yo sólo podía fruncir el ceño y tratar de que el día pasara lo más rápido posible.

Eché una rápida mirada a la clase en busca de un caballete libre, quedaban tres. Uno de ellos era el que estaba roto y no se podía regular la altura. Por lo que aquel no lo iba a usar. Los otros dos daban una perspectiva un tanto complicada y dada la poca inspiración que hoy me acompañaba no sabía cual elegir. Miré al modelo con la intención de comparar ambas perspectivas y elegir la que posiblemente pudiera pintar mejor, cuando lo vi.

Aquel chico que me había hecho la vida imposible en el instituto estaba frente a mí, posando desnudo mientras me sonreía. No podía creerlo, me costaba imaginar que fuera cierto. ¿Qué posibilidades habían de que el popular de la clase, el nini, el gamberro... se hubiera vuelto modelo y estuviera ahora frente a mí? ¿Una entre un millón? ¿¡Y por qué tenía que ser yo la de la papeleta ganadora!? Sí, el mundo no sólo estaba en mi contra, sino que tenía intención de destruirme. Su sonrisa se hizo más amplia cuando abrí la boca incrédula. No quise darle el gusto, no volvería a burlarse de mí. Me había deshecho de tanto bullying al entrar en la universidad, y ahora no iba a chafarme mi carrera un gilipollas. Apreté la mandíbula con fuerza y lo miré desafiante. Manteniendo mi dignidad y demostrándole que no tendría ningún poder sobre mí allí, comencé a sacar y colocar los óleos, preparar los pinceles y la esencia de trementina como si no sucediera nada. Sin embargo, me era imposible no ponerme nerviosa, sentía su mirada clavada en mí. Lo veía mirarme por el rabillo del ojo... Casi derramo todo el bote de esencia al tratar de abrirlo. ¿Qué me estaba pasando? Parecía que mi cuerpo no supiera coordinarse, llegaban incluso a temblarme las manos y las piernas. ¿Sería quizás miedo? No, definitivamente no era miedo. Habían pasado años, había madurado y me había hecho fuerte. Había comprendido que las cosas sólo tienen la importancia que uno le da. Sí yo le daba importancia al hecho de que posiblemente lo vería durante todo el año, eso le daría poder sobre mí. Y era algo que no estaba dispuesta a que sucediera.

Alcé el pincel y comencé a tomar las medidas correspondientes para así encajar la figura dentro del lienzo, cuando llegué a la parte de la cintura me paré en seco. Jamás me había dado vergüenza contemplar un cuerpo desnudo, ni siquiera me avergonzaba mi propia desnudez. Un cuerpo desnudo era simplemente un cuerpo desnudo. No acababa de entender cómo algo tan normal, bello y poético se había convertido en algo sucio y siempre cargado de connotaciones sexuales que llevaban al tabú. Pero lo cierto es que él me ponía nerviosa y juraría que incluso llegué a sonrojarme al imaginarme mirando fijamente su sexo. Tenía que pintar, tenía que acabar el trabajo antes de finalizara la clase. No era la primera vez que veía a un hombre desnudo, ni mucho menos la primera vez que trabajaba con modelo. Así que, en un arranque de valentía, tragué saliva y desvié la mirada hacia su entrepierna con la intención de medir la longitud de sus caderas hasta la rodilla.

La verdad que no me esperaba algo así... El popular, el chico más deseado del instituto, el "cuerpo diez" como decían muchas, no tenía ni de lejos un pene que mereciera tantas alabanzas. A decir verdad resultaba un tanto penoso. Enarqué una ceja divertida y lo miré a los ojos burlándome claramente de él. Entendió mi gesto y avergonzado, esa estúpida sonrisa se le borró de la cara y dejó de mirarme para mantener la vista fija en el infinito. Me sentí realmente bien demostrándole que ya no era aquella niña tímida, callada y asustadiza que prefería esconderse en los cuartos de baño en los recreos. Disfruté de mi pequeña victoria como si estuviese saboreando una taza de chocolate con caramelo. Si quería vérselas conmigo de nuevo, no lo iba a tener nada fácil.

De vez en cuando volvía a mirarme pero en cuanto se cruzaba con mi mirada fingía mirar a cualquier otra parte.

Christine - 1 Ethan - 0

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La clase había acabado y no había conseguido avanzar nada. No dejaba de recordar mis días de instituto, a él humillándome con su coro de retrasados y arpías. Había acabado odiando la palabra "friki", habían conseguido que creyera que mis gustos eran antinaturales y que, por lo tanto, era un bicho raro. Había incluso dejado de vestir el negro por esquivar insultos tan dañinos como "Emo de mierda, suicídate ya". En clase intentaba mantener mi inteligencia a raya y pasar desapercibida. Si contestaba correctamente a las preguntas del profesor o sacaba buenas notas, tenía que enfrentarme a ellos. Incluso, llegué a repetir curso para intentar deshacerme de esa clase. El problema fue que, aunque no fueran mis compañeros en el aula, eran alumnos del instituto. Por lo tanto, en el recreo nos veíamos...

Recordar tanto, contener la rabia y ese olor a aguarrás que golpeaba mi nariz incluso estando ya al aire libre, habían conseguido producirme migrañas. Sí seguía así posiblemente tendría que irme a casa y de normal ya perdía suficientes días de clase dada mi enfermedad. Decidí lavarme la cara con agua fría para remitir el dolor, ya que con las prisas había olvidado coger el neceser con mis medicinas. El agua helada consiguió erizarme el vello y aunque al momento pareciera aliviar, el dolor seguía allí. Me quedé unos minutos contemplando mi reflejo en el espejo del cuarto de baño. El insomnio habían marcado aún más mis ojeras. En cierta manera, resaltaban el azul de mi ojo derecho, pero no con ellas lo hacía más bonito. La heterocromía podría resultar bella o incluso atractiva si mi ojo izquierdo fuera verde o incluso gris, no marrón oscuro que perfectamente podría confundirse con el negro.

Durante el instituto le había pedido a mi madre que por favor me comprase unas lentillas. Y a pesar de las discusiones que mantuve con ella por ese tema, le estaba muy agradecida de que no me las comprara. Porque había aprendido, no sin esfuerzo y con apoyo, a quererme a mí misma.

¡Debía dejar de recordar tanto el instituto! Tenía que volver a enterrar esos recuerdos en mi subconsciente, sino conseguirían hacer de éste curso un verdadero infierno ¿Por qué recordar malas experiencias cuando tenía buenas amigas en la facultad? Mis días en la carrera eran felicidad absoluta. ¡Tenía que disfrutarlos y dejar de preocuparme por tonterías! Aquel pensamiento me recordó a Joel y reí divertida. Maldito, sí es que al final siempre tenía razón. Suspiré y cogiendo ahora el carrito vacío, salí del baño al tiempo que buscaba mi móvil en la chaqueta. Me encontré a Ethan fumando en el pasillo, habían cosas que nunca cambiaban... Lo dicho, tenía que enterrar el pasado por lo que tenía que ver a Ethan simplemente como lo que era, un modelo. De esa manera podría trabajar tranquila y no tendría por qué ponerme nerviosa. Continué caminando con la cabeza alta sin cambiar el rumbo, pero notaba como sus ojos se posaban en mí al tiempo que giraba la cabeza descaradamente para no perderse ninguno de mis movimientos. Apreté el paso, no quería permanecer más tiempo aguantando tanta tontería, casi estaba llegando al ascensor y lo escuché.

-Espera Chris.

Me giré fulminándolo con la mirada. Se aproximaba a mí dándole la última calada a su cigarrillo, el cual luego tiró al suelo y lo apagó con la zapatilla.

-¿Qué quieres?- Reprimí las ganas de soltarle algún que otro insulto o simplemente alguna indirecta. Ya que sí lo hacía, demostraba que me afectaba que estuviera allí.

-Nada en particular, hablar, un café, no sé...-Dijo encogiendo los hombres.

Puse los ojos en blanco y me giré ignorándolo.

-Por dios...-Dije molesta y llamé al ascensor. Tuve la suerte de que justo en ese momento las puertas se abrieron, subí con la esperanza de que no le diera tiempo a cogerlo. No lo hizo, pero pude ver cómo llegaba a la puerta y se quedaba mirando cuando las puertas se cerraban en sus narices. ¿En qué cojones estaba pensando? ¿En serio se creía que iba a tomar un café tranquilamente con él, que echaríamos unas risas y nos contaríamos anécdotas divertidas? ¡Já! Lo único que haría con él sería acompañarlo a su funeral sólo para cerciorame de que estaba muerto.

El resto de la tarde pasó mucho más relajada. Lo cierto es que charrar con Marina, Estela y Cathy en la clase de dibujo me hicieron volver a casa con una impresión diferentes del día.




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⏰ Last updated: Dec 01, 2017 ⏰

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Las pinceladas del destinoWhere stories live. Discover now