Capítulo- 1

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Llegaba tarde. Se suponía que debía coger el metro a las 14:09 en la estación que había a sólo dos calles de mi casa. Sin embargo, a última hora la imprimación del lienzo había decidido quebrarse, y me tocaba ir a la tienda de Bellas artes más cercana que tenía. Desgraciadamente, al vivir en un pueblo, eso ocupaba aproximadamente una media hora en coche. Ya que, dicha tienda se encontraba en la capital. Coche que no tenía y media hora que tendría que restarle a mi de normal temprana comida.

Entrar en la facultad de Bella artes había sido todo un sueño para mí. Por lo que, el hecho de estar ya en segundo año de carrera me alegraba la existencia. Existencia que se hacía irritante cuando pasaban aquellas cosas...Que ¿qué podía hacer entrando a las 15:00 de la tarde? Nada. Mis vagos intentos de arreglar aquel estropicios habían convertido la única grieta, en la ramificación de muchas otras que daban al lienzo un aspecto envejecido y desastroso. Y con ello, había perdido el poco tiempo que tenía para comer tranquilamente e ir a coger el metro sin tener la comida aún en la garganta.

Mi única esperanza era que aquel día la profesora no quisiera evaluar la elaboración de los lienzos. Pero en el caso de que así fuera, trataría de esquivarla. Sí, no era una solución muy madura o simplemente inteligente. Sin embargo, llevaba meses sin conciliar el sueño y debido a ello, me pasaba las madrugadas perdida en mis pensamientos y parte del día acumulando, a lo sumo, cuatro horas de sueño. Por lo tanto, estaba tan cansada tanto física como psicológicamente, que no intentaba ser original en mi vía de escape.

Miré el reloj del móvil. Eran ya las 14;01. La estación estaba a la vuelta de la esquina, pero entre el carrito cargado con el lienzo de un metro de largo, los óleos y el estupendo aire que amenazaba con romper lo que quedaba de lienzo, convertían el pequeño trayecto en toda una odisea. Ni cuando conseguí poner un pie dentro del vagón estuve tranquila. Aquel año el porcentaje de universitarios que cogían el metro en la misma parada que yo había aumentado. Pero no por el hecho de ser universitarios se convertían en personas más maduras y civilizadas, no. Aquella parada se transformaba en una jungla en la cual debía ir apartando animales a patadas para proteger mis cuadros. Hubo una vez en la que me rompieron el cartón, donde se suponía que tenía que pintar aquella tarde, cuando pasó por mi lado un grupo de chavales bromeando mientras se atizaban cruzando las puertas automáticas del metro. ¡Ni una disculpa! Ni siquiera pareció notar, aquel adolescente lleno de hormonas, el traspié que dio al toparse con mi carrito. Hubiera dado lo que fuera por haber tenido el coraje suficiente para haberle dado una lección a aquel sinvergüenza. Sin embargo, me quedé muda, recogiendo lo que quedaba de mi cartón y escuchando cómo algunos pasajeros comentaban mi mala suerte.

Pero aquella tarde no dejaría que volviera a repetirse aquello, y luché por un pequeño hueco en la zona que enlazaba un vagón con otro. Apenas serían cinco paradas y cogería el transbordo que me llevaría directa a la facultad.

Cogí el móvil que descansaba en el bolsillo de mi camisa vaquera, tras comprobar que el carrito no se movería, abrí Whatsapp. Como no, habían cientos de mensajes de todos los grupos en los que estaba metida. Pero de entre esos mensajes sin sentido de conversaciones que no seguía, había un mensaje de él. Sonreí tontamente.

-«Buenos días pequeña ¿Cómo estás hoy?»

Hacía apenas unos meses que había empezado a hablar más con Joel. Bien es cierto que nos conocíamos desde hacia un par de años, ya que salía con una amiga mía. Pero el trato en un principio había sido cordial. Fue cuando dejó a mi amiga, cuando el trato cordial se convirtió en una muy buena amistad.

Mi amiga, Lisa, no tardó en criticarlo hasta la saciedad por las redes sociales cuando Joel decidió que ya no podía más con aquella relación. Yo era una de esas amigas en común que leyó todos y cada uno de esos estados depresivos y cargados de odio. Al ser su mejor amiga, esperaba un apoyo incondicional. Apoyo que le di sin olvidarme de actuar como Pepito Grillo ante un comportamiento que, sinceramente, me comenzaba a dar mala espina. Le comenté varias veces, tratando de hacer que entrara en razón, que no debía escribir todo aquello en los estados de Facebook. Porque no sólo podría traerle problemas a Joel, sino que daban mala imagen de ella. Pero estaba claro que quería llamar la atención de su ex y despertar la compasión del resto. Sin embargo, si su intención era recuperarlo, definitivamente esa no era la mejor manera.

Las pinceladas del destinoWhere stories live. Discover now