Depresión

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Nuestra bonita historia comienza a fines de marzo de 2009, cuando el invierno comenzaba a darle lugar a la primavera, con su variedad incontable de colores y aromas, tiñéndolo todo de esperanza, calidez y amor. Nuestro chico: Abraham Mateo, de diecisiete años, era un adolescente normal, que iba a la escuela y tenía muchos amigos. uno de ellos era el más especial de todos, era su hermano mayor, Tony. Obviamente, era su mejor amigo, su compañero de aventuras, su aliado para las travesuras, su confidente de angustias, su cómplice de locuras y un enamoradizo sin remedio que, en más de una ocasión, se metía en problemas a causa de su apasionado corazón.

La mañana del día en que todo comenzó, Abraham despertó algo decaído. No sabía por qué, pero se sentía como un bicho raro. O, como diría su madre: un sapo de otro poso, como si el entorno que lo rodeaba en realidad no fuese su entorno, sino el entorno de un completo desconocido. Ese día sería uno de esos días en los que la vida no tenía ningún sentido para Abraham, esa clase de días en los que es mejor quedarse en la cama, porque de seguro todo saldrá mal, y al levantarse solo conseguirá crear una serie de catástrofes y desastres naturales a su paso, acabando con el mundo a su alrededor.

Después de que Susana llamara por quinta vez consecutiva a la puerta, Abraham se resignó a levantarse y comenzar el día, sin hacerse cargo de las consecuencias de sus actos, considerando seriamente el correr hacia el puente más cercano y dejarse caer al vacío. A Abraham le molestaba en gran manera que su madre se empeñara en levantarlo a tempranas horas los sábados. Al fin y al cabo, era sábado. Si eran justos, todos tenían que reconocer que el chico se veía obligado a levantarse temprano todos los días. ¿por qué tenía que levantarse temprano también los sábados? ¿Acaso no era suficiente con levantarse a la madrugada para ir a la escuela? Abraham rechazó las ropas de la cama de una patada y a regañadientes, y se estiró en la cama. El cuarto estaba casi a oscuras, únicamente iluminado por los rayos de luz solar que entraban por las rendijas de la ventana, parcialmente cerrada.

El muchacho se levantó de la cama lo más lento que podía. No quería levantarse, realmente se estaba muy a gusto entre las calientes y confortables cobijas. Mientras Abraham buscaba por el suelo sus zapatillas, clavó la vista en las paredes de su habitación, pintadas de un color azul claro, que ahora se veía oscuro a causa de la poca luz que había en el dormitorio. Era una habitación de tamaño medio, con el suelo cubierto por una alfombra color beis, y el techo de color blanco. En la habitación había dos camas de una plaza cada una. En una de ellas dormía Abraham, y la otra, utilizada por los amigos del chico al quedarse a dormir, ahora estaba bajo un cerro de ropa, que su madre había ido dejando allí, para que Abraham la doblase y guardase en el armario que estaba al frente de las mismas, bajo un televisor de pantalla plana. Al reparar en esto, a Abraham se le ocurrió que quizás hubiese sido mejor que acomodase esa ropa antes de que a su madre comenzase a echarle la bronca. En la cabecera de la cama de Abraham, pegadas a la pared con chinchetas y clavos, había una gran cantidad de fotografías de Abraham. Podía verse al muchacho en bicicleta, jugando al ordenador con su padre y su hermano, siendo besado y abrazado por su madre, y cenando en casa de los abuelos para una navidad memorial para la familia. Justo en ese momento, Mientras Abraham se ajustaba los vaqueros azules después de ponerse una camiseta vieja y desgastada, Su madre llamó otra vez a la puerta, sacándolo de sus reflexiones.

-Ya voy, mamá, ya voy. -Dijo Abraham, con la vos ronca de sueño, mientras se restregaba los ojos llenos de lagañas de sueño, y caminaba con garbo hacia la puerta de su habitación, cerrada con pestillo desde dentro.

-Apúrate, que no vamos a esperarte toda la mañana. -Dijo su madre golpeando la puerta.

-Sí, mamá, ya voy. –Repitió Abraham, enfadado consigo mismo y con su madre, mientras se acercaba a la puerta de la habitación, que seguía cerrada, como de costumbre a esas horas.

Yo Soy Un Vampiro CORRIGIENDO ERRORESWhere stories live. Discover now