Cuarenta Y Dos

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El aire acondicionado no dejaba de producir un extraño sonido que me irritaba.

Trac, trac, trac..., sonaba como algo atascado que necesitaba ayuda, que quería desprenderse, como si estuviera sucio por dentro y el aire que daba hacia el exterior no era más que un aire contaminado. Pero invisible, incapaz de notarse, por más que corriera dentro nuestro y se depositará en nuestros pulmones, el aire no era puro y tarde o temprano eso nos haría daño.

El tiempo pasaba y tus ojos se mantenían cerrados a pesar de lo mucho que habías dormido. Como si no quisieran toparse con la realidad, tratando de esconderse, de mantenerse ocultos, a salvo.

El ambiente era helado, podía sentir hielo en mis huesos y la sangre atascarse en mis arterias. Todo quería frenarse, la escena parecía inmovil,como si la vida supiera que luego sería peor, como si quisiera detenerse en ese punto, antes del dolor.

El pálido color de las paredes parecía hacer juego con todo lo que nos rodeaba en aquella habitación, las sábanas, los muebles y hasta tu rostro.

John tomaba mi mano delicadamente y formaba círculos en mis nudillos. Él era mi cable a tierra, con él a mi lado sentía que el momento no estaba en pausa, pues escuchaba sus palabras de contención cada tanto y alguna caricia se hacía presente en mis cabellos.

—¿Ann? Analía... A...

Y todo volvió a su curso, mi mundo siguió su rumbo, el reloj empezó a moverse, las agujas marcaban los minutos.

El hielo de mi interior se descongeló, la sangre pasaba por mis arterias, tus ojos se encontraron con la realidad.

Me acerqué más hasta la camilla y tomé una de tus manos.

Tus primeras palabras fueron las más parecidas al aire puro que necesitaba mi cuerpo.

—Aquí estoy, estoy a tu lado —respondí inmediatamente.

El verde de tus iris le devolvió color a la aburrida habitación y se posó desesperado sobre mi mirada.

—¡No te vayas! no me dejes... nunca más.

Repentinamente, mi novio ya estaba en la puerta dispuesto a dejarnos solos. Articuló un "te espero en el pasillo" y me dedicó una tímida sonrisa.

—No te dejaré —respondí.

—¿Nunca? ¿No me dejarás nunca?

—Nunca Damian.

Toqué suavemente tu mejilla y noté que movías los dedos para entrecruzarlos con los míos. Por primera vez en mi vida... pude sentir paz... paz, amor y alegría, todo a la vez, incluida, la nostalgia.

******
Mierda, estoy sufriendo con mi propio capítulo.

Si ven errores ortográficos, o de tipeo, no duden en decirlo, me estarían ayudando mucho a mejorar :) ¡NO SÉAN MIDOS! Sé que no soy perfecta y me equivoco a veces. 

-Asley :(

Lamento no ser como ellaWhere stories live. Discover now