Treinta Y Uno

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El tiempo pasa y las personas cambian.

¿Quién no ha escuchado esa frase?

No sé quién no, lo único que tengo claro es que se ha convertido en mi filosofía de vida.

Un mes, 31 días enteros que pasaron lentos, transcurrieron de manera filosa, provocandome una que otra herida al pasar las horas.

Te veo y las comisuras de mis labios ya no se elevan, en vez de eso decaen y mi rostro se ve más horrible de lo normal.

La cafetería casi está vacía, y aún más donde tú te sientas.

Tus amigos ya no te hablan después de lo ocurrido con el chico que intentó besarme.

Noto que nadie se acerca a preguntarte cómo estás, que nadie te anima ni intenta hacerte sentir mejor.

Tengo que decirlo, me sorprende que ni siquiera lo haga ella.

Solo vienes a la clase apurado, buscas un lugar apartado del mío, evitando que yo me dé cuenta -pero si lo hago-, dejas tu mochila donde caiga, ya no la veo acomodada a un costado como solías hacer, luego haces de cuenta que escuchas a los profesores y te largas. No hay miradas, no hay sonrísas, no hay amor.

En este momento tu cabeza gacha sobre la bandeja con escasa comida demuestra una clara derrota en tu ser. Estás desastroso, tienes ojeras y el pelo revuelto de manera exagerada. No eres el mismo.

¿Qué pasó con el chico que siempre se mostraba erguido y sonriente ante las adversidades?

Con el chico de ojos verdes penetrantes llenos de misterio, que lograba hacerte feliz tan solo con una cálida mirada.

Con el chico bondadoso, deseoso de mostrarle al mundo sus pinturas, su capacidad para el arte, su inigualable imaginación.

Estás tan ausente cariño, no quieres hablar con nadie y aunque ya lo he intentado varias veces, decidí dejar de hacerlo cuando te enojaste, hace dos semanas y le propinaste un puñetazo al banco para luego salir de la clase y no aparecer hasta el tercer día.

No me dejas ayudarte, no sé lo que quieres conseguir o si alguien te ha hecho daño, ya no lo entiendo. No te entiendo.

Y debo decirte que se me hace difícil seguir adelante sin tus sonrisas en las mañanas... si tan solo hubieras conservado ese hábito. Pero no lo has hecho.

¿Dónde está? Dímelo, te lo suplico.

¿Dónde está el chico del que me enamoré?

Cuando al fin levantas la cabeza para mirarme, te detienes en mí más tiempo de lo normal.

Pero te esquivo y me alejo de ti tan veloz cómo un auto de carreras.

Como lo he dicho antes, el tiempo pasa y las personas cambian.

Sí cariño, yo también...

Lamento no ser como ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora