Dos.

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Dos.

Ella observa las luces de neón decorando las tristes calles pobladas solamente por tristes chicas y hombres solitarios.

Sigue sintiendo esa sensación en el estómago, aquella que sintió la primera vez que el hombre al volante la obligó a prostituirse a cambio de seguir con vida. En ese momento ella era demasiado joven para comprenderlo, pero ahora lo ve claro; es su esclava.

Se baja del coche esbozando de nuevo la falsa sonrisa que oculta los gritos de socorro.

Un hombre de unos cincuenta años, con barba castaña tintada en canas y un traje perfectamente planchado espera junto la puerta de aquel remolque que le es tan conocido.

Su particular "suite".

No median ni una palabra, ambos saben cuál es su papel.
La ropa roza su piel hasta caer al suelo, su mente debe huir separándose de su cuerpo inerte.

Utilizado.

Siente recorrer su cuerpo joven los fluidos de aquel hombre, apretando su piel suave con sus rudos dedos.
Utilizándola como si fuese solo un inanimado objeto.

Sin sentimientos.

NeónWhere stories live. Discover now