8. Complicidad

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8. Complicidad


-Hola -dijiste, sonriendo. Tus dientes tan blancos como la nieve que abrazaba el entorno.

Debí ponerme roja porque soltaste lo primero que te llegó a la cabeza.

-Un día frío, ¿eh?

No te miré. Cuatro palabras y ya me gustaba tu voz. No era grave como esas voces de ultratumba, ni era aguda como para ser confundida con la de una de mujer.

-Perdona el inconveniente -volviste a decir-, ¿te importaría firmar esto?

Me tendiste una tabla con un montón de papeles, firmé en el primero y te la devolví. Entonces, un segundo repartidor subió las tres escaleras del porche con una enorme caja de cartón.

-¿Dónde la dejo? -preguntó, no supe si me hablaba a mí o te hablaba a ti.

-Aquí está bien -dije.

El nuevo repartidor te miró antes de colocarla en el suelo junto a la puerta.

-Así que sí hablas, pensé que no dirías una palabra.

Quería sonreír, te lo juro, pero no podía. Creo que ya lo sabías.



Cien velas para tiNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ