Tres

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Sólo deseaba sus labios y nada más. O al menos pretendía creer que solo fuera eso. Me mentía. Jürgen cancelaba cualquier pretensión lasciva mía, a pesar de ello no dejaron de estar presentes los besos, sumándose conversaciones largas sobre nuestras cotidianeidades o anécdotas. Había algo que se construía y trascendía al deseo, una complicidad.

Durante lo siguientes meses, los manoseos impropios se convirtieron en abrazos cálidos y prolongados, las sesiones de besos en tardes de series americanas sobre el sofá.. Empezamos pues a involucranos más de lo queríamos, sin darnos cuenta. 

Entonces, arribaron las confesiones, los "te echo de menos", los "quisiera que estuvieras aquí". Las palabras de amor, yo lo llamaba "mon petit lapin" (mi conejito en francés). Jürgen comenzó a incluirme en su vida, en sus planes, comenzó a extrañarme. Nos sentimos pareja sin serlo. Comencé a sentirme seguro.

Pero Jürgen no quería arriesgar el nexo construido. Yo anhelaba ser su amor, el dueño de sus labios, míos y de nadie más. 

Los amigos salvajesWhere stories live. Discover now