Me quede helado cuando una voz de hombre me dijo que era Aristóteles Stabros, pero luego de hablar un rato con él me relaje. Se notaba un buen hombre y el amor en su voz por su "pequeña" Nea.
El vuelo se me hizo eterno solo quería llegar a Los Ángeles y abrazar a Nea. La había extrañado demasiado.
En el aeropuerto mientras esperaba las maletas unas delicadas manos cubrieron mis ojos y me susurro al oído
_Adivina quién soy..._
_ El amor de mi vida..._ dije y me di vuelta para besar a Atenea con todas mis fuerzas y mi pasión contenidas entonces una garganta se aclaró detrás nuestro y vi a un hombre de unos 50 años, elegante e imponente con los mismos ojos azules de Nea.
_ señor Stabros_ digo extendiendo mi mano seriamente
_ ven aquí muchacho_ dice y me abraza con fuerza paternal_ debo agradecerte el apoyo que le diste a mi niña todo este tiempo chico_
_ daría mi vida por ella señor_ le digo sincero mientras él me palmea la espalda.
_ vamos a que te cambies a casa, zara preparo una cena exquisita para qué compartamos_ me dice Nea y salimos tomados de la mano.
En el camino hablo con mi padre y Stabros lo invita a cenar con nosotros, mi padre acepta impresionado.
En la cena todo va tan normal y corre como agua clara, el padre de Nea y el mío se lleva a las mil maravillas. Aristóteles es un hombre cabal, honesto y de buen humor que mira con amor a Nea y a veces se emociona cuando se nombra a Petra por alguna razón.
En la noche él y mi padre se van a la partida de póker que mi padre tiene semanalmente y quedamos al fin solos con Nea. Ella me toma de la mano y me lleva a su cuarto.
_ te extrañe demasiado..._ susurro en su cuello mientras la voy desnudando
_ no creo que tanto como yo a ti..._ dice y segundos después estamos perdidos el uno en el otro demostrando con nuestras caricias y gemidos que los dos nos extrañamos por igual. Cuando al final de nuestro apasionado encuentro ella duerme en mis brazos me doy cuenta de que ella es mi mundo, mi todo. Y quiero hacerla mi esposa.
