Capitulo 29

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—¡Alex! ¡Al helipuerto! —ordena—. El recorrido al hospital es demasiado largo para hacerlo en carretera.

Alex asiente y me levanta del suelo.

—Vamos, Natalia. Tu padre tiene que volar —esas palabras tan simples explotan en mi cerebro.

Se confirman mis sospechas. Está tan grave que no aguantará el viaje en ambulancia hasta el hospital más cercano. Cierran las puertas traseras y vemos cómo se alejan. César va con ellos.

—¡Vamos, Natalia! —Alex tira de mí y corremos hasta su coche.

Javier, David y Laura suben al de Miguel Ángel. Todos nos dirigimos al helipuerto. De camino vemos cómo el helicóptero está aterrizando. Llegamos todos a la vez. Uno de los técnicos, el conductor, baja rápidamente y abre los portones para poder sacar a mi padre. César sigue machacando su pecho mientras el otro técnico lleva una especie de bolsa sobre su cara, que va apretando constantemente.

Salgo del coche todo lo rápido que puedo. Necesito verle antes de que se lo lleven. Alex sale corriendo detrás de mí. Pero por una vez yo soy más rápida y consigo llegar hasta él. Toco su brazo.

—¡Papá, tienes que aguatar! —lloro.

—¡Papá, tú puedes con esto! ¡Lo vas a conseguir! —oigo a mis hermanos gritarle también. Miro, y los dos se abrazan.

—¡Tienes que salir de esta! ¡Papá, por favor! Por mamá, por tus hijos. Te queremos —no puedo seguir hablando. Las lágrimas inundan mi garganta. César me mira, y hay tristeza en sus ojos.

Alex me aparta con delicadeza de mi padre.

—Hay que dejarles trabajar —me dice.

Un médico y un enfermero salen del helicóptero, van poniendo cables a mi padre por todas partes mientras los demás le cambian de camilla y le suben al aparato. Antes de que cierren la puerta veo cómo colocan las palas del desfibrilador sobre su pecho.

—¡Nooooo! —grito desolada. Mis rodillas flojean y me vuelvo a dejar caer en el suelo. He llegado a mi límite.

El helicóptero despega.

—Ya me encargo yo —oigo decir a César.

Una de sus manos pasa detrás de mi espalda, y la otra por debajo de mis rodillas. Me levanta y camina conmigo en brazos hasta el coche. Lloro en su pecho. Apenas soy consciente ya de lo que ocurre a mi alrededor. Tengo la sensación de que estoy viviendo una pesadilla y necesito despertarme cuanto antes. César sube a la parte trasera del coche sin soltarme. Me coloca en el asiento y se acomoda a mi lado.

—¡Crucemos los dedos, preciosa! —pasa su brazo sobre mis hombros y me apoya contra su pecho. Me besa en la cabeza cariñosamente mientras acaricia mi pelo—. Vamos al hospital, Alex —Alex obedece y nos ponemos en marcha.

El viaje dura más de cuarenta y cinco minutos. Estamos a varios kilómetros del hospital más cercano. Cuando las lágrimas me dejan ver compruebo que mis hermanos vienen detrás de nosotros. Me incorporo un poco y miro a César. Él me devuelve la mirada.

—Por favor, dime qué piensas —le digo. Necesito saber.

—No lo sé, Natalia —me pierdo en sus hermosos ojos azules cuando me mira—. No te voy a mentir —acaricia mi mejilla—. Ha sufrido un paro cardíaco, debemos estar preparados para cualquier cosa.

Pongo las manos sobre mi cara y vuelvo a llorar desconsoladamente. No me puedo creer que hace solo unos minutos estaba perfectamente y disfrutando con nosotros. ¿Cómo es posible que la vida pueda cambiar tanto en un segundo?

—Hemos llegado —oigo decir a Alex mientras para el coche.

—Vamos, preciosa —miro y él ya está fuera. Extiende su mano para ayudarme a bajar.

La tomo y caminamos deprisa hasta la puerta de urgencias. Mis hermanos, Laura y Miguel Ángel llegan un minuto después. Preguntamos en el mostrador de información y nos piden que esperemos en la sala habilitada para ello. No podemos pasar. La incertidumbre es horrible. Los minutos parecen horas y, desesperada, le pido ayuda a César.

—¿Crees que como médico podrías entrar y averiguar? —necesito saber, a cualquier precio.

—Voy a ver qué puedo hacer —se levanta y va a hablar con uno de los celadores.

Dos minutos después me mira, guiña uno de sus preciosos ojos y camina con el celador hasta unas grandes puertas que se cierran tras ellos. Me pongo nerviosa, sé que en cuestión de minutos tendré noticias. Mis hermanos se sientan conmigo. Javier está algo más entero, siempre ha sido el más valiente de los tres, pero David llora desconsoladamente, como yo. Los tres nos abrazamos.

Meto una de mis manos en el bolsillo del pantalón para buscar un pañuelo con que secar mis lágrimas y noto algo duro en él. Lo saco. Es la nota de mi padre. Mi corazón se encoge. Les cuento dónde la encontré. La leo en voz alta y no puedo evitar volver a llorar amargamente. Javier finalmente pierde la entereza, y una cortina de lágrimas baña su cara.

El sonido de las grandes puertas abriéndose llama nuestra atención. Todos miramos cuando se abren. César aparece tras ellas.


Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant