La morenita caribeña

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La Habana, Cuba, Noviembre, día 12 de 1997.
Las palmeras iban al mismo ritmo, si parece que bailaban con tanto sabor caribeño, aunque claro, el viento las ayudaba. Se me calentaron las piernas y mientras disfrutaba del paisaje de la isla, bailaba salsa. Un puchito loco y una camisa floreada, el sol me ponía irracional, quería un roncito para afirmar la garganta y unas piernas morenas para gastar la billetera gorda. Si pareciese que Dios estaba vivo danzando en ese paraíso natural, porque escuchando mis plegarias apareció ante mi, una morenita de peto fumando un "Monte Cristo y de taco alto la vivaracha. Me saque los lentes de sol para verla de todos colores, me miraba risueña moviendo la cadera, haciéndole competencia a las palmeras, una batucada callejera motivaba su ritmo, me volví loco. Con el calor vino el sudor, se me perdió la camisa y los pies se me quemaban en el cemento, descalzo con un short blanco y agarrado de la Morena, le bailamos al sol. Sus tremendos ojos me encandilaron, con esas piernas a quien no le dan ganas de dormir, yo reía imaginado el susurro de una noche juntos. Mar y danza, tambores y alegría, sol y morena, terminamos despidiendo a la luna, recibiendo nuevamente al sol, mirando por la ventana del hotel, un puro decoro de humo el ambiente, no quería volver a Chile. Pa que me van a separar de la
Morenita.

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