01: Destrucción.

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¿Dónde estaba la gente? ¿Dónde estaba la gente viva? El sudor corría por mi frente y por todos lados. No podía concebir nada. Pensaba en el increíble milagro que había sido dar el aterrizaje y salir viva de éste, pero ver todo lo que había ahí abajo hizo que quisiera volver al avión y morir en él.

Destrucción era la palabra. La había por todos lados, por donde quiera que mirara. Los muertos se comían a los vivos, y era así, ninguna película de ciencia ficción.

A esas alturas ya estaba en cuclillas temblorosas detrás de un contenedor de basura, tratando de reaccionar a todo lo que pasaba a mi alrededor. Tanto, que ni siquiera le di importancia al hecho de que estuviera detrás de un contenedor de basura. Miraba con miedo la situación que si me la contaban probablemente me parecería graciosa, pero ahora no en absoluto. Qué visión más horrible, con qué poco el mundo se pudo ir al pozo.

¿Pero acaso era eso biológicamente posible? Quise entenderlo, pero no me salía. Tal vez mis sentidos y mi lógica estaban cegados con semejante espectáculo, o tal vez no quería creer que aquello era real.

Sentí una mano en mi hombro, rogué porque fuera el genio de Oliver, que quería buscar nuestro equipaje. El equipaje era muy importante en medio de esa situación, sin duda.

Pero no era él. Era un chico algo más joven que yo, con ese aspecto de saberse todas las enciclopedias del mundo. Bueno, un cerebrito. Se veía tan asustado como yo.

—¿Es...estás sola? —tartamudeó entre lágrimas—. Acabo de ver como se comían a mi hermano.

—Oh lo siento, lo siento —le acaricié el pelo, sin saber por qué, si ni lo conocía—. Estoy con un chico, si es que aparece, robaremos un auto y nos iremos lejos. No puede estar así todo el país. Tiene que haber un lugar.

—¿Un lugar? —no sonaba muy convencido.

Comenzó a llorar bastante alto, lo cual hizo que nuestro escondite no fuera un gran escondite. Empezaron a llegar más de esos viscosos, cerré los ojos para no verlos mientras los golpeaba con el bate.

—¡Espera! —gritó el chico—. Dales en la cabeza, el golpe en el cerebro puede ser más eficaz.

Con ese dato me cambió el panorama. Aunque sólo el 5% del panorama, porque el resto seguía igual. Los monstruos seguían tratando de comerme, arañarme, y hacerme uno de ellos.

Cuando terminé, respiré y a lo lejos vi a Oliver con dos valijas corriendo como poseído hacia nosotros.

—¡Nos vamos! —gritó rompiendo el cristal de un taxi con el codo, y metiendo todo a la fuerza y tirando al zombie descompuesto que estaba sentado al volante. Ni siquiera se molestó en preguntar quién era el de anteojos, aunque ni yo lo sabía.

—¿Cuál es tu nombre?

—Keith. Como Keith Richards, el de los Stones.

Detuve mi agitación para mirarlo completamente. Oliver ya había arrancado y seguro un caballo manejaba mejor que él. Keith tenía pelo rubio, anteojos, y su mirada temblaba. No sé si eso era posible, pero era cierto, temblaba y mucho.

—Todos sabemos quién es, no hacía falta que lo aclares. Pero, ¿alguna vez te dijeron que eres todo lo contrario a Keith Richards?

—Todas las veces —suspiró—. ¿Y tu nombre?

—Dina Devine. Y antes de que lo digas, sí, D.D.

—D.D. —se frotó la barbilla—. De acuerdo.

—Bueno chicos, y yo me llamo Oliver Adler, gracias por preguntar.

Dio un volantazo. Se la estaba pasando bomba atropellando zombies, mientras nosotros sufríamos en la parte trasera.

Ex Cinere » Daryl Dixon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora