1. "Un monstruo"

12.3K 825 40
                                    

e d i t a d o 

Sus ojos. Sus ojos han sido su perdición desde el día en que nació. Lucían angelicales, con ese tono verde esmeralda que conseguía cautivar el corazón de cualquiera que se topara con ellos... Menos el corazón de su padre. Todo cambiaba cuando cruzaba miradas con su padre; literalmente cambiaba. El verde era ahogado en un infierno, siendo reemplazado por una tonalidad roja carmesí, o mejor dicho, era sustituido por sangre, sangre que cubría todo su globo ocular y dejaba una delgada línea bordó en las mejillas del pequeño. Un cosquilleo recorría el cuerpo de quien era tan desgraciado de verlos; un cosquilleo infernal, uno que te generaba el impulso de gritar pero te quitaba la voluntad de hacerlo, para que te ahogues en tu propio odio.

Todo comenzó el 23 de diciembre de 1999, cuando Karen Laught le concedió la vida a su primer y único hijo. De no ser por su pecho subiendo y bajando, las enfermeras habrían creído que él estaba muerto, debido a la ausencia de su llanto al llenar por primera vez sus pulmones de aire, y a sus ojos abiertos de par en par, sin pestañear siquiera una vez. Las sanitarias, con una sensación de disgusto en la punta de sus lenguas, se apresuraron a extenderle el bebé a Karen, quien lo recibió con lágrimas en los ojos.

—¡Dios mío! ¿Acaso ese niño está sonriendo? —había exclamado con sorpresa una de las enfermeras.

Y, efectivamente, cuando la mirada del niño se cruzó con la de su madre, en sus labios se dibujó una inocente sonrisa; su primer sonrisa, a tan solo minutos de haber nacido, lo que sorprendió a todos los presentes. Pero toda la atención que el pequeño estaba recibiendo se desvió hacia Robert, su padre, quién entró a la habitación azotando con furia la puerta, consiguiendo sobresaltar a Karen y a las enfermeras, quienes se incomodaron al instante y vieron oportuno marcharse, bajo la excusa de darle un poco de privacidad a la pequeña familia.

—Amor, te presento a nuestro hijo —fue lo único que la mujer se atrevió a decir, o más bien, susurrar.

Entonces, sucedió. Todo parecía fluir en cámara lenta. La mirada del bebé abandonó la de su madre, conectándola con la de su padre, quien se paralizó en cuanto sus ojos se encontraron. El infierno se adueñó de sus globos oculares, convirtiendo su mirada en algo sombrío y siniestro. Robert se sentía hipnotizado por ellos, se sentía prisionero de esa sensación macabra que se adueñó de su cuerpo. Quería gritar, realmente quería hacerlo, pero era incapaz de emitir cualquier sonido.

No sabía qué pensar, tampoco qué sentir, pero de una cosa estaba seguro: ese no era su hijo, era un monstruo.

No sabía qué pensar, tampoco qué sentir, pero de una cosa estaba seguro: ese no era su hijo, era un monstruo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

IG: Micubalda

Ángel de mis pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora