Prólogo: Jugar el rol de villano no es para todos

45.8K 3K 852
                                    

La tarde era helada la vez que James se repitió que había tomado la decisión correcta, de nuevo.

O tal vez no lo había sido, y ese error lo perseguiría por lo que durara su vida. ¿Pero qué tan condenable era haberle dado la espalda a la mitad de su familia? No era su culpa si su hermano y su madre estaban enfrentados hasta el punto de ser enemigos en una guerra, porque él no dudaba de dónde debía encontrarse Robin ahora mismo. El brujo era demasiado predecible en ese sentido, siempre intentando apegarse a las reglas pero rompiéndolas porque el sentimiento era más fuerte. De niños, solía regañar aquel comportamiento en su hermano menor sabiendo que siempre resultaba en problemas, pero ahora mismo admiraba la valentía que implicaba. Tal vez, si James fuera tan valiente como él en ese aspecto, no se sentiría mal por pesos que no le correspondían.

Vivir bajo ley marcial era insoportable, porque significaba que él le debía tanto respeto a su madre por estar a cargo del gobierno como a Rogers por ser el jefe de las Fuerzas Armadas. Y si había alguien en toda la existencia a quien James jamás podría tolerar era a ese brujo de amable carácter y perturbadores deseos. Eso era lo que más odiaba de él, que a simple vista su carisma tuviera a todos encantados como si nadie supiera de las acusaciones que una chica inocente una vez había hecho contra el ministro de defensa. James jamás podría olvidar la mirada rota de esa bruja cada vez que recordaba que era una exiliada y jamás podría volver a su hogar, a su familia, a la vida que debería haber tenido.

Había aprendido, de parte de cierta princesa de los problemas, que el poder venía con la actitud y no al contrario como se solía pensar. ¿Si uno mismo no imponía su voz, entonces qué lo haría? ¿Un bonito título que no era más que eso? La autoridad no era lo mismo que el poder, no cuando uno no era respaldado y el otro sí. Nina podía ser cuestionable en muchos sentidos, pero si había una verdad absoluta que cualquier ser conocía era cuánto los cambiaformas amaban a su princesa. Y no se trataba de una adoración ciega y sin fundamentos, la absurda creencia en su sangre supuestamente divina; sino de un amor profundo y sincero porque esa era la misma chica capaz de hacer cualquier sacrificio por el bien de su pueblo.

¿Cuántas veces Nina había puesto su vida en peligro, solo para salvar a otro cambiaformas que bien podía ser un desconocido para ella? Pero solo eso bastaba, saber que era uno más de su pueblo, para que ella mandara al diablo cualquier razón y pusiera su seguridad en juego. Esa misma intensa pasión que la había llevado a declarar una guerra que nunca había deseado en primer lugar. ¿Pero quedarse sin hacer nada mientras su gente era insultada y maltratada? No, eso no sonaba como algo que haría la última descendiente de Loki cuando aseguraba que el fuego corría por sus venas.

Tenía que haber un modo de hacerla recapacitar sobre sus acciones, aun si los cambiaformas podían llegar a ser bastante tercos y nunca retrocedían en un duelo; porque sabía que Valerie no sería la primera en ceder. Había sido ingenuo al creer que todo podría solucionarse de un modo diplomático. Nina pediría perdón, Valerie lo aceptaría, y la guerra se hubiera evitado. Pero James había ignorado un solo detalle. Un Loksonn no tenía escrúpulo en arrodillarse si era por el beneficio de Rike, pero jamás bajaría la cabeza si eso hacía quedar mal a su pueblo sin fundamento alguno. Nina no había asesinado al magister, y nunca aceptaría tal acusación sabiendo que quedaría marcado por toda la eternidad en la historia de su tipo. Del mismo modo que tampoco había aceptado que una bruja se atreviera a levantarle la mano.

James tampoco se animaba a admitir que el magister se había suicidado, ni que inconscientemente había ayudado a que eso sucediera. Decirlo sería lo mismo a declarar que era culpable. Tampoco era como si pudiera dar marcha atrás con eso ahora, no luego de todo lo que había hecho y a quienes había decidido dejar. De seguro dudaría hasta el final, pero no era algo que pudiera permitirse mostrar a los demás. Mentir y mostrarse calmado siempre era mucho más fácil que admitir el desastre emocional que era por dentro. ¿A cuánto había renunciado por tomar un lado?

R es de Reina-Como-Debes (#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora