26. Reencuentro

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Nada más verla fue suficiente para llevarse las manos a la boca, la cual comenzaba a temblar, producto de la ansiedad. De estar en su cuerpo de carne y hueso, de seguro el corazón se le hubiese acelerado hasta casi salir por su garganta, pues aquello era casi imposible de creer. Sentada de rodillas en el suelo parecía vulnerable, pero casi podían verse sus ojos brillar de felicidad al cruzar su mirada con la suya, sin duda ninguna de las dos podía disimular la sorpresa que les producía el volver a verse.

Su cabello largo y rojizo, la mirada sostenida en sus ojos verde claro, su piel aún más blanca que la suya, características inconfundibles. No había rastro alguno de energía adicional, solo era ella. Sí, sin duda alguna era ella. Tras eliminar de su camino a aquella entidad verde y recordar todo lo que ocurrió antes de estar en ese extraño laberinto boscoso, verla parecía un premio, una señal de que no estaba sola en medio de aquella oscuridad. De sus labios, con la voz entrecortada, pronunció su nombre.

—Ann...

—¿Al... Alessa? —dijo ella, más en un jadeo que hablando con su voz.

Sin poder contenerse más, Alessa corrió en dirección a ella, se dejó caer al suelo sobre sus rodillas, quedando a su misma altura, y acto seguido, rodeó su cabello y su cuello con sus brazos, a lo cual ella correspondió envolviendo su torso con los suyos. Se abrazaron fuertemente, aferrándose con firmeza una a la otra, por razones que ninguna de las dos terminaba de entender, aunque eso importaba poco; se abrazaban porque así lo deseaban, porque simplemente tenerse una a la otra le inspiraba seguridad a cada una, porque si debían enfrentar cara a cara el mismísimo infierno, preferían hacerlo juntas.

—No puedo creerlo... De verdad eres tú -suspiró Alessandra, con la emoción rasgando su voz, mientras su cabeza reposaba en el hombro de Annelien- Pensé que... Tenía miedo de que...

—Tranquila, yo también creí estar muerta —interrumpió Annelien con un hilo de voz, mientras apretaba con aún más firmeza el torso de Alessa, claramente ella también tenía por dentro un revoltijo de emociones—. Lo creí hasta que me vi en este lugar...

En ese momento, deshicieron el abrazo con suavidad y quedaron mirándose una a la otra, todavía de rodillas en el suelo. Era tanta la impresión en Annelien que no había reparado en el brillo magenta de los ojos de Alessandra. Se vio tentada a preguntarle acerca de ello, pero otra interrogante se anticipó, una que hizo que la alegría momentánea comenzase a menguar, pues cayó en cuenta de lo que significaba que estuviesen juntas en ese sitio, llevándose sus manos a la boca, tragando aire con brusquedad.

—¿Qué pasa, Ann? —dijo Alessa, sobresaltada ante la repentina reacción de su compañera.

—También te atrapó a ti —dijo Annelien, en un tono similar a un sollozo.

Ante aquellas palabras, la reacción de Alessandra se limitó a una lenta bocanada de aire, que retuvo mientras pegó su frente a la de Annelien y le puso las manos detrás de la cabeza, acariciando su cabello, al hacerlo soltó el aire y disipó sus pensamientos, pudiendo hablar con calma de nuevo, muy a pesar del horror y la impotencia que le causaba saberse perdida en aquel paraje desconocido. Su tono fue sereno y pausado.

—Era eso o que capturaran a Marko. Este ser, sea lo que sea, lo estaba buscando a él —dijo mientras despegaba su frente, volviendo a quedar cara a cara con ella—. No sé qué será de mi cuerpo, ni de Pyrea, pero tengo la esperanza de que Marko pueda hacer algo, por ahora...

—Estás diciendo... —le interrumpió Annelien, en un tono de incredulidad, con cierto pesar en su voz— ¿Estás diciendo que preferiste jugarte tu propia vida para salvar a Marko?

—Bueno... No fue exactamente así, simplemente las cosas se dieron de esa forma. No tuve elección, pero tendría que explicártelo todo desde el principio, hay bastantes cosas que estoy segura que no has visto y deberías saber.

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