3. Sueño lúcido

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Tras despertar sobresaltada, caminó lenta y silenciosamente hacia la puerta de su habitación, con el objetivo de saber qué sucedía. Algo ocurría allá afuera, y fuese lo que fuese, no pintaba nada bien. Tanto apuro tenía por salir que ni siquiera se percató en qué momento se había levantado de la cama.

Sentía un calor latente bajo su piel, como si estuviese a cincuenta grados de fiebre, pero sin ningún mareo ni malestar, como si toda ella ardiera en llamas desde adentro, pero sin dolor alguno; también percibía una sensación extraña: hormigueo, calambres ininterrumpidos, como cientos de descargas eléctricas recorriéndole todo el cuerpo. No estaba segura de si era aquella sensación inexplicable o los sonidos extraños que provenían desde el sótano, ubicado frente a la puerta de su cuarto, lo que la había hecho despertar de golpe, pero claramente los ruidos eran prioridad.

Su padre y el Dr. Richard debían estar allá abajo, así que resolvió ir hasta el sótano para averiguar qué ocurría.

Una vez fuera de su cuarto, llegó al sótano rápidamente, para luego bajar por la escalera iluminada que desembocaba en lo que su padre y su colega habían convertido en su laboratorio de pruebas privado. Todo era demasiado extraño. Cada escalón que descendía, una vibración pulsante en su cuerpo, que había empezado a sentir cuando pasó a través del umbral de la puerta, se hacía más y más fuerte.

—Pero ¿qué? —preguntó para sí misma, al ver un enorme transformador con una enorme abertura en la mitad, desde la cual salía una iluminación blanca e intermitente, que a cada segundo parecía escanear cada centímetro de la habitación junto con ella, que se encontraba justo enfrente. A medida que el tiempo transcurría, la luz parecía atenuarse poco a poco.

Ni su padre ni el Dr. Richard se encontraban ahí para explicarle lo que sucedía, pero de inmediato examinó su alrededor. Había una extraña camilla frente a ella, envuelta en una cúpula de vidrio templado, donde aparentemente había estado recostado alguien, conectada por medio de cables metálicos gruesos a un enorme y extenso tablero de mando. Se acercó al tablero y se dio cuenta que la pantalla principal marcaba en rojo la palabra «ERROR» en mayúsculas.

Claramente, algo había salido muy mal allí abajo, y las dudas y preguntas empezaban a invadir a Alessa como si de un torrente mental se tratase. En ese momento, otro pensamiento muy distinto se le cruzó por la cabeza, justo cuando la chica reparó en algo muy importante: la sensación dentro de su propio ser. La calidez que sentía se había incrementado y se hacía mayor conforme permanecía al alcance de la onda blanca emitida por el transformador. Nada de lo que veía o sentía tenía precedente alguno, y no tardaron en empeorar las cosas.

Comenzó a sentirse incómoda, en un momento mareada y al otro no, como si padeciera náuseas que iban y venían. Cada pulsación de la onda expansiva le provocaba esa misma repulsión involuntaria, como si le hiciese daño estar cerca de ella. Algo dentro de ella se lo decía a gritos: tenía que salir de ahí. Decidió entonces darse por desentendida y esperar a que su padre y el Dr. Richard regresaran, de seguro ellos le explicarían qué había sucedido. Sin rastro alguno de ellos, ella asumió que habrían salido un momento a resolver lo que sea que hubiese ocurrido ahí abajo. No lo pensó de nuevo y se apuró a volver por donde vino, miró hacia las escaleras y caminó hacia ellas.

Una vez subió por las escaleras, se disponía a tomar la palanca de la puerta metálica cuando una duda empezó a taladrar su mente, y es que no era capaz de recordar el momento en el que abrió la puerta y descendió por esas mismas escaleras, como si solo le hubiese bastado el deseo de estar ahí dentro. Supuso que estaría distraída cuando lo hizo, y en su afán por salir cuanto antes de aquel lugar, se precipitó a ir hacia la puerta para ir de vuelta a su habitación. Cuando intentó tomar la palanca de la puerta, no consiguió asirla con su mano y toda ella se fue impulsada hacia adelante; en un parpadeo, ya no había puerta alguna delante de ella y ahora estaba de vuelta en el pasillo que conectaba con su cuarto. Sí, ella acababa de atravesar la puerta.

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