Capítulo 4

132 12 0
                                    

Sentí como unas manos me sacudían de un lado a otro. Abrí mis ojos, Aida ya no estaba a mi lado. Vi el rostro de Brigitte sobre mí, con una enorme sonrisa. -¡Despierta!- me dijo. Su voz a estas horas de la mañana, no era para nada agradable. ¿Qué hacía aquí? No estaba segura. 

-¿Qué quieres?- pregunté volviendo a cerrar mis ojos. 

-¡Ah! veo que alguien despertó de mal humor hoy.- siguió zarandeando mi brazo, lo que me irritaba aún más.-He convencido a tu madre de que te dejara ir al festival hoy de noche.

-¿Festival? ¿Qué festival?- pregunté mientras repasaba mi agenda mentalmente. Y no, no había ningún festival dentro de ella. Di la vuelta y me dispuse a seguir durmiendo.

-Disfraces... música...- dijo para refrescar mi memoria, y lo hizo. Cada año se le rendía culto a la diosa de la caza y protectora de los animales, también se la conocía por ser la diosa de las vírgenes. Yo por mi parte, creía en la ciencia. Pero de todas formas me gustaba participar. 

Todas las jóvenes "que decían" ser vírgenes estaban prácticamente obligadas a ir. Con el tiempo los habitantes del pueblo fueron incluyendo a los muchachos que también "afirmaban ser vírgenes" pero eso si que no me lo creía. -¿Me ha dejado?- pregunté abriendo los ojos de par en par. Inmediatamente me levante de la cama.

-Sí, aún no tenemos nuestros disfraces así que...¿qué me dices si vamos de compras?

¿Disfraces? Ya era lo suficientemente mayor para ir por ahí luciendo un traje de conejo o algo mucho peor, de ciervo. Como lo había hecho cinco años atrás, mi madre estaba empeñada en que me lo pusiera y lo hice para complacerla. Dos enormes astas sobre mi cabeza eran el motivo de las risas de las niñas de todo el pueblo. - No creas que me disfrazaré- dije. 

-Veremos algún bonito vestido para ti y alguna máscara. No tendrás que colocarte tus enormes y llamativos cuernos. -rio. Yo la fulminé con la mirada, aquello no era gracioso. Era lamentable. 

**** 

Dos locales de ropa en todo el pueblo eran nuestras opciones. -¿Qué me dices? ¿Prefieres un vestido que dure solo un día o uno que tendrás que utilizar el resto de tu vida?- preguntó ironizando. La primera opción era la más económica, pero como dijo Brigitte: "lo utilizaría solo un día" seguramente al día siguiente ya estaría roto. Y la segunda opción no nada agradable, al menos para mi madre. Prácticamente todo lo que habíamos heredado del abuelo iría en ese vestido. -La primera opción- le dediqué una mirada apenada. 

Entramos e instantáneamente nos dirigimos a la sección de vestidos, nos probamos cada uno de ellos. Después de unos treinta minutos, nos encontrábamos nuevamente fuera del local con nuestros respectivos vestidos. -Tengo las máscaras que utilizamos el año pasado- me dijo Brigitte.

La miré intentando hacer memoria, hasta que acepté sin ganas de seguir recorriendo todo el pueblo en busca de dos máscaras. 

****

El reloj de la habitación de Brigitte marcaba las 8:00 p. m. Me encontraba frente a un espejo con mi nuevo vestido de color blanco y tenía en las manos mi disfraz. La cabeza de un lobo de pelaje blanco, con dos orificios donde tendrían que estar los ojos. Recordé a los enormes animales que había visto la noche anterior. 

Brigitte salió del baño con un hermoso vestido color naranja claro y algunos detalles en rojo. Su máscara suponía ser un ave, al menos eso era lo que aparentaba por el enorme pico que tenía delante. -¿Eres un cuervo o un águila?- reí. 

-¡Un águila Amelia! ¡Un águila!- soltó molesta.- Si te burlas, te diré lo que decían las niñas de tu traje de ciervo- eso si era una amenaza. Era un poco inútil de mi parte avergonzarme por algo que había sucedido hace tantos años, pero lo seguía haciendo. 

Amelia: El infierno de las bestiasWhere stories live. Discover now