Capítulo 14

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Frederick vivía en el cuarto piso de un edificio que no tenía ascensor, por lo que estaba comenzando a arrepentirme de mi propuesta de jugar una carrera hasta aquí, aún más porque la había perdido y el idiota de Gideon se estaba jactando de que er...

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Frederick vivía en el cuarto piso de un edificio que no tenía ascensor, por lo que estaba comenzando a arrepentirme de mi propuesta de jugar una carrera hasta aquí, aún más porque la había perdido y el idiota de Gideon se estaba jactando de que era un atleta sin igual, cuando era más que claro que estaba en muy mala forma al igual que yo.

—Descansemos un segundo, me está doliendo el estómago —dije tomando asiento uno de los escalones mientras limpiaba las molestas gotas de sudor que estaban descendiendo de mi frente hasta mis mejillas con el dorso de mi mano.

—Nos quedan dos pisos, apúrate —pidió de mal humor y con muy poca empatía hacia mi pobre estado físico—. ¿Para qué pediste jugar una carrera si te ibas a poner así?.

—Ya estoy empezando a entender porqué aceptaste —reconocí bajando el cierre de mi chaqueta para quitarmela de una buena vez, estaba muriéndome de calor, me sentía demasiado sofocada.

Frederick soltó un suspiro y se quitó su suéter de rombos quedando en camiseta al igual que yo, salvo por el hecho de que la suya no tenía el logo de Star Wars, que decepción y falta de cultura.

—¿Y si me subo a tu espalda? Tu te ves mejor que yo —sugerí con una sonrisa, no era tan mala idea y ambos salíamos ganando.

Frederick frunció el ceño y, al contrario de lo que estaba pensando que iban responder, se terminó y arrodillado en el suelo enfrente mío, en espera de que subiera a su espalda de una vez. Antes de que pensara mejor lo que estaba haciendo y se arrepintiera de su decisión, dejé mi mochila en el suelo junto con mi chaqueta de algodón, coloqué mis manos sobre sus hombros y me subí a su espalda, pero apenas dio los primeros dos pasos dijo:

—No va a funcionar, eres demasiado pesada —protestó arrodillándose de nuevo en el suelo, era un llorón—. Vas a tener que caminar, Bethany.

—Al final descubrimos quién es el verdadero débil —murmuré tomando mis cosas del suelo.

De todas maneras, pese al fallido intento de que Frederick demostrara su fuerza, estaba mucho más descansada que antes y conseguimos llegar al cuarto piso en cuestión de minutos.

Su departamento no era muy espacioso, pero todo se veía salido de una exposición de arte, principalmente por las pinturas que adornaban las paredes de su living-comedor y las distintas esculturas de arcilla o con plástico que decoraban los muebles. Ahora entendía el porqué Frederick se vestía de ese modo, prácticamente vivía en una especie de museo.

—Mi mamá no está, así que no te preocupes mucho por aparentar ser normal —respondió dejando su bolso arriba del sofá, luego me quitó la mochila e hizo lo mismo—. Sirvo algo para tomar y vamos a mi cuarto, ¿tienes hambre?.

—Si, ¿qué tienes? —dije ignorando por completo lo que había dicho al principio, ya me estaba acostumbrando a sus comentarios burlones.

Comencé a caminar por su sala y tocar los adornos que descansaban en los muebles, había varios portarretratos con fotos de Frederick de niño y quién parecía ser su madre, una mujer de cabello castaño claro y piel trigueña, tenía una sonrisa demasiado enérgica. Había que reconocer que era una mujer bastante atractiva, al parecer Frederick no había llegado a heredar eso de ella, solo sus ojos cafés y un poco su sonrisa.

Una investigación por BethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora