Capítulo 24 ✅

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Una sonrisa comenzó a aparecer poco a poco en el rostro de Isabel, quien seguía mirando al gato con curiosidad e interés. Mi madre estaba hablando con mi padre, acerca de algo que no podía descifrar muy bien. Zoe miraba fascinada a Isabel y al gato, quien tenía los ojos cerrados y ronroneaba a gusto.

- A Sr. Tuko le gustas. - Sonrió Zoe.
- Supongo que si...

Isabel le entregó el gato a Zoe. Al instante, este abrió los ojos, pero continuó con su ronroneo.

- ¿Por qué no vamos a desayunar? - Sugirió mi madre, mientras se dirigía a la cocina.
- ¿No habéis desayunado? - Pregunté, mientras iba con ella.
Si, nosotros si. Os preparare algo a Isabel y a ti, ¿vale?

Asentí, mientras besaba su mejilla con cierto cariño y salía de la cocina para ir a lavarme las manos.

- Llamamos al Instituto. - Me mencionó ella antes de que yo pudiera desaparecer. - Los vientos de anoche hicieron que cayera un árbol en la puerta del Instituto y las clases se retrasaron. Empiezan a las once y terminan una hora más tarde de lo normal.

- Vale, le diré a Isabel que empiece a prepararse. - Sonreí. Caminé escaleras arriba, donde había escuchado sus pasos unos minutos antes. Ella estaba en su habitación, observando una caja musical que contenía una pequeña bailarina de ballet que se movía en el centro de la caja. Alrededor de ésta, habían joyas pertenecientes a mi madre.

Golpeé la puerta dos veces, ella se sobresaltó y cerró la caja lo más rápido que pudieron sus manos y me miró sonrojada.

- ¿Qué hacías? - Pregunté, sin entrar en la habitación.
- Yo... Escuchaba esta caja... - Murmuró avergonzada. - No importa, ¿verdad?

Negué.

- Oye, mi madre me ha avisado sobre que las clases empiezan a las once, así que... Ve preparándote, ¿vale?
- Vale.

| PDV de Isabel|

¿Se habrá enfadado conmigo? No quería que Calum se enfadara conmigo. Era la única persona que se había ganado mi confianza. Él me miró y cerró la puerta cuando salió de la habitación, dejando un silencio espantoso. Caminé, y algo nerviosa, abrí el armario.

Cuando llegué del hospital, Joy me dijo que toda la ropa que había en ese armario la podía utilizar, ya que ella no la usaba.

Miré con atención y curiosidad las prendas que colgaban hasta que saqué una camiseta de manga larga de color gris y con un dibujo negro de un ojo con lágrimas. Saqué una chaqueta que me parecía preciosa. Era negra, de tela gruesa y que me protegía del frío de la mañana. También cogí unos jeans que eran elásticos y para los pies unas botas.

Por primera vez en mi adolescencia, me sentía guapa.

La habitación tenía un espejo de cuerpo entero. Me miré allí sin saber que decir.

¿Qué diría mi madre si me viera así, así de guapa? Toqué mi pelo que estaba muy enredado, ¿donde habrá un cepillo? Mi cepillo se había quedado en la habitación de mi casa, y no tenía nada más.

Cuando me dirigía a recoger la mochila que Joy me había regalado para el instituto, tocaron la puerta, antes de abrirla. Los apareció por la puerta, sonriendo levemente y con una bolsa de supermercado en la mano.

- Compré algunas cosas para ti cuando veníamos de vuelta.
- No debías, Joy... - Comencé a protestar, pero ella me detuvo.
- Ahora eres parte de esta familia, y necesitas tus cosas personales, ¿no? - Sonrió. Hizo que me sentara en la cama y ella se sentó frente a mi, comenzando a sacar bolsas de la bolsa. - Te he traído un cepillo de dientes y un cepillo para el pelo. También un desodorante, champú, gel, cremas, perfumes, ropa interior nueva y algunas cosas para el pelo.

Miré todos los productos para mi sobre las colchas de mi cama.

- Joy... Gracias, de verdad. Sonreí. Ella devolvió la sonrisa y me abrazó.
- Recuerda que si necesitas algo más sólo pídemelo, ¿vale?

Asentí con la cabeza. Ella me dijo que el desayuno estaba ya hecho, Calum me estaba esperando y que tenía menos de media hora para terminar e irme al Instituto. Me dejó para que terminase de hacer lo que tuviera que hacer.

Cogí el cepillo y le quité la etiqueta. Miré mi pelo que estaba muy enredado y comencé a cepillarlo. Cuando terminé, cogí mi mochila y bajé las escaleras mordiéndome el labio inferior. Dejé la mochila sobre el sofá y fui a la cocina. Calum estaba allí, con una chaqueta de cuero negra, una camisa azul, unos jeans ajustados y sus típicas zapatillas Vans negras. Calum me miró fijamente y me sonrió.

- Te pareces a mi madre. - Dijo, mientras me señalaba un tazón pequeño con cereales y leche. - Come para que nos vayamos. - Dijo.

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