1. El origen de mi obesidad

469 14 17
                                    

La rutina y el día a día hacen que perdamos un poco la perspectiva sobre nuestras vidas. Mecánicamente, hacemos lo mismo a diario sin darnos cuenta, ya sea para bien o para mal. En mi caso, la obesidad no surgió de repente, sino que fue algo gradual. Al ir dejándome, fui perdiendo ese enfoque y cayendo en una espiral de negatividad. En esos momentos fue cuando me di cuenta y pensé: «¿Cómo he llegado a esto?». Yo, personalmente, no lo entendía muy bien, sabía que había pasado por malas épocas y que me había descuidado, pero mi mente no alcanzaba a entender o a asimilar cómo había llegado a pesar tanto. Todas las historias comienzan de alguna manera y, en mi caso, mi problema surgió en la infancia o, al menos, las semillas de lo que yo, en un futuro, con mi actitud insegura, convertiría en obesidad. En este capítulo contaré las vivencias que, entre una cosa y otra, me llevaron a ser una persona obesa.

Infancia

El sol pega con fuerza esta mañana y, a pesar de estar en el patio del colegio, apenas corre una ligera brisa y el calor se nota con intensidad. Todos los alumnos dan vueltas alrededor del campo de fútbol, siguiendo las instrucciones del profesor de Educación Física. Para mí, es agotador trotar aunque sea lentamente, pues noto como mi corazón bombea con fuerza y parece que, de un momento a otro, vaya a salir de mi pecho. Según va aumentando la intensidad del ejercicio, mi respiración se acelera. Mi rostro se empapa de sudor, lo que hace todo mucho más incómodo y pesado. Odio la clase de Educación Física. Me siento tan torpe comparado con el resto de mis compañeros... Lo malo de todo es que, cuando acabemos el calentamiento, seguro que nos tocará correr o, lo que es peor, jugar a fútbol. Después de estar un rato dando vueltas, el profesor nos para con su silbato.

Lo que me temía: vamos a hacer carreras. Lo único bueno es que no jugaremos a fútbol y no tendría que pasar por la humillación de ser el último elegido para formar parte de un equipo o ser el portero torpe. El profesor nos manda que nos coloquemos en dos filas para competir los unos con los otros. Cuando toca mi turno, empiezo a correr lo más rápido que puedo, aunque no sea mucho. No sirve para nada: siempre acabo perdiendo. Antes de que me dé cuenta, mi contrincante me lleva mucha ventaja. Llego hasta la portería opuesta, exhausto y sintiéndome un perdedor. Ahora, me toca volver donde empezamos, mi rival ya ha llegado y me siento como si tuviera que correr millones de kilómetro para conseguirlo. Me siento tan patético y torpe... Seguro que a los demás niños les parece graciosa mi manera de correr. La verdad es que nunca me he sentido cómodo corriendo, por eso intento evitarlo siempre que puedo. La mayoría de niños me miran con burla cuando llego a la meta sin aliento. ¿Por qué tengo que ser tan distinto a ellos? Cómo me odio a mí mismo por no poder parecerme a ellos, no entiendo por qué tengo que ser un niño gordo cuando los demás son delgados y siempre están llenos de energía, todo lo apuesto a mí. Estoy agotado tanto física como moralmente. Lo único que me hace sentir medianamente bien es que, en cuanto acabe las clases, podré volver a casa y jugar tranquilo con mis juguetes sin sentirme juzgado por los demás.

De pequeño, con cinco años o así, no tenía sobrepeso: era un niño con un peso normal. Fue a partir de entre los siete y diez años cuando empecé a engordar. Recuerdo esta etapa porque fue cuando los demás niños comenzaron a insultarme por mi aspecto. Esto también me afectó mucho en la autoestima, pues, quieras o no, cuando te repiten mucho algo, al no tener una mentalidad fuerte, te lo acabas creyendo, sobre todo si eres un niño.

Mi relación con mi padre tampoco era muy buena y nunca recibí el apoyo que había esperado por su parte. Mi padre me exigía bastante para que adelgazara y hasta me presionaba de mala manera porque creía que así me ayudaría. Eso me desmoralizaba todavía más, ya que, aunque yo no lo reconociera, la opinión de mi padre era muy importante y me dolía ver que no tenía ese apoyo ni esa empatía con él. Creía que él no me quería y que yo no era nadie importante en su vida. Aunque, en el fondo, su manera de comportarse era su modo de «darme su apoyo».

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 09, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Superando la obesidad: Un camino lleno de sueños y metasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora