Capítulo VII | Disculpas y Miradas Discretas

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CAPÍTULO SIETE

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CAPÍTULO SIETE

Disculpas y miradas discretas




Regresar a casa esa tarde fue menos tedioso de lo que me había imaginado que sería cuando salí más temprano; Amber y Kaleb habían conseguido sacarme de la cabeza al imbécil de Aaron y, cualquier residuo de malhumor que habría podido permanecer en mí, había desaparecido por completo mientras caminábamos por las calles de Seattle hacia mi nuevo hogar. El aire frío de una noche de septiembre acariciaba mi cuerpo mientras le contaba a Amber todo lo que había pasado los últimos años, desde la última vez que la vi habían cambiado y sucedido demasiadas cosas, y ella estaba más que ansiosa por escucharlo todo.

—Déjame ver si entendí bien,—habló en el momento en que terminé de contarle el porqué me encontraba en el centro comercial esa tarde—¿Vives con cuatro chicos que, según los describes, son como un sueño hecho realidad? ¿Y te enojaste con uno de ellos porque...?

—Cinco chicos, Amber.—corregí, levantando mi dedo mientras con mi otra mano sacaba las llaves de la casa de mi bolsillo.

—Sí, sí. Eso mismo.—hizo un ademán con su mano, continuando cuando la invité a pasar—¿Y te enojaste con uno de ellos porque estaba en ropa interior cantando?

—¡No fue solo por eso!—exclamé, poniendo una mano en mi pecho para fingir estar ofendida—Fue odioso.

—Tú también lo fuiste un poco.—habló esta vez Kaleb después de cerrar la puerta detrás de él y dejar las bolsas de mis compras en el piso cerca del perchero.

Kaleb tenía razón y eso era algo que me molestaba un poco. Coloqué ambas manos en mis caderas y fruncí los labios, dándole la espalda para caminar hacia el salón principal y anunciar mi llegada, lo que no fue del todo necesario, pues choqué con el pecho de Ian al dar un paso más adelante. Él sostuvo mis brazos para que no me cayera y, a pesar de estar agradecida por aquello, le dediqué una mirada de reproche por haber estado escondido en la esquina escuchando.

Desde nuestra posición, mi antigua amiga y su hermano solo podían ver mi espalda, pero me tomé a la tarea de empujar el pecho de Ian para que diera unos pasos hacia atrás y yo pudiera desaparecer por completo del campo de visión de ellos. Golpeé su pecho nuevamente, frunciendo mi ceño.

—Es muy maleducado espiar a las personas, Ian Müller.—reproché, apartando un mechón de cabello de mi rostro.

—¿Ese quién es?—preguntó, ignorando por completo lo que le había dicho—Si alguno de nosotros te hubiera dicho eso, no te hubieras quedado callada—se quejó como un niño pequeño—. Y, ¿por qué dejas que cargue tus bolsas de compras? ¡A nosotros nunca nos dejas ayudarte!

Rodé los ojos y dejé escapar un suspiro.

—Porque la última vez que les dejé tocar mis cosas, varias acabaron rotas, él—señalé hacia atrás—no rompe cosas, y se porta mejor que ustedes.

Mi Vida Con Ellos  ( PRIMER LIBRO )Where stories live. Discover now