Capítulo 3

8.8K 450 2
                                    

Me despierto el sábado muy tarde, y limpio mi casa entera, ya que no tengo nada que hacer hasta las once de la noche, que terminará el cumpleaños del pequeño amigo de Lorena, para irnos las dos a la nueva discoteca que han abierto en la Gran Vía.

Ya tengo los pases para entrar, y mi ropa preparada sobre mi escritorio.

Un pantalón blanco, una camisa rosa y una cazadora de cuero.

Al terminar, después de comer, miro mi móvil y tengo un whatsapp de Manuel.

Manuel: Hola.

Hablo un rato con él, hasta que llegan las cuatro de la tarde, que me dice que se va a la calle. A las cuatro y cuarto ya estoy aburrida como una ostra, así que empiezo a peinarme para la noche. Me paso la plancha un poquito, pero me queda bastante normal.

Cuando estoy ya en el sofá quedándome dormida, suena mi móvil.

Llamada entrante: Manuel.

Dudo dos segundos si cogerlo o no.¿Cómo le iba a hablar? Nunca había escuchado su voz. Me voy a poner muy nerviosa.

—Dime —respondo.

—¿Dónde estás?

—Pues.. En mi casa.. ¿Por qué?

—Baja a las escaleras de al lado de la carretera, anda.

—¿Para qué?

—Venga, que estoy solo.

—Ya voy.

Cojo la ropa de mi escritorio y me la pongo en diez segundos. Después las zapatillas y bajo corriendo. Cuando llego a las escaleras, miro a la izquierda y a la derecha, pero no me dou cuenta de que está justo delante de mí. Es más alto de lo que recordaba, tanto que tengo que ponerme de puntillas al darle dos besos.

Nos sentamos en un banco que hay en un parque cerca de mi casa, por el que nunca pasa nadie, lleno de árboles y donde se está muy bien.

—¿Entonces qué?, cuéntame —me dice, sonriendo.

—Pues nada, con mucho sueño.

—¿Te he despertado?

—Un poco.

—Es que tenía muchas ganas de conocerte.

Seguimos dos horas o más hablando fluidamente, como dos amigos de toda la vida.

Suena mi móvil y veo que es un mensaje de voz de Lorena.

Lorena: Tía, de camino al cumple he visto a Manuel. Está guapísimo. Va en chándal muy simple, pero bueno. ¡Suerte!

No podemos dejar de reír los dos.

De repente, no sé cómo ni porqué, se acerca mucho. Quito rápidamente la cabeza como acto reflejo. Sí, iba a besarme.

Pero bueno, hago como si no hubiera pasado nada.
¿Qué hice? Seguir hablando como si nada.

—Hace frío, ¿no? —dice.

—Vámonos a otro sitio, donde no haga tanto frío.

—¿Dónde quieres ir? —Pregunta, con la ceja levantada.

—A ningún lado extraño —le contesto con mala cara.

—Era broma, eh.

Vamos a sentarnos a otro banco cerca. Es verdad que hace menos frío, pero no sé si es por estar en otro sitio, o porque cada vez estamos más cerca.

—Entonces ...

Sin Buscarte. © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora