Capítulo 8

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            Daniella se estaba cambiando en el vestuario que compartía con Priscila. Para esa noche John le había comprado un vestido rojo muy sexy que le llegaba hasta la mitad de los muslos, era de encaje y tenía una sola manga, la cual se ajustaba perfectamente por el brazo hasta la muñeca. El vestido lo combinaba con unos zapatos de tacón alto y suela roja (que estaba muy de moda en las famosas). Se rizaba el pelo con la plancha mientras pensaba en lo que se iba a encontrar en unas horas cuando entró por la puerta Priscila. No parecía muy contenta, por lo que tímidamente Daniella la saludó:

- ¡Buenas, Pris!

- Hola, Dany - dijo secamente.

- ¿Estas enfadada conmigo?

- No, pero ya sabes que no me hace gracia que estés aquí.

- Lo sé. Pero voy a hacer el trabajo de la mejor manera, te lo prometo. Sólo quiero que volvamos a estar como antes. ¡Eres mi hermana! - se acercó por su espalda y la abrazó con fuerza.

- Sí, pegajosa. No empieces con tus peloteos.

- No seas tonta – le dio un fuerte beso en la mejilla. Priscila no era tan cariñosa, y a veces la cansaba que Daniella le diera tantos besos, pero en el fondo la hacía sonreír -. Con lo que yo te quiero.

- Venga, ya vale. Trae que te voy a maquillar que a este paso no te va a dar tiempo.

Pasado un cuarto de hora, Daniella ya estaba lista para empezar su jornada. El resultado era impresionante, la había pintado con los ojos delineados en negro alargando las pestañas, sus voluptuosos labios los había resaltado con un color carmesí no muy llamativo, pero bastante apetecible, lo que la hacía un look de lo más pin-up.

- Bueno, ya estás listas. ¡Estás guapísima!, no sé si es buena idea tenerte de camarera…

- No empieces otra vez, Pris. Que todo saldrá bien. Yo sólo cumpliré con mi trabajo - Priscila asintió, y Daniella le dio un sonoro beso en la mejilla.

Salió por la puerta decidida a empezar su trabajo, estaba nerviosa pero era cuestión de minutos que se relajara. Se sorprendió al ver el entorno del club, faltaban diez minutos para las nueve y las luces convencionales que había visto al entrar habían cambiado por velas, no se había percatado de ellas al entrar, pero había farolillos con velas entre metro y metro. Bajó las escaleras y vio la pista de baile con focos de colores. ¡Era una discoteca! Y tampoco se había fijado en los televisores con pantallas LED que había colgados en las paredes, ahora estaban encendidas y emitían películas porno.

            - ¡Vaya! – exclamó Daniella al ver las escenas que reproducían las televisiones.

- ¡Estás perfecta, Daniella! - gritó John al verla entrar. Él estaba retocando la mesa de la comida afrodisiaca.

- Gracias, John. Pero el mérito es tuyo, ya sabes que eres un buen Personal Shopper - los dos se rieron.

 Se fijó en la comida que había en la mesa, vio una enorme fuente llena de almejas, gambas de diferentes tipos, patas de araña, trozos cortados de bogavante y una ancha cubitera llena de hielos, ostras y limones abiertos. Al lado, había una fuente de fondue de chocolate con un plato lleno de brochetas de frutas con fresas, plátanos y manzanas, además de una deliciosa tarta de tiramisú. Había platos, cubiertos y servilletas en el extremo.

- Todo tiene muy buena pinta, John.

- Sí, ¿verdad? Quiero que esté tal y como la he dejado. Cuando veas que falta algo tendrás que ir a la nevera del almacén, allí tienes todo lo que necesitas, y si los cubitos de las ostras están desechos, tira el agua y llénalo de hielo otra vez.

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora