Capítulo 14

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John fue a la barra del bar acompañado por Robert Jackson -que estaba sonriente con su copa en la mano-. John hizo un gesto con la mano para que Daniella se diera cuenta y fuera a su encuentro. Ella en cuanto lo vio fue directa.

- ¿Qué pasa, John?

- No pasa nada, Dany. Solo quería presentarte a un amigo - cogiendo a Robert por el brazo lo acercó a la barra -. Él es Robert Jackson, un viejo y gran amigo.

- No soy tan viejo, John…- bromeó para que Daniella no se pensara que era un carcamal.

- No iba por ese sentido, amigo – los dos se rieron, Daniella lo miró pensando que su cara le sonaba -. Robert, ella es Daniella Cid.

- Es un placer.

Él estaba sonriendo mientras le cogía la mano a Daniella – que la tenía apoyada en la encimera de cristal- para darle un beso en su dorso. En ese momento ella se percató que aquel hombre era el que se encontró la primera noche en el pasillo francés. Era el hombre empalmado que iba con una toalla y que se ofreció a jugar con ella. Le dio un poco de repelús aquel día, pero tenía que reconocer que el traje le sentaba muy bien.

- Igualmente – a pesar de todo, Daniella era muy educada, sus padres habían puesto todo su empeño para que recibiera una buena educación.

- Robert es una magnifico empresario inglés pero lleva muchos años en Madrid, donde regenta un negocio muy importante – John parecía que lo estaba vendiendo, y Robert no le quitaba los ojos de encima a Daniella, que se estaba empezando a incomodar.

- ¡Es impresionante! – fingió que le interesaba - ¿Os pongo algo de beber?

- La siguiente copa, si no le importa a John - advirtió educadamente Robert apartando la mirada de ella para mirar y pedir permiso al jefe del club -, me gustaría compartirla con usted, señorita Cid - volvió a mirarla a ella. Daniella se sorprendió que la llamara de usted y además la nombrara por su apellido, luego cayó en la cuenta de que era inglés, y por ello lo disculpó. Aun así miró a John a los ojos pidiendo que dijera que no, John fue consciente de ello pero se vio entre la espada y la pared.

- Me temo que su jornada no termina hasta las seis, querido Robert.

- No me importa pagar por su tiempo el dinero que haga falta - Daniella que lo estaba oyendo todo se molestó porque pagara por su tiempo.

- Creo que se equivoca de establecimiento, señor Jackson - le respondió con su misma elegancia inglesa -. Aquí no trabajan ese tipo de… profesionales – recordó las reglas del club y se alegró por ello -. Yo solo soy una camarera que sirve copas y que mi jornada acaba a las seis de la mañana.

- Creo que me ha malinterpretado, lo siento. Parece que no hemos empezado con buen pie, por favor acepte mis disculpas - le respondió con una bonita sonrisa y con la mano apoyada en el pecho como símbolo de sinceridad. Ella se quedó perpleja por las disculpas, no entendía otro significado a lo de pagar por su tiempo - Lo que pretendía decir era que si supone un gasto que la señorita Cid no haga su trabajo mientras se toma una copa conmigo, podría pagar los gastos que resulten ser esos… ¿veinte minutos? - preguntó mirando a John para ver si le parecía bien que se ausentara durante veinte minutos. Él asintió –. Le prometo que no voy a propasarme ni hacer nada que usted no quiera - volvió a mirarla a los ojos, ella se sentía cautiva, la intimidaba aquella mirada castaña, sabía que aquel hombre se iba a salir con la suya -. Sólo quiero invitarla a una copa y conversar con usted, le prometo que por hoy no me comportaré como si estuviéramos en un local swinger, sino como si estuviéramos en una cafetería en la que no tomaremos café, evidentemente - sonrió.

- Se nota que es usted un hombre de negocios - él la miró sorprendido por su salida, eso le gustó.

- Siempre consigo lo que me propongo, Daniella, pero le aseguró que no la voy a tratar como un negocio, sino como la mujer hermosa que es - ella no evitó sonrojarse y sonreír, los halagos eran siempre bien recibidos.

La tentación de VenusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora