Capitulo 53

1.3K 57 4
                                    

-No va a salir corriendo de momento a otro, tómale las manos-dije desde el otro lado de la habitación.
-Me da miedo que se caiga, pero quiero que camine-se quejó frunciendo el ceño.
-Vamos, Geoffrey, hazlo caminar.
-Bueno, bueno, pero despacio.
Tomó las dos pequeñas manos y lo tiró hacia arriba para ponerlo de pie. El niño rió dulcemente y dio dos pequeños pasos. Geoffrey sonrió.
-Vamos con mamá, Austin.
Reí al verlo con tal cara de pánico. Llevábamos dos semanas intentando que el pequeño caminara por lo menos cinco metros y Geoffrey quería lograrlo hoy, dos días antes del primer cumple años de Austin.
-Solo dos pasos más, campeón-lo alentó.
Austin tropezó con su propio piecito y cayó entre mis brazos. Geoffrey rió al verlo asustado mientras tironeaba mis cabellos. Me puse de pie con el niño en brazos y besé su mejilla efusivamente.
-Ya va siendo hora de que camines, Austin-le dijo Geoffrey detrás de mí-. Tus tíos caminaron antes de su primer año.
Austin se cubrió la cara con ambas manos y luego rió entre el hueco que formaban sus suaves y pequeñas manitas. Era un pequeño simpático y el calco de su padre.
-¿Qué es lo gracioso?-preguntó Geoffrey y el niño se quitó las manos de la cara-. Yo sé que me entiendes, pequeño diablillo-le dijo con una fina voz.
Reí y vi como Austin le tendía los brazos a su padre para que lo tomara. Geoffrey hizo caso a los pedidos de su hijo y lo tomó en brazos.
-Es que me quieres tanto que no soportas estar sin mí-lo abrazó.
-Ni te creas, Geoffrey-reí y besé su mejilla-. Vamos a llevarlo a su cuna.
-Puede dormir con nosotros, ______-dijo mientras salíamos de la sala de juegos.
-Geoffrey, ya te he dicho que no es bueno.
-Pero es que él me ha pedido eso, ¿no que si, Austin?-tocó su pancita y el niño largó una risotada.
-¿Él te lo ha pedido?-pregunté en una risa mientras caminaba de espalda por el pasillo-. ¿Cómo te lo ha dicho?
-Dijo, muy simple; Austin querer dormir con papi.
Reí ante las palabras de Geoffrey y entré en la habitación de Austin.
-Resulta que ahora el niño habla como cavernícola.
-Es que ya sabes, así hablan los niños pequeños.
-Ni siquiera dice "Mamá" y "Papá", pero pide dormir contigo-dije riendo.
Él me sonrió y luego le dedicó su mirada a Austin.
-¿Qué crees, niño? Para mí, mami debería dormir en la cuna y tú conmigo.
Austin hizo un movimiento de cabeza y él muy anormal de Geoffrey pensó que había dicho que si.
-Ya, ¿lo ves?
-Geoffrey, déjalo en la cuna.
-Yo sé que me quieres todo para ti, pero comparte con Austin, él es un pequeño indefenso que necesita que su padre le cuenta historias de piratas.
Arqueé una ceja. Geoffrey había cambiado tanto después del nacimiento de Austin.
-Yo sé lo que necesitas tú, cariño-me sonrió-. Pero te lo doy cuando quieres-añadió.
Comencé a desarmar la cuna del niño. Estiré los brazos hacia Austin y él me tendió los suyos para que lo tomara en brazos.
-No escuches al grosero de tu padre, déjalo, se comporta como un adolescente con hormonas descontroladas.
-No es cierto, Austin-dijo mi esposo mientras yo arropaba a Austin.
-Si que lo es, cariño-le sonreí a Geoffrey-. Ahora, cierra esos pequeños ojitos y a descansar.
-Es una noche, ________. Me da ternura abrazarlo para dormir.
Ya me sentía reemplazada y sonaba muy estúpido, pero Geoffrey hacia que eso sucediera. Le daba más cariño al niño, que a mí. Lo sé, lo sé, mis pensamientos son algo alocados y es medio ilógico que este algo celosa de mi hijo.
-¿Por favor?
Mientras acomodaba la habitación de Austin, seguí hablando con Geoffrey. Prendí la pequeña lámpara y le puse su móvil musical al pequeño.
-No, Geoffrey, he dicho no-respondí un tanto enfadada.
Geoffrey se percató de mi tono de voz y se acercó a ver a Austin que cerraba sus hermosos ojos miel al compás de la música.
-Hasta mañana, hijo-habló suavemente-. Que descanses.
Y luego de desearle buenas noches a Austin, salió de la habitación.
¡No podía ser posible que se enfadara! Yo tendría que estar enfadada, no él.
¿Pero que clase de estupideces dices, ______?- Me pateé mentalmente-.Geoffrey y tú, están casados, como dos adultos maduros, con un pequeño y aún así, se la pasan peleando- añadí a mis pensamientos.
Levanté unas ropas del suelo de la habitación y luego observé al niño con su respiración uniforme, había conciliado el sueño. Salí de la habitación y bajé las escaleras para dejar la ropa en la lavandería, la dejé y luego subí a mi habitación.
Geoffrey estaba tirado boca abajo, con la espalda descubierta y la cama semiabierta. Cerré la puerta de la habitación y encendí el intercomunicador del niño, la música infantil llegó a mis oídos y Geoffrey murmuró mientras se movía y me daba la espalda.
Lo dejé pasar, era tan infantil que no quería enfrascarme en una estúpida discusión como esas. Caminé hacia el baño y me quité el maquillaje, até mi cabello en una coleta y me quité la ropa para dejarla en el cesto de la ropa sucia. Entré a la habitación, en ropa interior y busqué mi pijama.
-Vas a enfermarte, cúbrete con la manta-le dije mientras apagaba la luz.
Se quejó y cerró sus ojos para luego apagar el televisor. Lo dejé pasar nuevamente, no iba a molestarme con él, por hacerse el enojado conmigo. Entré en la cama y me cubrí con las mantas, cubriendo así, una pierna de Geoffrey.
Su piel se erizó ante el rose de la tela sobre ella. Me acerqué a él y lo cubrí completamente, pasé una de mis manos por su pecho y él la tomó entre las suyas.
-Abrázame, ________-murmuró.
Sonreí ante su débil voz e hice lo que me pedía, lo abracé. Detrás de su fuerte espalda, mi mano en su mano, mi respiración en su cuello, la seguridad debajo de las sabanas. Entrelacé mis piernas con las suyas y él dio un suspiro.
-¿Estás enojado?-pregunté.
-Tú estás enojada.
-En serio que no lo estoy-respondí en un susurro.
-_______, no sé por qué, pero te comportas como si quisieras llamar la atención, quizá estoy pensando cualquier cosa, pe...
-Es que eso es lo que quiero-lo interrumpí.
Su cuerpo se tensó bajó mis piernas y sentí como luchaba por acomodarse entre mis brazos, sin soltarse de mi agarre. Quité mi mano de la suya y mis piernas de encima de él, dio media vuelta y quedó cara a cara conmigo. Le sonreí levemente en la oscuridad.
-¿Qué has dicho?
-Que quiero llamar tu atención.
-Es que ya la tienes, ¿por qué querrías hacer eso?
-Porque siento que Austin se lleva crédito de todo, que tú lo amas más que a mí, que piensas en pasar más tiempo con él que conmigo.
-¿Sabes que lo que dices es muy estúpido?-preguntó arqueando una ceja.
-Si, pero es lo que siento. ¿No me dijiste que no nunca me cambiarias por nadie?
-_______, es nuestro hijo.
-Y sabes que lo amo, como a ti también te amo, pero, ¿tú a mi me amas?
-Oh, Dios, esas preguntas que se te cruzan por la cabeza-se quejó-. Escucha bien y no me hagas repetirlo otra vez con alguna de tus preguntas nocturnas que luego alteran mi sueño y me dan insomnio.
Apreté los labios. Geoffrey pasó uno de sus brazos por mi cintura y me atrajo a él.
-Te amo, te amo como a ninguna mujer, grábatelo, ________ Rojas.
Le sonreí mientras una estúpida lágrima caía por mi mejilla. ¿Podía ser acaso más hermoso? Claro, él siempre me sorprendía con sus encantos.
-También te amo, Geoffrey.
-Cariño, no entiendo como puedes sentir celos de Austin.
-No son celos-me quejé-. Él es mi pequeño Austin y tú eres mi Geoffrey, no hay duda de que me perteneces, pero a veces me parece que te gusta estar más con él que conmigo.
-Lo último que voy a decirte por ahora es que, contigo me gusta compartir mucho y sabes a lo que me refiero, no tan solo en la cama, si no, viajes , compras, simplemente tomarte de la mano en un extraño lago al que te gusta ir más a que ningún otro lugar, pero con Austin me gusta jugar, enseñarle cosas, darle lo que mi padre nunca pudo darme, ¿comprendes eso?
Si una lágrima había parecido estúpida al principio, esta era una chorreadura de estupideces. Geoffrey me sonrió tiernamente y pasó el dorso de su mano por mi mejilla, llevándose las saladas lágrimas que recorrían mis mejillas.
-Eres tan hermoso que... que...-me quedé callada. Geoffrey me besó-. Me dejas sin palabras.
-No tienes por qué responder-volvió a besarme-. ¿Alguna otra duda?
-No.
Negué con la cabeza a la vez que hablaba. Geoffrey volvió a besarme, pero esta vez, con más intensidad. Ese pequeño beso, se transformó en la fuente de hormonas alborotadas que pronto serían calmadas por el éxtasis de esa noche.
El pequeño aparato que daba sonidos de la habitación de Austin, sonó. El pequeño sollozaba entre sueños. Su respiración era agitada y no tardó en llorar a gritos.
Geoffrey cerró los ojos con fuerza y se bajó de encima de mí.
-Voy yo-dijo y se sentó al borde de la cama.
-Deja, voy yo-hice lo mismo.
-Vas a enfermarte si sales de lo tibio, métete allí, ya lo calmo y vuelvo a la cama.
-Al revés, Geoffrey-le dije y me coloqué las pantuflas-. Las tres noches pasadas, has ido tú con la misma excusa. Te quedas allí.
Y sin pronunciar otra palabra, yo salí de la habitación mientras Geoffrey se quedaba sentado sobre el borde de la cama.
Entré a la habitación de Austin. El niño movía sus manos y se frotaba los ojos para luego soltar otro sollozo.
-¿Qué es lo que le sucede a mi nene?-pregunté tomándolo en brazos.
Austin, al sentir el calor materno, dejó de llorar y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Besé su mejilla y él cerró sus ojos con suma delicadeza, para luego, respirar sobre mi cuello. Necesitaba a alguien que lo cuidara mientras él conciliaba su sueño. Decidí no dejarlo en su cuna, para así, llevarlo a la cama con nosotros. Geoffrey se pondría feliz.
-¿Qué era lo que...?-su pregunta quedó en el aire al verme entrar en la habitación-. Y luego soy yo.
Reí levemente y acosté a Austin en el medio de la cama. Sus finos cabellos castaños claros, se movieron y abrió sus ojos miel para cerrarlos nuevamente. No porque era su madre lo decía, pero, el niño era precioso.
-Es un Geoffrey en pequeño-dije metiéndome entre las sabanas.
-Nada que ver.
-Oh, vamos, Geoffrey-dije en un susurro-. Te miro a ti, lo miro a él y solo veo diferencia de tamaño corporal. Es que, ya sabes, él tiene un año y tú como setenta.
-Ni siquiera he llegado a los treinta, no seas mala-se quejó y frunció el ceño-. Si me permites, quiero dormir, con mis dos personas favoritas en la tierra, ¿me dejas?
-Cursi-murmuré.
-Te escuché, pequeño algodón de azúcar.
-Geoffrey, ¿Qué te ocurre?-pregunté en una carcajada.
-¿Viste que todas las parejas tienen un apodo?
-Pero no algodón de azúcar.
-Bueno, algo es algo, ________, no te quejes.
Reí ante sus estupideces y apoyé la cabeza sobre la almohada. Geoffrey hizo lo mismo y luego estiró su brazo por detrás de la cabeza de Austin, sobre las almohadas.
-Que descanses, mi bella, te amo.
-Ese es un poco más bonito, también te amo, bestia.
Entrelacé mi mano con la suya, con cuidado de no tocar la cabeza de Austin un poco debajo de nuestras manos entrelazadas. Cerré los ojos y en menos de dos minutos, el sueño se apoderó de mí.
Un pequeño movimiento en la cama, me hizo sentarme y frotar mis ojos.
-No, Austin, te dije que no molestaras a mamá-lo regañó Geoffrey y lo bajó de la cama-. Sigue durmiendo, cariño.
-Mami-dijo Austin en un gritito.
Geoffrey lo soltó, haciendo que el niño cayera de cara sobre las sabanas.
-¡Tonto!-le grité.
-¡Dijo mami!-gritó Geoffrey.
Despertar entre gritos, nuevas palabras de mi hijo, estupideces de Geoffrey y un pequeño con gorro gris igual al de su padre, era confuso.
Me moví en la cama y tomé a Austin en mis brazos. Lo senté sobre mi regazo y sonrió. No se había hecho daño y mucho menos le había importado que sus padres no le hubieran prestado atención.
-¡Mami!-gritó nuevamente.
Geoffrey se cubrió la cara con ambas manos y se sentó a mi lado, en la cama.
-¡Papá!-le gritó Geoffrey.
El niño hizo morros y luego soltó un pequeño llanto antes de ser estrechado en mis brazos.
-Eres un bruto.
-Claro, tú siempre primero.
-Lo dijo solo, no le pedí nada.
-Anoche hicieron un trato-se quejó.
-No seas estúpido.
-¡Mami!-gritó Austin colgado de mi cuello.
Geoffrey se puso de pie y miró al niño que lo observaba desde debajo de mi barbilla, con los ojos brillantes y una pequeña mirada de admiración y miedo.
-Geoffrey, papá, papi, viejo... ¿algo?
Reí ante sus palabras.
-Mientras más lo presiones, peor será.
La nieve se encargó de cubrir la casa por todos lados. El jardín estaba repleto de copos blancos que se juntaban para dejar una gruesa capa sobre el césped y todo lo que estuviera debajo de ella.
-Nieve-le dijo Geoffrey mientras señalaba por la ventana del coche-. Eso es nieve, Austin.
Austin sonrió a su padre y Geoffrey le devolvió la sonrisa. Se veían tan lindos juntos, eran perfectos y casi iguales.
-Odio el camino nevado-se quejó Geoffrey frunciendo el ceño.
-Ya nos queda poco, tú solo sigue con el celo fruncido.
-¿Por qué?-preguntó divertido.
-Porque me gustas así, enojado-le dije riendo.
Me dedicó una mirada relámpago y sonrió nuevamente. Aparcó el auto en frente a la casa de sus padres y apagó el motor.
-¿Llevo a Austin y tú bajas las cosas?-pregunté.
Él asintió.
Como cada domingo de cada semana, Geoffrey, Austin y yo, almorzábamos en casa de los padres de Geoffrey. Era un hermoso día en familia, ya que, Geoffrey y yo, nos la pasábamos juntos mientras Nathaniel y Shanelli jugaban con el pequeño Austin. Los padres de Geoffrey, por supuesto, amaban a su nieto y se lo pasaban de brazo en brazo, dejando que nosotros dos disfrutáramos de la compañía mutua, en este caso, junto al fuego.
-¡Shanelli y Nathaniel !-gritó Angela mientras llenaba de besos a Austin.
Los dos niños no tardaron en bajar las escaleras, como un rayo. Lo primero que hicieron fue colgarse cada uno de la pierna de uno de nosotros. En este caso, Shanelli ocupaba la mía yNathaniel la de Geoffrey.
-¿Cómo has estado niño?-preguntó Geoffrey besando la mejilla de su hermano.
-El domingo pasado no vinieron-se quejó Nathaniel.
-Austin pescó un pequeño resfrío-les comuniqué a los dos niños y besé la mejilla de Nelly-. Tengo algo para ti.
-¡A que no adivinas, mamá!-dijo Geoffrey cuando Angela le pasaba al pequeño a su esposo.
-¿Qué cosa?
-No has adivinado-le sonrió y abrazó a su madre por los hombros-. Esta mañana, Austin ha dicho "mami".
-¡Austin habla!-gritó Shanelli.
Angela y Ramon llenaron de besos al niño, Shanelli y Nathaniel nos atormentaron con un par de preguntas, mientras yo revolvía entre mi bolso.
Entregué a Shanelli una pequeña caja de maquillaje de princesas. Ella comenzó a gritar y me abrazó. A Nathaaniel le di un pequeño auto de carreras y no tan igual como su hermana, pero comenzó a saltar y sonreír como bobo.
Almorzamos entre anécdotas y carcajadas de parte de los niños. Shanelli estaba maquillada tal cual una princesa, claro que a su estilo, de niña pequeña. Y Nathaniel pasaba su auto por todo aquel lugar donde anduviera.
Cuando terminamos el almuerzo, Shanelli y Nathaniel se llevaron a Austin a la sala, para jugar. Mientras que Angela y Ramon iban por el postre, Geoffrey y yo nos dedicamos a levantar la mesa.
-¡Geoffrey! ¡______! ¡Mami! ¡Papi!-gritó Shanelli.
Dejé caer un vaso sobre la mesa y corrimos hacia la sala. Cualquiera que escuchaba a Shanelli gritar así, pensaba que algo malo había ocurrido.
-¿Qué pasa?-preguntó Geoffrey.
Ramon y Angela llegaron a la sala.
-Austin, dilo-le ordenó Shanelli.
-aneli-dijo Austin.
Geoffrey sonrió.
No alcanzaba a decir la palabra completa, pero la reconocía por su nombre.
Geoffrey se colocó frente a Austin y se señaló con el dedo, en el pecho.
-atanel-gritó Austin.
Angela pegó un grito de felicidad y fue seguido por el de Ramon. Yo, sonreí mientras buscaba la mirada de Geoffrey. Tomó a Austin es sus brazos y besó su mejilla.
-¿Por qué a ellos si y a papi no?-preguntó con el ceño fruncido.
No sé si fue ilusión de todos nosotros o el pequeño Austin, frunció el ceño como su padre. Geoffrey rió y le despeinó el escaso cabello.
-Geofli-le dijo Geoffrey.
Reí.
-Austin, vamos, no es tan difícil-lo animo su tía más pequeña.
El resto de la tarde fue agobiante para Austin, quien fue molestado por Geoffrey para que dijera su nombre. El niño lloró más de seis veces y la situación se tornaba insoportable. Geoffrey parecía otro niño caprichoso más.
-¿Verdad que Austin se puede quedar?-preguntó Shanelli a su madre.
-Si ustedes lo dejan.
-Si dice mi nombre, si-dijo Geoffrey tomando el bolso de Austin.
El niño dio dos palmaditas con las manos y rió.
-No creo que se quede, entonces-dije colocándole el gorro a mi hijo.
-Si llega a ser necesario llamarlos, lo haremos-prometió Ramon.
Quizá no fuera la mejor idea, dejar a Austin con sus abuelos, cuando podía venirse una terrible tormenta de nieve esa misma noche. Pero Geoffrey estaba un poco molesto con el niño y ambos necesitábamos un breve respiro de los llantos nocturnos.
-Solo tú y yo-dijo al cerrar la puerta de la casa.
-¿Y que se te ocurre?-pregunté alzando una ceja.
Geoffrey hizo lo mismo que yo, alzó una ceja y sonrió pícaramente. Dejé el bolso sobre el sillón y caminé hacia él.
-Arriba hace menos frío.
-¿Arriba tuyo?-pregunté pasando mis brazos por sus hombros para luego unirlos en su nuca. Beso-. ¿O a que te referías?
-Estamos de pícara-sonrió y me devolvió el beso-. Arriba de donde quieras pero aquí hace frío.
-Entonces no hablamos de lo mismo-dije sobre sus labios.
Rió.
Pasó sus manos por mi espalda y las dejó caer sobre mi cintura. Alzó mi cuerpo en el aire y me obligó a pasar las piernas por su cadera, para unirlas en la parte baja de su espalda.
Me pegó contra la pared, y con desesperado hambre, me besó mientras quitaba mi chaqueta.
-Por esto, odio el invierno-gruñó dándose cuenta de que cada uno llevaba más de seis prendas-. Maldito seas, frío inservible.
Reí y lo silencié con un beso.
Entre besos, caricias y algo más que no supe definir, llegamos a la cama. La habitación era obviamente nuestra y por supuesto, testigo de nuestra demuestra de amor.
-¿Sabes? Amo estar así contigo.
-Yo amo estar contigo, de cualquier manera-dije a su oído.
Lo sentí gruñir sensualmente y besó mi cuello.
-Te amo.
-Yo te amo más-contraataqué.
-Imposible.
-Ambos nos amamos por igual y fin de la discusión-reí y besé sus labios.
-Está bien, por ahora dejamos la discusión de lado, mi bella.
-Es tierno lo que dices.
Dejó de acariciar mi cuerpo con hambre y deseo. Me observó a los ojos, recibiendo así, una sonrisa dulce mi parte.
-¿Has visto la película "La Bella Y La Bestia"?-preguntó en un susurro.
-Claro que si.
-Es como nuestra historia de amor.
-No exageres, tampoco eres tan feo.
-No, amor, en serio-dijo en una leve carcajada-. Mírate, tú eras tan frágil y yo tan desalmado contigo.
-Escucha, Geoffrey eso ya pasó.
-Pero es parte de nuestras vidas, de nuestro pasado. Cuando Austin pregunte cómo nos conocimos, ¿Qué le diremos?
-Que me compraste en una subasta, me obligaste a casarme contigo y luego nos enamoramos él uno del otro.
-Suena hasta violeto si lo dices así-se quejó-. Mira, es simple, tú eres como una tierna muñeca de porcelana, como "Bella" y yo era un estúpido que ni siquiera sabía que te hacia daño.
-Geoffrey...
-No digas nada, solo escúchame-interrumpió mis palabras-. Yo sé que nuestra historia no empezó como la mejor historia de amor, como la mejor pareja del mundo. Pero, déjame decirte esto, no estamos juntos por amor desde el principio, pero te prometo que estaremos juntos por amor hasta el fin de nuestros días.
-No me hagas llorar, Geoffrey-me quejé entre lágrimas.
-Eres lo mejor que paso, ¿lo sabes? Gracias a ti y tu poca fuerza por defenderte de mí, logré volver a ver a mis hermanos, a reconstruir mi relación con mi papá, a estar más cerca de mi madre, me diste un niño, ________, me diste todo ese amor que nunca nadie me dio, nunca.
-Te amo.
-No, yo te amo a ti, ¿sabes por qué? Porque sin ti, seguiría sin ver a mis hermanos, en la oficina todo el día, mandando a Rosalie todo el tiempo, tratando mal a la gente, pero, mírame ahora. A tu lado, hablando como un estúpido romántico, con un hijo de casi un año, con mis padres que te aman a ti y a mi hijo, mis hermanos que te adoran como si te conocieran desde siempre.
Se quedó en silencio unos segundos y luego secó mis lágrimas con sus dedos.
-No llores, mi amor. No tienes por qué llorar. Eres feliz, ¿lo eres?
Asentí sabiendo que no podría hilar ninguna oración.
-Yo también lo soy, si tú lo eres.
-Estoy embarazada-largué sin pensarlo dos veces.
-¿Qué has dicho?
-Estoy de seis semanas y media-aspiré mi nariz.
Geoffrey sonrió ampliamente y me estrechó en sus brazos.
-Megan.
-Ashley, Geoffrey, es Ashley.
-Mientras te haga feliz ese nombre para nuestra niña. Austin estará feliz.
-¿Tú lo estas?
-Siempre que tú lo estés, bella.
-No me digas así.
-Es que es así, no me lo niegues.
-No voy a negarlo.
-Entonces....
-Eres una bestia-le sonreí-. Y yo soy tu bella.
-Somos, "La Bella Y La Bestia"-besó mis labios-. Te amo hasta el infinito y más allá.
-Yo a ti cariño.
FIN


"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora