Capitulo 51

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Si alguna vez Geoffrey había sido malo, no lo recordaba. Se comportaba de lo más tierno con sus dos hermanos, por la mañana trabajaba, por la tarde jugaba con ellos mientras yo estudiaba y por la noche compartíamos la cena todos juntos. Y cuando las vocecitas de los niños dejaban de escucharse por los pasillos, Geoffrey se convertía en un amante sensacional.
Ambos debíamos admitir que mis suegros nos habían dado una hermosa oportunidad para probar suerte como padres y aunque Geoffrey se quejara cuando Nathaniel despedazaba las flores y Shanelli pataleara por todo tipo de juguetes en el supermercado, parecíamos toda una familia. Claro que no era de lo más normal, porque ellos eran los hermanos de mi esposo y la "familia" acababa cuando Angela y Ramon volvieran de su viaje.
-Me rindo-gritó Geoffrey mientras bajaba las escaleras-. No sé como hace mamá para peinar a la niña, es que no se queda quieta y las coletas salen torcidas-se quejó.
-No es tan difícil-dije divertida mientras él se sentaba a mi lado.
-¿Por qué no lo intentas?-preguntó encendiendo el televisor-. Shanelli, ¡ven aquí!
Tras escuchar el grito de Geoffrey, Shanelli bajó las escaleras corriendo con entusiasmo. Su escaso fleco estaba enmarañado mientras era sostenido por una pequeña traba verde claro, sus dos coletas estaban más desparejas que los dientes de un tiburón y las bandas elásticas que sostenían el cabello era una rosada y la otra celeste.
Contuve la risa al verla acercarse a mí. Geoffrey frunció el ceño y Shanelli alzó los hombros defendiéndose. Senté a Shanelli sobre mi regazo y observé a Geoffrey con detenimiento.
-Vas a traumarla si sigues haciéndole estos peinados-lo regañé y luego reí.
Golpeó levemente mi hombro para luego quejarse con el ceño fruncido.
-No es mi culpa, nunca nadie me ha enseñado.
-Geoffrey, por Dios, aprende a combinar colores.
Shanelli rió y Geoffrey volvió a fruncir el ceño. Se cruzó de brazos y apoyó su espalda contra el sillón.
-Disculpa, no quería arruinarle el cabello a mi hermana.
-Ve a buscar el cepillo y las bandas elásticas-le dije a Shanelli.
Ella corrió escaleras arriba y me acerqué a Geoffrey.
-Nadie te ha regañado, tontito-besé su mejilla-, y no le has arruinado el cabello. Estaba molestándote, no seas tan sensible.
-Es que no sé cómo peinar a una niña-observó el televisor sin prestarle atención alguna-. A ti no te tengo que peinar.
-Ya, deja de lamentarte, señor sensibilidad-dije riendo.
-Aquí llego yo-gritó Shanelli saltando desde el último escalón.
Geoffrey volteó a verla y le sonrió, su hermana le devolvió la sonrisa y se sentó sobre mi regazo. Sostuvo el cepillo entre sus delicadas manos mientras yo me dedicaba a desatar su cabello.
-Justin, observa-dije mientras extendía para que Shanelli me pasara el cepillo-. Primero, debes desenredarle el cabello.
Quite todas las bandas elásticas de su cabello mal atado mientras Geoffrey observaba atentamente. Pasé el cepillo por toda la longitud del cabello. Quedó perfectamente peinado, lo separé en dos partes y elevé un mechón de pelo para atarlo en una coleta al costado, acto seguido, hice lo mismo con el otro mechón. Poco de su cabello quedó estorbando sobre su frente, lo estiré, lo peiné y até el mechoncito con una pequeña traba.
-Y así es como peinas a una nena.
-¿Puedo intentarlo?-preguntó arqueando una ceja.
Shanelli observó a su hermano y frunció la boca. Geoffrey rió y Shanelli le regaló una sonrisa. La pequeña se giró y me abrazó tiernamente.
-Gracias, _______-murmuró y se alejó de mí.
Se bajó de mi regazo y se puso de pie para luego correr escaleras arriba. Geoffrey volvió a centrar su vista en el televisor, pero como antes había sucedido, no prestaba atención alguna.
Subí mis piernas al sillón y me dejé llevar por mis pensamientos. La casa estaba demasiado tranquila, Geoffrey y yo no habíamos pelado por días, Angela llamaba siempre que podía. Era todo perfecto, nada había salido mal.
Un comercial interrumpió mis pensamientos, haciéndome llegar a la conclusión de algo. Una mujer hablaba sobre su embarazo adolescente, Geoffrey cambió de canal rápidamente y buscó más de su interés.
-Geoffrey...-murmuré.
Al parecer no pudo oírme y luego agradecí por eso. No iba a decir nada si no había aclarado mis dudas. Pero lo cierto era que mi periodo no se atrasaba nunca, aunque debido a mis últimas semanas atareadas, podría haberse afectado en algo.
Me puse de pie y acomodé mi cabello. Geoffrey alzó la vista y me sonrió.
-¿Pasa algo?
-No-mentí intentando ocultar mis dudas-. Voy a ver que hacen los pequeños.
Subí las escaleras a paso lento y al llegar al segundo piso titubeé, iba por los niños o iba a mi habitación. Primero pasaría por la habitación de cada uno, iba a ver si estaban bien o si necesitaban algo y luego, a mi habitación.
Caminé por el pasillo hasta llegar a la habitación que ocupaba Nathaniel, no había nadie allí. Apagué la luz de la habitación vacía y caminé hacia la de Shanelli. Estaban ambos sentados sobre la cama y Nathaniel daba la espalda a la puerta.
-No te mueves, niño-lo regañó y tomó la cara de su hermano entre sus manos.
-Shanelli, ¿qué le haces?-pregunté parándome en el umbral de la puerta.
Shanelli alzó la vista y me sonrió, Nathaniel dio vuelta el rostro e intento sonreír. Sus labios tenían un color rojizo intenso y sus ojos estaban maquillados con verde claro.
-¿Qué le has hecho?
-Yo le dije que los hombres no se maquillan, ¿cierto, _____?-habló Nathaniel bajándose de la cama.
Me reí ligeramente y tomé a Nathaniel entre mis brazos. Le dije a Shanelli que ordenara la habitación mientras yo bañaba a su hermano.
El niño se dejó limpiar sin problema alguno, pero la pintura no se quitó del todo. Un pinta labios rojo fuerte era el causante de una leve irritación en la pequeña boca de Nathaniel. Geoffrey tendría que darle un leve regaño a la niña que se había ocupado de embellecer a su hermano.
-Ya estás, limpio y como un nene-le sonreí mientras le ponía perfumen.
Nathaniel me devolvió la sonrisa y se pasó la mano por el cabello húmedo.
-______, tengo hambre-me avisó luego de estornudar.
-Dile a Geoffrey que les prepare leche con chocolate, yo enseguida bajo-me puse de pie.
El hermano de Geoffrey salió disparado de la habitación. Me encaminé por el pasillo, hacia mi habitación. Al llegar busqué ropa seca y dos toallas. Entré al baño y encendí la ducha.
Si bien mis sospechas de estar embarazada, se revolvían en mi cabeza, no lo creía muy posible. Geoffrey siempre se encargaba de usar protección y a él nada se le iba de las manos. A pesar de que nosotros nos habíamos ocupado muy bien de los dos niños, tener un hijo podía resultar algo difícil y completamente diferente. Apenas tenía dieciocho años y Geoffrey veinticuatro, ¿Qué se podía hacer con eso?
-¿_____? ¿Estás en la ducha?-preguntó a los gritos.
-Ya salgo, ¿está todo bien?
-Si, si, tú tranquila, solo quería saber si estabas aquí.
No comprendí el por qué de los gritos de Geoffrey, pero seguí con mi ducha. Apagué el grifo cuando me sentí limpia y busqué la toalla para envolverme. Había decidido algo, no iba a decirle a Geoffrey sobre mis sospechas, solo era un retraso causado a mi leve estrés por hacer todo en casa. Pasé la toalla por mi cabello y lo envolví para salir del baño, seca y limpia.
Me coloqué la ropa que anteriormente había sacado del armario. Dejé la toalla colgando en el baño y me quité la otra de la cabeza. Cepillé mi cabello húmedo y luego lo sacudí un poco, dejé la toalla sobre la otra y apagué la luz del baño para salir de allí.
Baje las escaleras y me encontré con el living vacío, en la cocina se escucharon las tiernas risas de los niños. Geoffrey largó una risotada y seguido de eso un ruido de cristal inundó mis sentidos.
-El quinto vaso de la semana, Shanelli-la regañó Geoffrey.
Entré a la cocina y vi a Shanelli junto con Nathaniel, observando a Geoffrey con cara de cachorro lastimado.
-Tranquilo, Rojas-le dije a Geoffrey, tomando a Shanelli entre mis brazos.
La senté sobre la mesada y tomé sus manos entre las mías.
-¿Te has hecho daño, Shanelli?-pregunté.
La niña negó rápidamente y luego devolvió su mirada a Nathaniel. Nathaniel se movió y buscó una bolsa y la escoba. Nathaniel se sentó al lado de los vidrios y Geoffrey tiró toda lo que tenía en las manos.
-Ponte de pie, Nathaniel-le gritó.
Se pasó la mano rápidamente por el cabello y Nathaniel lo observó desde el suelo. Los ojos del pequeño parecían inundarse de lágrimas a medida que corrían los segundos. Ordené a Shanelli que se quedara quieta y tomé a Nathaniel entre mis brazos para sentarlo al lado de su hermana.
-¿Te clavaste algo?-le pregunté.
Nathaniel, al igual que había hecho su hermana, negó rápidamente con su cabeza. Tomé sus manos entre las mías y las observé. Luego noté que Geoffrey suspiraba pesadamente, para luego abandonar la cocina.
-¿Puedes limpiar aquí, Geoffrey?-pregunté en un grito.
-Aleja a los niños de la cocina y luego saco los vidrios-dijo con voz apagada.
¿La razón? No la sé.
Tomé a Nathaniel entre mis brazos y bajé a Shanelli de la mesada. Le tomé la mano y les comenté que íbamos a subir a jugar a la sala de juegos que Nathaniel había habilitado hacia muy poco.
Nathaniel iba callado, a diferencia de Shanelli que hablaba hasta por los codos, el niño reposó su cabeza entre mi cuello y mi hombro, y largó una que otra lágrima.
Llegamos arriba y senté a Nathaniel en el sillón, Shanelli se sentó a su lado.
-¡Alicia en el país de las maravillas!-gritó la niña al prender el televisor.
Una vez que Nathaniel estuvo tranquilo sabiendo que Geoffrey no se había enfadado con él, los dejé solos en la habitación. Tomé rumbo a mi habitación, para buscar mi celular y sorprendí a Geoffrey teniendo una conversación telefónica.
-No lo sé, yo creo que no da para más-dijo.
Pegué la espalda a la pared continua a la habitación y escuché atentamente.
-Están mis hermanos-informó-, y ________ les presta más atención que a mí.
Fruncí el ceño, parecía un niño celoso.
-Louis, no quiero-se quejó-. Es que...-guardó silencio-, no. Llegan en una semana.
Murmuró algo que no pude comprender y luego bufó.
-Mañana voy a verla, pero no me ha llamado-gruñó.
¿Acaso Geoffrey estaba con otra? Mi corazón se aceleró y sentí como mi pecho se contraía, no estaba respirando. Reprimí mi llanto y sequé mis lágrimas con el dorso de mi mano.
-Hablamos luego, amigo-se despidió Geoffrey-. Adiós.
Respiré hondo y sentí lo pasos de Geoffrey acercarse a la puerta. Sin hacer el mínimo ruido retrocedí unos pasos y comencé a caminar normalmente, nos topamos en la puerta de la habitación y me dedicó una leve sonrisa. Lo esquivé y me adentré en la habitación.
-¿Todo bien?-preguntó.
Caminé hacia mi mesa de noche y tomé mi móvil. Dos llamadas perdidas de Danielle.
-¿Levantaste los vidrios?
-Si, pero, ¿Qué ocurre, cariño?
-Nada que pueda importarte.
-Sabes que lo que tenga que ver contigo me importa, mucho -respondió.
Pasé por su lado y salí de la habitación. Me siguió.
-No te enojes, no sé que he hecho.
-Nada, no has hecho nada, Geoffrey-dije bajando las escaleras-. Solo no me fastidies.
-No quiero que estés enojada conmigo-siguió diciendo mientras bajaba detrás de mí-. Cuando venías por el pasillo estabas llorando.
-No es cierto-dije entrando en la cocina.
-Si lo es, ______. ¿Qué ocurre?
-No ocurre nada-abrí la heladera-. Has asustado a Nathaniel cuando le gritaste-le reproché.
-¿Por eso llorabas?
-Oh vamos, Geoffrey-casi grité-. Ya no sigas con eso.
Bajó la mirada y se dedicó a mordisquear su labio inferior.
-Sigo sin saber que he hecho para que me trates así.
-Nada, ya te dije, no has hecho nada.
-Cariño, odio pelear contigo-dijo en un susurró.
Como si fuera mi actividad favorita, pelear con Justin.
-Anoche Shanelli me dijo que habías vomitado-dijo de repente.
¿Cómo sabía Shanelli sobre eso? ¿Por qué la niña era tan bocota?
-Que ganas de inventar-dije fingiendo una tierna risa.
A Geoffrey no se le movió un solo músculo de la cara y alzó la mirada hacia donde yo cortaba vegetales.
-Dicen que los niños no mienten sobre esas cosas.
-Geoffrey, dicen tantas cosas-le dije y busqué una olla.
Geoffrey mantuvo el silencio durante unos minutos y luego lo vi desviar la mirada hacia la puerta de la cocina, fue, la cerró y se apoyó en la mesada, al lado mío.
-Tienes razón, si hubieras vomitado me lo hubieras dicho-dijo suavemente.
No era de ceder fácilmente y claro estaba que era una trampa de su parte. Alcé la vista y le sonreí.
-Porque si fuera así tendríamos que ir al médico-siguió diciendo.
-Geoffrey, cuando alguien vomita es porque algo le ha caído mal al estomago.
-O porque puede esta embarazada-añadió.
La sangre de mis venas se evaporó y sentí a Geoffrey reír.
-Estaba bromeando.
El muy estúpido andaba de bromas cuando yo de verdad incubaba mis dudas sobre el tema.
-Pero de todas maneras tendrías que decirme si vuelves a vomitar.
-Es que no he vomitado, Geoffrey-le dije indignada.
-No te creo.
-No me creas, no me importa-seguí con la cocina.
Geoffrey se quedó a mi lado, en silencio y luego abrió la heladera para buscar zumo de naranja, tomó dos vasos y vertió el líquido allí. Me dejó uno al lado de la verdura recién picada, alcé la mirada y me sonrió para luego posar sus labios en el borde del cristal y tomar de lo que contenía el vaso. Me lavé las la manos y seguí los pasos de Geoffrey, tomé el zumo.
-_______, ¿recuerdas cuando te cortaste con el espejo?-preguntó.
Dejé de respirar por un segundo y luego cerré los ojos. No quería que todos esos recuerdos se apoderaran de mí, como la noche anterior.
-Prefiero no hablar sobre eso.
-Es que, ______, siento que estas en el mismo estado que cuando paso eso.
-No es cierto, Geoffrey-respiré hondo-. Estoy perfectamente bien y no necesito cortarme.
-Estás como, decaída, enojada, siempre te enfadas conmigo.
-Voy a decirte una sola cosa, Geoffrey-dije ocupando toda mi fuerza para cortar la zanahoria-, yo sé como estoy, como me siento y voy a decirte que él que ocasiona problemas entre nosotros, eres tú.
-¿Qué te he hecho?
-No voy a decirte porque me vas a gritar.
-¿Y por qué te gritaría?
-Porque he sido una metida y escuché cosas que no debía escuchar-le grité y observé su mirada perdida.
Sus ojos se abrieron a más no poder y pasó su lengua sobre sus labios, con cierto nerviosismo. Tomó mi mano que sostenía el cuchillo y me obligó a dejarlo sobre la encimera.
-¿Qué has escuchado?-preguntó suavemente mientras tomaba mi mano con firmeza.
-No es nada, ya está-dije ofuscada.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
-¿Qué pasa, ________?
-No pasa nada, Geoffrey -sequé mis lágrimas-. Estoy acostumbrada a que mi vida sea una basura.
-No, amor, no hables así-me envolvió entre sus brazos-. ¿Qué te hace pensar eso?
-Que tú no quieres estar conmigo.
-¿Yo?-preguntó separándose un poco de mí-. ¿De dónde has sacado semejante barbaridad?
-Tú lo has dicho-dije tragando saliva-, estás con otra.
-¿Qué?-preguntó arqueando una ceja.
-Geoffrey, yo lo entiendo-aspiré mi nariz-, es normal. Yo solo soy una niñita se dieciocho años y tú quieres algo más real, el amor se acaba y está bien.
-No, ______, no está bien-dijo secando mis lágrimas-. No digas pavadas, hazme ese grandísimo favor.
-Dijiste que mañana vas a verla y que hoy no te ha llamado.
-¿Quién?-preguntó estrechándome en sus brazos nuevamente.
-Tu amante, no lo sé.
-Yo no tengo amante, ______-dijo tranquilamente-. Odio cuando comienzas a sacar conclusiones que no son. Si no sabes de quién hablaba, no digas nada.
-¿A quien veras?
-No voy a decirte.
-Entonces si tienes una amante.
-¿Para que necesitaría una amante? Se coherente, mi amor-se separó de mi y tomó mi mano.
Posó ambas manos en mi cintura y elevó mi cuerpo. Para no caerme rodeé mis piernas en su cintura y él bajó sus manos a mi trasero.
-Quizá porque ya no quieres estar conmigo.
-¿No te ha quedado claro que te amo?-preguntó en un susurro y luego besó mis labios cortamente.
-Geoffrey, hay hombres que...
-Shh, ______, ya te he dicho que nuestra relación no es igual a las demás y por lo tanto esas cosas que dices no son ciertas-volvió a besarme.
Caminó hacia el living conmigo en brazos y se recostó en el sillón. Quedé sobre él.
-¿Tienes una o no?
-No hay nadie más que tú-murmuró-. Te amo, _______.
-¿A quien veras mañana?
-Oh, vamos, ______, ya deja eso.
-No copies mis palabras-susurré haciéndolo reír.
-No es nadie importante y tiene que ver contigo.
-¿Conmigo?
-Si contigo.
-¿Qué tiene que ver tu amante conmigo?-pregunté.
-Voy a ponerme agresivo si sigues con eso-gritó haciéndome sobresaltar-. No era en serio pero ya déjalo.
-Entonces, ¿no me estás engañando?
-Quítate de encima de mí, _______-ordenó.
Sin comprender el por qué, me bajé de su cuerpo y él se puso de pie. No dudó ni dos segundos en tomar mi mano y llevarme a rastras hacia la escalera. Comenzó a correr mientras subía las escaleras y me hacia tropezar cada dos segundos.
-Hablaba con Louis, ¿cierto?
Asentí desconcertada y luego Geoffrey tomó su móvil. Marcó el número de Louis y me dio el teléfono a mí.
-¿Qué haces?
-Pregúntale de qué hablábamos-me ordenó.
El teléfono dio dos tonos y la masculina voz de Louis se hizo presente.
-¿Geoffrey?-preguntó el mejor amigo de mi esposo.
-Louis, habla _______-dije.
-Hey, hola-dijo animadamente-. ¿Qué pasó?
-Sé que va a sonar algo extraño pero bueno, así es todo con Geoffrey, extraño.
Louis rió y luego habló.
-Dime, ¿qué hizo Geoffrey?
-Recién hablaste con él, ¿cierto?
-Si-asintió mientras escuchaba atentamente.
-¿De que hablaron?
-Creo que no debería decirte.
Desvié mi mirada a Geoffrey y él suspiró frustrado.
-¿Por qué?-pregunté con intriga.
-Porque Geoffrey luego va a contarte, no hay nada de lo que no vayas a enterarte-explicó.
-¿Me está engañando?
-¿Geoffrey? ¿A ti?-rió-. Deja las telenovelas, ______.
-Es que escuché que decía algo y...
-¿Crees que te está engañando? Pues yo que tú, hablaría con él y le preguntaría que es lo que siente. Créeme, él te ama y no deja de hablar de ti, es insoportable, no habla de nadie más, no creo que te esté engañando y si es que lo hace, yo no tengo idea de nada.
-Gracias, Louis-dije.
-De nada, _______, cuando quieras, adiós.
Finalicé la llamada y dejé el celular en manos de Geoffrey.
-Está bien, te creo-dije. Me sonrió-. Pero vuelves a decir que le presto más atención a tus hermanos que a ti y la que se pondrá agresiva voy a ser yo.
Di media vuelta y salí de la habitación. Lo escuché reír y luego me siguió hasta bajar las escaleras.
-Es así.
-No, no lo es, Geeoffrey-entré a la cocina-. No quiero discutir más, ¿entiendes?-asintió-. ¿Puedes ayudarme con la cena?
El resto de la tarde y la cena habían transcurrido de lo más bien. Aunque mi estomago no recibía de buena manera los diversos olores en la cocina, había sido agradable cocinar con Geoffrey. Tras fregar los platos y secarlos junto a mi esposo, nos encaminamos hacia la cama.
Todo en orden, Shanelli arropada y con la respiración pacifica, Nathaniel viendo televisión mientras sus ojos se cerraban a la luz del aparato tecnológico.
-¿Te sientes bien?-preguntó metiéndose entre las sabanas.
Asentí y luego entré al baño. Sin cerrar la puerta, cepillé mis dientes. La menta del dentífrico me produjo nauseas y lo primero que atiné a hacer fue inclinarme sobre el retrete y hacer arcadas.
-¿______?-preguntó Geoffrey desde la habitación- ¿Estás bien?
No respondí, pues si mi intuición no fallaba, en cualquier momento devolvería la cena junto con todo lo demás.
-Cariño...-se quejó Geoffrey mientras tomaba mi cabello entre sus manos-. ¿Por qué no me avisaste?
Sin responder nuevamente devolví todo lo que estaba en mi estomago, o ya no lo estaba.
Geoffrey se quedó a mi lado y cierta vergüenza invadió mi cuerpo. Después de todo, no era lindo que tu chico te viera devolver la comida y menos aún, ocultarle el retraso de mi periodo.
-¿Te sientes mejor?-preguntó atándome el cabello con una banda elástica.
-Si, mucho mejor-respondí buscando mi cepillo de dientes.
-Te he hecho la coleta mejor que a Shanelli-sonrió.
Largué una leve carcajada y luego volví a cepillar mis dientes.
-¿Quieres que vayamos al hospital?-preguntó.
Negué rápidamente con la cabeza y escupí para enjuagarme la boca.
-No es nada.
-Pero Shanelli tenía razón.
Me pasó la toalla.
-Ella solo...-me quedé callada-. Solo me está cayendo mal la comida.
-Por eso, debemos ir al médico.
-No es necesario, Geoffrey.
-Si lo es, amor-dijo y volvimos a la habitación-. ¿Qué tal si tienes algo malo?
-No es malo, Geoffrey-dije cerrando los ojos suavemente.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque tener un niño no puede ser algo malo-respondí aun con los ojos cerrados.
Sentí a Geoffrey contener un grito y, acto seguido, sus brazos se apoderaron de mi cuerpo y me estrechó contra su pecho.
-¿Estás embarazada?-preguntó casi asfixiándome.
-No lo sé, pero tengo un retraso bastante importante.
Se separó de mí y tomó mi rostro entre sus manos. Reí.
-Me haces el hombre más feliz sobre la tierra-murmuró.
Le sonreí.
-Geoffrey, no es seguro.
-Si, si, si lo es-casi gritó y me plantó un beso en los labios-. Estoy seguro de que tendremos un hermoso niño.
-No te apresures, ¿eh?
-Si será niño-me sonrió y volvió a besarme-. Voy a cuidarte como si fueras una muñeca de porcelana-beso-, porque solo tú me haces feliz y...-beso- te amo, ______.
-Yo también te amo, Geoffrey-reí por su emoción.
-Mañana te llevaré al médico.
-Mañana trabajas por la mañana-le recordé.
-No me interesa trabajar-dijo y volvió a besarme-. Te llevaré al médico, porque te aseguro que no me perderé una sola ecografía y prueba para ver si el niño está bien.
-Vas muy rápido, Geoffrey-dije entre risas.
-Está bien, no diré más nada-me sonrió y volvió a besarme-. ¿Vamos a dormir?
-Vamos-dije en un susurro.
Desde la primera devolución de comida y los repentinos mareos, tendría que habérselo dicho. Estaba el triple de emocionado y claramente quería un pequeño con su mismo apellido, en su vida.
¿Más perfecto? Imposible.


"La Bella y la Bestia" (Prince Royce & tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora