Capitulo 35

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Perspectiva de Jamie Dornan.

-Tenemos que ir al estudio a las tres de la tarde para grabar un poco el día de hoy. –habla mi hermosa mujer mientras da un sorbo a su jugo de naranja, tiene una ligera capa de sudor en su frente pues hemos llegado apenas de correr, ahora hacemos ejercicios en la mañana pues en la noche, en el cuarto, sobre nuestra cama, enredados en las sabanas estamos ocupados haciendo cosas mucho más interesantes, que también nos hacen sudar mucho. Le sonrío ladeadamente mientras le acaricio los nudillos de su mano muy cerca de nuestro anillo, con la otra mano doy un sorbo a mi taza de café con mis intensos ojos grises fijos en ella quien rápidamente lee mis intenciones apartando la mano.- Ah no señor Dornar, hoy no, ahora no. No sea calenturiento. –suelta una carcajada que me pone mucho más.

-Está en mis instintos ser calenturiento, sólo contigo. Así me conociste, así me adoras. –hago un ligero puchero tratando de que se compadezca de mis calientes necesidades, de los deseos que comienzan a ponerme la piel de gallina.- Ya pues, Dakota. –le guiño un ojo mientras le beso los nudillos de la mano sacando lentamente mi lengua para acariciarlos y hacer que el ambiente se comience a calentar poco a poco muy lentamente con cada lengüetazo que doy, el aire que ingresa por la ventana de la sala de este último piso del hotel se lleva consigo el gemido que suelta mi mujer, gemido que no genera más que me ponga más duro.- Yo sé que me deseas tanto como yo a ti. A toda hora, a cada minutos nuestros cuerpos se llaman para unirse, para demostrarnos el amor. –

-No seas tramposo y no uses tus encantos para llevarme a la cama, Dornan. –no llegaríamos a la cama, pensaba hacerlo sobre el piso. Niega con la cabeza como si leyera mis pensamientos conforme una melodiosa canción y los jadeos que hace Zep en el suelo mientras bebe agua acompañan los bajos gemidos que sigue soltando al mi lengua continuar con su lento trabajo, mi corazón late a mil mientras la miro por sobre mis pestañas, sus ojos azules que van en un perfecto contraste con su piel blanco y el cabello castaño que enmarca su rostro magnifico, mi propia reina, la reina que con su sola sonrisa conquisto mi corazón. Mi mujer simplemente es mucho más hermosa que las numerosas flores que hay en esta pequeña estancia que el hotel nos ofrece.- No hay mucho tiempo. –

-Tenemos tiempo de sobra. –pronuncio en un gruñido al sentir cada vez mi entrepierna más ajustada por mi pantalón de chándal que es del mismo color que mis ojos que aunque me queda suelta ahora ante sus deliciosos gemidos se ciñe más, y ni hablar de mi bóxer que al parecer está igual que mi corazón que se quiere salir de mi pecho y destrozar mi polo gris, así mismo mi erección, conforme mis dedos suben lentamente sus brazos; quiere destrozar la delgada tela del bóxer- Sabes que yo te hago terminar rápido. Ni media hora nos demoraremos sobre el piso. Tan duro como nos encanta. –suelto una carcajada al ver como cierra los parpados de seguro tratando de concentrarse en controlar sus hormonas pero las mías de hecho se lo van a impedir.- Vamos mujer complace a tu marido que no hace más que amarte. Pasemos un buen rato sobre el piso. –ella abre los ojos rápidamente lamentablemente con una decisión decidida, vuelvo a hacer un puchero mientras me recompongo en mi blando asiento tratando de bajar mi erección.- ¿En la decisión que has tomado no está hacer un polvo rápido?¿Cierto?. –pregunto con una ligera esperanza de que se encargue solo como ella sabe de mi situación, con sus labios en mi grueso glande succionando lentamente hasta que me corra en su boca me conformaría pero lamentablemente niega con la cabeza.- Demonio, demonios y más demonios. –

-Créeme, Jamie me duele mucho más a mí que a ti. –habla con una ligera sonrisa en sus labios.- Tengo tantas ganas de hacerlo contigo acá y ahora mismo, si es necesario sobre esta misma mesa. –habla soltando un suspiro acariciando el mantel blanco conforme me mira aleteando sus pestañas y mordiéndose delicadamente el labio inferior generando que me ponga más duro y que un gruñido gutural se me escape sin mi consentimiento.- Pero no podemos pues si dejo que lo hagas no saldremos en todo el día. –

Señor y Señora DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora