Nuestra hija

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Sakura se levantó esa mañana con una fuerte molestia en el pecho. Alzó la tela de su camisón para mirar la razón. Creyó que podría tener algún objeto entre los senos; incluso llegó a creer que uno de los pequeños botones del camisón se había desprendido. Pero, por alguna razón, olvidó que el cuarzo rosado siempre la acompañaba. Había sido su compañero desde que las discusiones con Sasuke habían comenzado, había sido testigo de la violencia creciendo en sus palabras, había sido testigo de cómo lo dejó partir aquella noche, había sido testigo de la visita de Lee y su plática, había sido su acompañante durante esas horas de tortura de no saber cómo abordar a Sasuke. Y en ese momento, era el objeto quemándole la piel.

Sakura se incorporó en la ancha cama antes de tocar el cuarzo. Soltó un gemido de dolor al sentirlo ardiente. De inmediato, corrió a la recámara de Sarada y la abrió. Un golpe en el pecho, además de otra fuerte punzada ardiente, le indicó que eso no podría tratarse de un berrinche o una excusa. Algo malo había pasado.

Sin pensarlo un segundo más, Sakura se quitó el camisón previo a correr a la regadera. No tardaría más de un minuto para bañarse, vestirse y ver a Ino.

Durante tres días, Sakura había asumido que su hija había corrido a los brazos de su padre, que no había soportado alejarse tanto de él y prefirió dormir donde fuera que él estuviera. Sakura creyó que no debió separarlos jamás, se culpó por las lágrimas de Sarada y el comportamiento ermitaño de Sasuke. Y seguida por estos pensamientos, decidió no molestarlos, decidió que su miedo podía más que el deseo por recuperar a Sasuke. Decidió decepcionar a Lee y encerrarse en su casa, evitar cualquier contacto externo... por lo menos hasta que pudiera volver a ver a Sasuke.

Sin embargo, le importaba medio plato de ramen lo que hubiera pasado con Sasuke en el pasado. De repente, ya no le interesaba en lo más mínimo todas las terribles cosas que se dijeron el uno al otro. En el justo momento en el que Sakura se subía el cierre de su blusa roja mientras corría escaleras abajo, arrojó cualquier pensamiento negativo para recibir el amor de madre que la empujó a correr a Sasuke de la casa, el amor de madre que ahora la empujaba a buscar a Sasuke, a recuperar a Sarada. A hacer que el maldito cuarzo rosado dejara de quemarle la piel.

- ¡Sarada! - gritó sin poder evitarlo al salir de su casa.

Corriendo con más velocidad de la que acostumbraba, llegó hasta la casa de Ino, donde tocó el timbre sin cesar. Escuchó los reclamos de su mejor amiga antes de abrir la puerta y justo cuando lo hizo, Sakura se introdujo a la sala sin siquiera dar los buenos días.

- ¿Dónde está Sasuke? - urgió apenas paseó su mirada por el comedor y vio a Sai y a Inojin sentados, mirándola con gesto preocupado. - ¡¿Dónde?! - repitió alzando la voz.

- No está aquí, frente de marquesina. Desde que ustedes vinieron, Sasuke no ha regresado para nada, excepto para recoger sus pertenencias. - contestó Ino.

- ¡¿A dónde fue?! - exclamó Sakura tomando a Ino de los hombros.

- ¡Sakura! - la llamó Sai poniéndose de pie. - ¡¿Qué ocurre?!

- ¡¿En dónde está mi maldito marido?! - exigió saber Sakura, ignorando la pregunta de Sai.

- A una posada, en el centro de Konoha. - contestó Sai, tomándola de la muñeca con la misma fuerza que ella ejercía sobre Ino, lastimándola. - ¿Qué es lo que ocurre?

- Sarada... ella debe estar con él. - fue lo único que alcanzó a decir antes de darse la vuelta con tanta fuerza, que arrojó a Ino al sofá y le torció la muñeca a Sai.

Nuevamente, corriendo como nunca antes, se dirigió a la posada más famosa en Konoha. Apenas se detuvo en la recepción, cuando la encargada le indicó el número de habitación que Sasuke había tomado.

Los tres cuarzos (Longfic SasuSaku/Familia Uchiha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora