─¿Por qué?─ le pregunté suavemente. No me respondió, solo se sentó en el borde de la cama con la capota tan abajo que apenas si podía ver su nariz. Supuse que iba a decir algo así, pero no estaba preparada para que su voz resonara tan cerca mío.

─Este no es mi lugar─ susurró cubriendo más su cara con la capota─ Tengo que volver a casa

Tomé su brazo derecho ─Quédate un poco más─ ¿que rayos acabo de decir? Por Zeus─ Por lo menos hasta que te encuentres mejor─ completé tratando de sonar lo más normal posible. Solo se quedó mirándome, en silencio. Después de un momento se volvió a recostar en la cama, esta vez de espaldas a mi

─Solo. . . no toques mi brazo izquierdo─ y con eso vi como su respiración se tranquilizó, como si mis palabras fueran suficientes para calmar su fiebre o enfermedad... o lo que tuviera. Toda la noche me quedé a su lado. Si necesitaba algo yo se lo daría, pero no se levantó o se movió en toda la noche.

*???*

Yo. Afuera del inframundo por una chica. Me parece que he caído un tanto bajo, claro que más abajo de lo que ya estoy es imposible.

Cuanto desearía quedarme con ella para siempre, pero tengo que irme, no tengo permitido estar en los campos mortales. Antes de salir no puedo evitar mirarle por última vez. Ella está sentada en una abullonada silla al lado de la cama, parece tan natural en ella y me dan ganas de cubrirla con mi capa y tenerla entre mis brazos, pero no podía. Habían pasado tres días desde que abandoné mi puesto y creo que Parca debe estar con las plumas de punta. Pero quisiera ver sus ojos ambarinos una vez más.

Decido acercarme, mirarle un poco más de cerca... y ella despierta. Creo que lo desee con demasiada fuerza -¿Te vas?- me pregunta con un tono de voz un poco desesperanzado. Incluso siendo como si mi corazón volviera a latir. Pensé que se había calcinado hace siglos.

─Tengo que─ le digo intentando una sonrisa. Sus ojos se entristecen y algo llega a oprimir mi corazón. De nuevo─ Si tu quieres puedo volver─ ella me mira con confusión─ En un año exactamente volveré─ saco de mi bolsillo una pequeña pulsera. No es nada elaborado, algo que hice en mi tiempo libre─ En ese momento tu puedes decidir.

─¿Decidir?

─Lo sabrás para entonces, ¿o tendré que secuestrarte?─ y logro sonreír. Ella me mira con miedo─ Es una broma─ comento intentando calmarle, finalmente me dirijo a la puerta, pero antes de abrirla ella me detiene.

─Espera─ se acerca a una mesa cercana y me entrega una rosa de color azul- Quiero que la cuides hasta que nos volvamos a ver

─De donde vengo. . . las flores no crecen─ susurro

─Pero quiero que tú la cuides. Esto es muy preciado para mí─ y me la entrega en una pequeña maceta─ Cuídala por mí ¿si?- y su sonrisa logra convencerme

─Muy bien─ y sonrío tenuemente- Aunque. . . No prometo nada─ y con eso ultimo salgo de aquella cabaña. Es de noche y la luna ilumina el valle como faro en la oscuridad. Zeus, mi hermano, aparece de manera repentina frente a mí.

─¿Que haces aquí?─ dice con voz potente─ No perteneces aquí

─No es de tu incumbencia─ tomo la rosa que me dio Perséfone y la hago desaparecer entre la oscuridad de mi capa. Zeus me toma del cuello y me levanta del suelo.

─Si le haces algo a Core, te encierro─ Core, es un nombre tan hermoso

─¿Más de lo que ya soy preso?─ contesto con mi voz helada, miro a mi hermano con desprecio─ No te ofendas, hermano, pero nunca has sido un buen padre─ y en medio de humo negro desaparezco de entre sus manos.

Me encuentro en mi hogar, mi oscuro, negro-gris y lúgubre hogar. Todo está desierto, lo único que puedo oír son las almas gritando ayuda desde el río Estigia. Típico día en el inframundo. Ya extraño el olor a rosas y los suaves cuidados de Perséfone.

─Amo─ escucho detrás mío─ ¿Dónde ha estado? Las oráculos preguntan por usted─ me giro y veo a la Parca reverenciando mi presencia, en ciertos parámetros él podría ser más atemorizante que yo con sus alas negras en la espalda, su aspecto descuidado y sus ojos rojos que pueden asesinar a un mortal, pero está a mi servicio, y eso es decir mucho.

─Basta de protocolo─ le digo mientras me quito la capota, antes de quitarme la capa saco aquella rosa y la coloco en un pedestal que he creado a base de humo─ ¿Dónde se encuentran?─ pregunto mientras cubro la rosa con un cristal, quiero que se conserve lo más que puedo

─En el lugar de siempre, mi señor─ Parca se queda mirando la rosa, pero, en cuanto ve que comienzo a caminar, me sigue─ Señor, su apariencia─ menciona mientras trueno los dedos.

Hago un movimiento con mi mano y, ante mí, aparece un espejo ─Ugh─ me miro con detenimiento. Aún tengo mi máscara humana, odio mi apariencia humana, pero no puedo aparecer en el mundo mortal sin ella. Paso mis manos por mi rostro y se revela mi verdadera apariencia; ojos verdes profundos de fondo negro, cabello azabache y piel gris pálido. Cabe decir que mi especialidad no es tener el pelo en llamas, así que es un punto que dejo quieto y es lo único que agradezco de mi forma humana.

─Señoras─ saludo con una sonrisa mientras me encuentro con las oráculo, veo como una de ellas juega con el ojo que comparten. Es algo que me parece un poco espeluznante.

─Hades, dios de la muerte─ dice una de ellas mirando al techo─ ¿Crees que puedes hacernos esperar solo por que ser una deidad?

─Señoras, mis disculpas. He tenido que arreglar unos asuntos en las tierras mortales─ me siento en una silla y las escucho con detenimiento. Otro día en el inframundo.

The Queen Of Underworld (PUBLICACIÓN LENTA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora