Como habíamos acordado, nos dirigimos a la comisaría, donde me entrega el parte de lesiones para adjuntar. Poner la denuncia me cuesta más de lo que pensaba. Tengo que narrar los hechos desde el principio y no puedo evitar derramar varias lágrimas. Por momentos creo que no podré seguir, pero la mano cálida de César en mi brazo cada vez que me derrumbo me da la fuerza que necesito. Firmo la declaración mientras suspiro sonoramente. Han pasado varias horas desde que vinimos. Un forense ha tenido que valorar mis heridas, y no hubiera podido hacer nada de esto sola. Cuando acabamos nos despedimos del policía que tan amablemente nos ha atendido y salimos juntos del edificio.

—¿Estás bien? —me pregunta mirándome fijamente a los ojos

—Pues la verdad es que creí que sería más fácil —le digo con la cabeza gacha—. Pero sí, realmente podría decir que estoy bien.

—Sé que es muy difícil, Natalia, pero es un paso más para tu libertad, estás siendo muy valiente. Ojalá todas las mujeres que están sufriendo esto fueran capaces de hacer lo que tú has hecho. Eres más fuerte de lo que crees, señorita.

—Tus palabras me reconfortan, César —le digo con sinceridad—. Pero no son del todo ciertas. Sin tu ayuda no hubiera sido capaz. Prácticamente has tenido que obligarme, y no sabes cuánto te lo agradezco. Te debo una.

—Pues como me debes una, invítame a tomar algo en ese bar de ahí —me guiña un ojo mientras señala una pequeña cervecería en la esquina.

—Me vas a salir barato, entonces —le digo bromeando.

—No sabes cuánto puedo llegar a beber, señorita. Soy alemán, ¿recuerdas? —los dos nos reímos sonoramente.

—Oh, no te atreverás, no te imagino borracho atendiendo a tus pacientes —me río.

—Para tu información, hoy no paso consulta. Me pedí hace semanas el día libre y...

—¿Y lo estás malgastando conmigo? —no le dejo terminar la frase.

—Tomar algo con una bella mujer no es malgastar un día libre, ¿no crees? —levanta las cejas repetidas veces mientras ve cómo me acaloro. Cada vez me cuesta más esconder las sensaciones que este hombre despierta en mí. Pone su mano en mi cintura y no puedo evitar ponerme rígida debido a su contacto. Vuelve el hormigueo a mi estómago. Estoy segura de que debe haberlo notado.

—Vamos —dice mientras cruzamos la calle y entramos en la cervecería.

Es tan pequeña por dentro como por fuera. Nos acercamos a la barra, el camarero saluda a César y cuando nos pregunta qué vamos a tomar respondemos al mismo tiempo pidiendo lo mismo. Reímos a carcajadas por la coincidencia. Nos sirve, cogemos nuestros botellines y el pincho de choricillo que nos ha puesto y elegimos una mesa que hay en uno de los rincones para sentarnos.

—Tu deberías beber sin alcohol —me dice—. Por una no pasará nada, pero ten cuidado.

—Hoy no tomé nada, aguanto bien el dolor... ¿Conocías este sitio? —le pregunto para cambiar de tema, mientras tomo el primer sorbo de mi cerveza. Tan amarga y refrescante que sin darme cuenta cierro los ojos para saborearla mejor. Cuando los abro me está mirando fijamente. Al darse cuenta de que lo he descubierto, carraspea.

—Sí... —contesta—. He venido varias veces. Hace tiempo tenía una consulta privada dos calles más abajo y este era mi lugar favorito. Ponen buenos pinchos —señala el plato.

—Ya veo —pincho uno de los choricillos y lo introduzco en mi boca. Su sabor es exquisito y tengo hambre, por lo que me sabe a gloria—. Si no te das prisa no te dejaré ni uno —le digo comiéndome otro.

Dr. Engel (EL 16/01/2020 A LA VENTA - EDITORIAL ESENCIA DE GRUPO PLANETA)On viuen les histories. Descobreix ara