A medida que pasaba el tiempo y el agua iba haciendo su efecto calmante, era capaz de recordar momentos concretos de la noche pasada. Eso también le daba un poco de repelús. De pronto le había venido un flash en el que ella, vaya usted a saber por qué, estaba comiéndole la oreja —literalmente— a esa chica, Álex —menos mal que solo había sido la oreja; esperaba que no llegasen más flashes repentinos—, y la chica se removía inquieta. Espera, decía, espera un momento. ¿Podríamos apagar la luz? Nick se bajó de sus rodillas y le dio al interruptor.

—Espera, espera —repitió entonces Álex, con verdadero pánico—. La, la, la persiana. Simplemente bajar un poquito la persiana. Es que, parece mentira, pero a veces la luz de fuera es peor todavía que la de dentro.

Nick bajó la persiana de un tirón y, a tientas, regresó a la cama. Álex temblaba como una hoja. ¿Con cuántas tías dices que te has liado?, pensó Nick, divertida. ¿Tres?, ¿cuatro?, ¿por qué será que no me lo creo?

Comenzó a besarla y a acariciarla. La piel de Álex era sorprendentemente suave; aunque vale, era cierto que Nick nunca había tocado antes las tetas de una tía. Era de esperar que fuesen más delicadas que las de un chico, aunque no podía saberlo. Y todo lo que estaban haciendo la excitaba bastante. Pero Álex gemía de una forma que a Nick le parecía un poco, cómo decirlo, exagerada para las cosas que estaban haciendo, y se restregaba contra ella sin dejar de temblar. Nick se sentía a la vez halagada, sorprendida y algo flipada, aunque Álex tenía la cualidad de dejarla siempre un poco en este estado. Entonces le rozó la mejilla con los labios y Nick probó el sabor de algo húmedo y salado. El flipe se convirtió en puro desconcierto.

—Oye...

—¿Qué? —gimió Álex.

—Que a ver. Yo qué sé. Si no te gusta, podemos parar.

En la cabeza de Nick, esto tenía sentido. No tenía ningunas ganas de sentirse como un tío violador. Pero Álex la sujetó con más fuerza y dijo, con una voz que procedía de algún oscuro lugar dentro de su pecho (de pronto Nick no sabía si quería seguir tocando por allí):

—¿Parar? Eso sí que sería una profanación. El mayor sacrilegio del mundo —atrapó la pierna de Nick entre las suyas—. ¡Bésame, por favor! ¡Bésame! ¡Relaja la mente y no pienses más!

¿Pensar yo? El desconcierto de Nick creció. Una podía ser un poco fantasiosa, pero había puntos donde una estaba de acuerdo con una misma y ese era uno de ellos: en esos instantes, no se pensaba. Pero Álex volvía a gimotear y a acariciarla y, para estas cosas, Nick funcionaba como un reloj. El asunto se puso mejor. Y mejor. Y entonces Álex trató de meter la mano por donde no debía.

—Espera, no. ¡Espera! —la detuvo Nick.

—¿Qué?

—Es que estoy mala —dijo. Ni me había acordado hasta ahora, pensó. Pa que veas lo mucho que pienso.

—¿Uh? —Álex se apartó un poco de ella y se incorporó—. ¿Te encuentras mal?

Nick flipó. De nuevo.

—¡No, joder! Que tengo la regla.

—Ah. Bueno, pero eso no es problema. Puedo, puedes, es decir. Hay muchas formas. Puedes. O sea. Puedo mirar. Podemos ir a la ducha. Yo hago muchas cosas con la ducha.

El flipe de Nick se multiplicó por ocho y a punto estuvo el calentón, que casi siempre funcionaba como una máquina, de marcharse y dejarla sola en mitad de la cama con una tía rara que quería que se masturbase delante de ella. Bueno, tal vez no era tan increíblemente desagradable. Pero..., pero no.

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⏰ Última actualización: Jun 22, 2017 ⏰

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Un pavo rosa (Acto I de II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora