capítulo 19: Adiós

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Pov. Raúl

-Sabes Daniel, quisiera contarle la verdad, pero me da miedo que algún día me deje, que... no puedo ni pensarlo. – dije mirando a mi amigo – ya no puedo vivir sin ella, sin su sonrisa que ilumina toda esta casa que siempre estuvo vacía, algo le había falta y era a ella. Incluso su enojo – reí para mí. – Ella es única y la amo. Por eso no quiero que ella lo sepa. Temo que se aleje de mí y que me aleje de Alicia. Las amo a las dos.

-Raúl, si en verdad la amas, debes decirle la verdad.

-¿Y si me deja? – pregunté asustado.

-No lo hará.

-¡¿y qué le voy a decir maldita sea?! – grité tirando el vaso de cristal más cerca mientras platicábamos en mi despacho. - ¡que le diga ¿Qué crees Yuliza? te quite todo lo que poseías porque soy un maldito egoísta que lo quiere controlar todo y cuando algo quiero lo tomo sin importarme nada ni nadie! ¡Y tú eres uno de esos porque me gustaste y quería echarte el polvo por lo menos una vez, y no quería casarme contigo, por eso no termine con Mara, que solo formabas parte de un deseo que obtuve! ¡¿Eso quieres que le diga?!

-Raúl tranquilízate.

-No me puedo tranquilizar. Porque es la verdad.

Un momento de silencio quedo entre nosotros que parecía no acabar, hasta que mi amigo decidió hablar.

-Pero la amas.

-Claro que sí.

Pov. Yuliza.

-¿quieres que entre contigo? – preguntó Mauricio antes de bajarme del coche.

- No – respondí con una sonrisa – estoy bien gracias. Ya puedes irte.

-Me quedare.

-Mauricio no tienes...

- Lo haré – respondió cortando las palabras.

-Está bien.

Entre a la casa, tenía miedo ¿lo tomaría bien? ¿Le haría tan feliz como a mí? ¿Me odiaría? Solo esperaba que no. ¿Y si me pedía abortar? No pude las lagrimas salieron de mi rostro sin poderlo contener. Cerré la puerta y me deje caer al piso abrazando mi plano abdomen. No se lo permitiría, ni a él ni a nadie. Este bebé es mío y nadie podría quitármelo. Me hice bolita en el piso tratando de tranquilizarme. ¿Por qué tenía miedo? Raúl no es así. Pero ahí existía ese miedo perturbador que hace años no sentía, no desde que mi madre muriera.

Me levanté con paso firmen. Yo no era así. Siempre le plantaba cara a las cosas y no con miedo ni vergüenza. Este bebé no era ninguna vergüenza. Era fruto de un amor. Pero si no por parte de él. Si por la mía.

-¡¿y qué le voy a decir maldita sea?! – escuche un gritó y el sonido de un vaso estrellándose en el despacho. Dios ¡Raúl! Sin importarme nada corría al despacho. Ojala no lo hubiera hecho. Ojala hubiera llegado más tarde. Pero los ojala no existían. Solo era la vida abriéndote los ojos. Esta por abrir la puerta hasta que escuche las palabras salir de su boca con tanto odio y repulsión - ¡que le diga ¿Qué crees Yuliza? te quite todo lo que poseías porque soy un maldito egoísta que lo quiere controlar todo y cuando algo quiero lo tomo sin importarme nada ni nadie! ¡Y tú eres uno de esos porque me gustaste y quería echarte el polvo por lo menos una vez, y no quería casarme contigo, por eso no termine con Mara, que solo formabas parte de un deseo que obtuve! ¡¿Eso quieres que le diga?!

-Raúl tranquilízate. – escuche a Daniel.

Me pare en seco. Mi cuerpo estaba paralizado, las lágrimas cayeron de mi rostro sin que me diera cuenta. Un dolor en el pecho me consumió mientras sudaba frio y la cabeza me daba vueltas.

Compromiso a la fuerza.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant