Fuimos al patio y nos sentamos en el único banco vacío. Diana empezó a hablarme sobre lo difíciles que eran las pruebas del equipo de baloncesto y lo difícil que era jugar contra personas de dos metros, y yo sólo asentía mientras terminaba mis galletas, una por una.
De repente, noté algo en mi cabeza.
Algo húmedo y pringoso.
No me jodas que me ha cagado un pájaro.
A los pocos segundos, unos espaguetis fueron a parar a la cabeza de Diana y miramos las dos hacia donde había venido.
Vimos a Christian, James y Luke partiéndose de risa.
¿Querían guerra? Guerra iban a tener.
Cogí un bocadillo de jamón que estaba encima de una de las mesas y, gracias a mi pésima puntería, lo lancé hacia no sé dónde, lo que provocó que le diese al que tenían delante y éste pensara que había sido la que tenía detrás y le lanzara su puré de patatas en la cara.
Y, de un momento a otro, todos se estaban lanzando comida entre ellos.
Vamos, que acabábamos de iniciar una guerra de comida.
Quesos, panes, pizzas y todo otro tipo de comidas volaban por los aires, provocando que algunos profesores se detuvieran y trataran de detenernos, obviamente, sin resultados.
Después de unos minutos viendo comida ir y volver sobre mi cabeza, el director salió al patio, y os juro que su cara era para pintarla en un cuadro.
― ¡Paren todo esto! ― gritó, todos pararon y una hamburguesa fue a parar a la cara del director. ― ¡Parker y Smith, a mi despacho!
Resoplé y me levanté de mi sitio, quitando una loncha de jamón de mis vaqueros.
Fuimos al despacho del director y me senté en una silla. Y la charla me la voy a saltar.
― Tenéis un parte, y la próxima vez será una expulsión. ― finalizó el director. ― Podéis volver a clase, y os quedaréis limpiando el desastre que habéis montado al terminar las clases.
Me levanté y fulminé con la mirada a Chris antes de salir del despacho. Oh no, claro que esto no se iba a quedar así.
Seré todo lo rubia que él quiera, pero no tonta.
Entré en mi clase en medio del exámen de historia y le expliqué a mi profesora que estaba en el despacho del director para ahorrarme la regañina de hora y media y me senté en mi sitio, donde me esperaba mi queridísimo exámen.
Concéntrate Annie, es tu último exámen.
Respondí las preguntas con rapidez y, cuando acabé el exámen, lo entregué y a los cinco minutos sonó el timbre.
Salí de mi clase, me dirigí a mi taquilla y la abrí, dejé mis libros en ella y la cerré para después dirigirme al patio.
Nada más llegar, ví a Chris barriendo todos los restos de comida que habían quedado en el suelo y no pude evitar reírme.
― ¿Piensas ayudarme o vas a quedarte ahí riéndote? ― preguntó, y asentí a la vez que agarraba otra escoba.
No estaba dispuesta a dirigirle la palabra a Chris, así que comencé a limpiar en silencio, arrepintiéndome de no haber traído siquiera unos auriculares.
Agarré un trapo y empecé a limpiar una de las mesas, frunciendo el ceño cuando toqué accidentalmente un trozo de comida.
― Todo esto no habría pasado si no hubieras sido tan idiota. ― susurré, más para mí misma que para él.
Él se giró, sorprendido, y luego miró en mi dirección.
― Siento que realmente te gusta la palabra idiota. ― sonríe de lado. ― O, en el sentido contrario, te has quedado sin insultos tratando de ocultar que quizás no te caigo tan mal como dices.
― No te hagas ilusiones. ― me giré para mirarle, y retrocedí un poco al ver que estaba justo en frente de mí. ― La única razón por la que te llamo así es porque lo eres.
― ¿Por qué me odias tanto, de todas formas? ― preguntó, acercándose a mí, y su pregunta me tomó por sorpresa.
Abrí la boca, pero inmediatamente la cerré, sin saber qué decir.
Mentalmente, repasé las razones por las que odiaba a Chris. Él era arrogante, creído, un imbécil con las chicas y era un egoísta. Pero, todo eso no quitaba que a mí no me había hecho nada, así que me tomé mi tiempo para pensar.
No me dí cuenta de que llevaba un buen tiempo observando a Chris hasta que éste sonrió pícaramente, y se dió la vuelta, volviendo a limpiar. Suspiré, por lo menos no había tratado de hacer algún movimiento inadecuado.
Terminé de limpiar la última mancha sobre la mesa y agarré mi mochila, para después dirigirme a la salida.
***
Ahora que había terminado la temporada de exámenes, ya volvía a estar tranquila.
Abrí la caja que me habían traído hacía apenas diez minutos y observé mi equipación del equipo de fútbol.
Se trataba de una camiseta azul con detalles blancos que detrás tenía escrito mi apellido y el número nueve, unos pantalones del mismo color y una chaqueta igual que nos pondríamos en invierno.
Me vestí y me puse mis deportivas, me paré frente al espejo para recogerme el pelo en una coleta y cogí mi bolsa de deporte.
Bajé y me despedí de mis padres, salí de mi casa y entré al coche de mi hermano, ya que él tenía entreno de básquet.
Al llegar, cogí mi bolsa y bajé del coche, me dirigí al campo de fútbol y dejé mi bolsa en un banco para ir a calentar con las de mi equipo.
Empecé a entrenar, cuando noté que una pelota de fútbol me dió en la cabeza y me giré para ver a un intento de chico malo sonriéndome, fulminarle con la mirada y volver al entreno.
Tras dos horas, acabó el entreno y me acerqué a mi bolsa, la cogí y al darme la vuelta ví a Chris de brazos cruzados.
― Veo que has entrado al equipo, Brianna. ― dijo, y sonrió de lado.
― Sí, he entrado. Y no me llames así. ― dí un paso hacia delante. ― Fuera de mi territorio, Parker.
Lo rodeé y fui hacia la salida.
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No soy tu princesa.©
Teen Fiction"― Yo de ti no jugaría a fútbol. ― dijo, acercándose más a mí, de modo que tuve que levantar un poco la cabeza ya que era unos siete centímetros más alto que yo. ― Se te podría romper una uña. Fruncí el ceño y me mantuve firme, mirándole a los ojos...
03. En el mismo equipo.
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