03. En el mismo equipo.

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Fuimos al patio y nos sentamos en el único banco vacío. Diana empezó a hablarme sobre lo difíciles que eran las pruebas del equipo de baloncesto y lo difícil que era jugar contra personas de dos metros, y yo sólo asentía mientras terminaba mis galletas, una por una.

De repente, noté algo en mi cabeza.

Algo húmedo y pringoso.

No me jodas que me ha cagado un pájaro.

A los pocos segundos, unos espaguetis fueron a parar a la cabeza de Diana y miramos las dos hacia donde había venido.

Vimos a Christian, James y Luke partiéndose de risa.

¿Querían guerra? Guerra iban a tener.

Cogí un bocadillo de jamón que estaba encima de una de las mesas y, gracias a mi pésima puntería, lo lancé hacia no sé dónde, lo que provocó que le diese al que tenían delante y éste pensara que había sido la que tenía detrás y le lanzara su puré de patatas en la cara.

Y, de un momento a otro, todos se estaban lanzando comida entre ellos.

Vamos, que acabábamos de iniciar una guerra de comida.

Quesos, panes, pizzas y todo otro tipo de comidas volaban por los aires, provocando que algunos profesores se detuvieran y trataran de detenernos, obviamente, sin resultados.

Después de unos minutos viendo comida ir y volver sobre mi cabeza, el director salió al patio, y os juro que su cara era para pintarla en un cuadro.

― ¡Paren todo esto! ― gritó, todos pararon y una hamburguesa fue a parar a la cara del director. ― ¡Parker y Smith, a mi despacho!

Resoplé y me levanté de mi sitio, quitando una loncha de jamón de mis vaqueros.

Fuimos al despacho del director y me senté en una silla. Y la charla me la voy a saltar.

― Tenéis un parte, y la próxima vez será una expulsión. ― finalizó el director. ― Podéis volver a clase, y os quedaréis limpiando el desastre que habéis montado al terminar las clases.

Me levanté y fulminé con la mirada a Chris antes de salir del despacho. Oh no, claro que esto no se iba a quedar así.

Seré todo lo rubia que él quiera, pero no tonta.

Entré en mi clase en medio del exámen de historia y le expliqué a mi profesora que estaba en el despacho del director para ahorrarme la regañina de hora y media y me senté en mi sitio, donde me esperaba mi queridísimo exámen.

Concéntrate Annie, es tu último exámen.

Respondí las preguntas con rapidez y, cuando acabé el exámen, lo entregué y a los cinco minutos sonó el timbre.

Salí de mi clase, me dirigí a mi taquilla y la abrí, dejé mis libros en ella y la cerré para después dirigirme al patio.

Nada más llegar, ví a Chris barriendo todos los restos de comida que habían quedado en el suelo y no pude evitar reírme.

― ¿Piensas ayudarme o vas a quedarte ahí riéndote? ― preguntó, y asentí a la vez que agarraba otra escoba.

No estaba dispuesta a dirigirle la palabra a Chris, así que comencé a limpiar en silencio, arrepintiéndome de no haber traído siquiera unos auriculares.

Agarré un trapo y empecé a limpiar una de las mesas, frunciendo el ceño cuando toqué accidentalmente un trozo de comida.

― Todo esto no habría pasado si no hubieras sido tan idiota. ― susurré, más para mí misma que para él.

Él se giró, sorprendido, y luego miró en mi dirección.

― Siento que realmente te gusta la palabra idiota. ― sonríe de lado. ― O, en el sentido contrario, te has quedado sin insultos tratando de ocultar que quizás no te caigo tan mal como dices.

― No te hagas ilusiones. ― me giré para mirarle, y retrocedí un poco al ver que estaba justo en frente de mí. ― La única razón por la que te llamo así es porque lo eres.

― ¿Por qué me odias tanto, de todas formas? ― preguntó, acercándose a mí, y su pregunta me tomó por sorpresa.

Abrí la boca, pero inmediatamente la cerré, sin saber qué decir. 

Mentalmente, repasé las razones por las que odiaba a Chris. Él era arrogante, creído, un imbécil con las chicas y era un egoísta. Pero, todo eso no quitaba que a mí no me había hecho nada, así que me tomé mi tiempo para pensar.

No me dí cuenta de que llevaba un buen tiempo observando a Chris hasta que éste sonrió pícaramente, y se dió la vuelta, volviendo a limpiar. Suspiré, por lo menos no había tratado de hacer algún movimiento inadecuado.

Terminé de limpiar la última mancha sobre la mesa y agarré mi mochila, para después dirigirme a la salida.

***

Ahora que había terminado la temporada de exámenes, ya volvía a estar tranquila.

Abrí la caja que me habían traído hacía apenas diez minutos y observé mi equipación del equipo de fútbol.

Se trataba de una camiseta azul con detalles blancos que detrás tenía escrito mi apellido y el número nueve, unos pantalones del mismo color y una chaqueta igual que nos pondríamos en invierno.

Me vestí y me puse mis deportivas, me paré frente al espejo para recogerme el pelo en una coleta y cogí mi bolsa de deporte.

Bajé y me despedí de mis padres, salí de mi casa y entré al coche de mi hermano, ya que él tenía entreno de básquet.

Al llegar, cogí mi bolsa y bajé del coche, me dirigí al campo de fútbol y dejé mi bolsa en un banco para ir a calentar con las de mi equipo.

Empecé a entrenar, cuando noté que una pelota de fútbol me dió en la cabeza y me giré para ver a un intento de chico malo sonriéndome, fulminarle con la mirada y volver al entreno.

Tras dos horas, acabó el entreno y me acerqué a mi bolsa, la cogí y al darme la vuelta ví a Chris de brazos cruzados.

― Veo que has entrado al equipo, Brianna. ― dijo, y sonrió de lado.

― Sí, he entrado. Y no me llames así. ― dí un paso hacia delante. ― Fuera de mi territorio, Parker.

Lo rodeé y fui hacia la salida.

No soy tu princesa.©Where stories live. Discover now