Consuelo

19.9K 1.2K 116
                                    

Muchas chicas en la veta solían acudir a las puertas de algunos agentes de la paz o a algunos comerciantes para poder llevar algo de alimento a sus hogares, no era extraño.

Cuando murió mi padre en las minas y llegó el hambre a nuestro hogar, yo era muy chica como para tocar la casa de algún agente de la paz y ofrecer mi cuerpo a cambio de alguna ayuda o alimento .

Se nos hablaba de sexo a muy temprana edad, la mayoría de nosotros- creo-, que lo percibíamos como algo que solo nos traería miseria.
El sexo significaba tener hijos para en un futuro temer que nos los arrebaten en la cosecha, y ya que nuestros recursos son limitados, no hay a nuestra disposición alguna medida con qué prevenir los embarazos.

Claro que el Capitolio poseé muchas cosas para prevenir embarazos, pero ninguna de esas medidas llegan a los distritos; creo que esta, es solo otra de las tantas acciones que Snow toma para aumentar la miseria que vivimos.

Afortunadamente siempre a habido remedios o trucos para evitarlos; desconozco lo que hacen en otros distritos, pero en el 12, no era raro que llegaran a la puerta de mi casa buscando el preparado que tenía mi madre siempre a la mano que evitaba cualquier embarazo.

Claro esta que también se sabe de los trucos que entre las chicas y mujeres se dicen entre sí.
No solía prestar mucha atención cuando el tema salía entre las chicas, como no pensaba en chicos, menos en casarme, y jamás me había pasado la idea de tener hijos o prevenirlos; pues solo conocía a ciencia cierta el remedio de mi madre.

Todo esto estaba lejos de mi mente por el momento, lo único en lo que pensaba era en la necesidad que Peeta despertaba en mí, simplemente no quería que él se detuviera.

—Katniss te amo, lo sabes.—Es el susurro que me dirige Peeta mientras me mira a los ojos. Siento el palpitar fuerte de su corazón bajo la palma de mi mano—. Nada de esto es necesario, aquí no hay obligación de fingir ante nadie.

Lo interrumpo antes de que continúe:
—Lo sé— decido no andarme con rodeos—: Te necesito.

La sorpresa que veo en su rostro me hace tomar la decisión de seguir, ya que si le permito pensarlo, él no me dejará continuar, ya que sabrá que solo busco liberarme del peso que Snow ejerce.

—Peeta me amas y yo te necesito de todas las formas que una chica puede necesitar a un chico.— No miento en esta afirmación, no estoy aseverando nada que inmiscuya sentimientos, acaricio su rostro, lo beso muy despacio y él simplemente pierde todo dominio que pueda tener.

Sé que es muy bajo de mi parte aprovecharme de lo mucho que él me ama para saciar mi necesidad de Consuelo, pero soy egoísta, soy manipuladora, soy una cazadora y él es mi presa.

Siento sus dedos temblorosos posarse en mi cintura, su otra mano empieza a acariciarme el pelo, se sienta lentamente y sin dejar de besarnos me recuesta en la cama.

Mis manos abandonan su pecho y empiezo a recorrer su espalda. Una de mis manos termina en su pelo, que es suave y fino al tacto, como si tocase plumas.
Siento sus manos en mis brazos, en mi costado, delineando mi cintura, acariciando mi cara; y cada sentimiento de aflicción o desesperanza abandonan mi ser. Esto que me recorre es un sentimiento primario: Deseo.

Peeta es gentil, es tierno, no tiene prisa, y si en algunos momentos duda; solo tengo que verlo a los ojos, acariciarle la cara, los labios, para hacer que continúe.

Las caricias parecen no ser suficientes, la ropa termina sobrando en algún momento y no recuerdo cuál fue. Los suspiros, el sonido de nuestra respiración agitada es todo lo que nos envuelve en la tranquilidad de mi compartimento; mientras el tren nos lleva a el Capitolio, a la última parada antes de regresar a casa.

Todo lo que sucede entre sus brazos, mientras todo él cubre mi cuerpo con su cuerpo, me convierten y me dan una liberación que nunca había esperado, me llena de placer; un placer que desconocía era capaz de sentir, una dicha que me hincha el pecho, que solo me permite pensar: tal vez no sea necesario amarlo.

Sentirse amada de esta manera tan arrebatadora y embriagadora, puede que sea suficiente para permitirme estar en pie; para seguir con este juego que me ha impuesto Snow, tener que estar con alguien el resto de mi vida.

No sé si para Peeta esta sea su primera vez, pero para mí lo es, y no estoy interesada en preguntárselo, no quiero enterarme que él ha sido capaz de hacer sentir a otra chica lo mismo que me ha hecho sentír a mí.

—Katniss lo siento, yo... No debí, no quiero que pienses...

Lo interrumpo colocándo mis dedos en sus labios:
—Nada de esto hace que me arrepienta o me avergüence, o que tenga algo que reclamarte. Lo que aquí paso, es algo que pasa en cualquier pareja de hombre y mujer.—Le digo con tranquilidad, restándole importancia. No quiero que me mal entienda, pero tampoco quiero que se sienta mal como puede que se sienta en este momento.

Le sonrió, él se acerca a mis labios y deposita un beso que tomo como agradecimiento y me siento extraña, acabo de compartir una parte de mí que ni siquiera yo conocía, y él me a compartido una parte de sí mismo, que me hacen sentir como guardiana de un secreto o tesoro que nadie conoce.

Sé que Peeta Mellark posee la capacidad de hacerme olvidar, pero también acabo de descubrir, que tiene la capacidad de poseerme, de dominarme, de hacerme perder la razón con sus besos y caricias, con su mirada, y eso me hace sentir vulnerable, débil.

Si no fuera por el bebé......Historia alternativa a En Llamas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora