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  Prólogo

Empezando de cero.

Tardamos alrededor de veinte minutos o media hora quizás, en llegar a nuestro nuevo hogar, el cual trata de una casa gigante que luce añeja y en muy malas condiciones.

Por inercia y para fijarme si se encuentra bien, me giro para observar a Brian, mi hermano, quien se encuentra extrañamente en silencio y con el ceño fruncido mirando por el vidrio del auto.

—Todo va a salir bien— le hablo sonando segura, intentando convencerme a mí misma de que así será aunque sé que acabo de profesar una enorme mentira.

Entonces me mira, triste y enojado. Frunce el ceño y habla con la voz quebrada. Se encuentra algo ruborizado y siento la vergüenza que irradia desde donde estoy.

—No prometas algo que no sabes si es verdad Mae— me suplica con la mirada mientras apoya el mentón en una de sus manos y mira hacia fuera de la ventanilla una vez más. Está agotado. Suena vulnerable y asustado.

Lo que me dice me cierra la boca de par en par. Tiene razón y no puedo decirle nada para hacerlo cambiar de opinión. Me froto las manos con fuerza y nerviosismo cuando veo que el auto comienza a frenar.

—Llegamos— dice el taxista de repente. El hombre de mayor edad, pelo canoso y contextura física delgada nos mira con lástima y nos dedica una sonrisa compasiva.

La pena que siente por nosotros es evidente y es entonces cuando se me retuerce el estómago y maldigo por lo bajo.

—Gracias, ¿cuánta plata es?— le pregunto temiendo lo peor. Solo llevo lo justo y necesario para que podamos sobrevivir sin la ayuda de nadie este mes. Solo ruego una y otra vez pidiéndole ayuda a Dios (si es que existe siquiera) para que el monto no sea demasiado.

—Tranquila, sus tíos son amigos míos desde hace años y me informaron de la situación. Digamos que esto va a parar a la cuenta de la familia— me responde con calma y una sonrisa que promete mucho.

Una sonrisa que ya vi antes. Una sonrisa en la que ya no confío.

—Muchas gracias— le responde mi hermano y suspirando se baja del auto, agarra su valija y espera tieso con los puños apretados en frente de aquella casa.

En seguida hago lo mismo, le doy las gracias al señor y me posiciono a su lado con mi valija en manos.

Es una casa grande, como ya dije antes, está pintada de un color blanco, o al menos en algún momento lo estuvo porque ahora la pintura luce vieja y grisácea. La puerta de entrada es de un color marrón claro y el pequeño jardín que está justo en frente de la entrada, hace parecer la casa, un lugar hogareño y pintoresco.

—¿Deberíamos tocar el timbre?— me pregunta mi hermano muy confundido después de unos segundos de silencio incómodo.

Asiento con la cabeza reiteradas veces mientras nos dirigimos a la entrada principal. Toco dos veces y espero, tan y quizás más impaciente que Brian, quien me hace una pregunta que me deja atónita.

—¿Y si no nos quieren Mae?, ¿Y si todo sale mal de nuevo? Estoy cansado de mudarnos, en serio estoy cansado— solloza molesto con la situación que nos toca vivir y lo entiendo, carajo, lo entiendo más que nadie porque yo también me encuentro cansada de ir y venir, cansada de no tener un hogar fijo.

A pesar del dolor que siento en el pecho respiro hondo y le contesto intentando hacerlo entrar en razón. Nunca importó cuán difícil fuera todo, cuán duro nos golpeara la vida, siempre debía estar para él. Al fin y al cabo cuando un hermano menor llega a tu vida lo primero que haces es firmar un contrato inexistente en el cual accedes a hacer todo lo que esté en tus manos para que no tenga que pasar por todas las situaciones de mierda que pasas vos y en caso de no poder evitarlo, juras mantener la compostura ante cualquier altibajo, porque sos la mayor y eso es lo que hacen los hermanos mayores.

—Estamos juntos y eso es lo que importa— le respondo y me urgen unas ganas de llorar impresionantes pero reprimo el llanto y me planto firme en el lugar.

Le agarro la mano a Brian que me la aprieta con fuerza y con la otra se limpia algunos rastros de lágrimas rápidamente para que no las vea.

Entonces la puerta se abre de par en par y de adentro de la casa sale una mujer grande en edad, robusta y muy bella con una sonrisa gigantesca. Entonces me doy cuenta de que se trata de nuestra tía, la hermana de papá.

—¡Pero qué grandes están Dios mío!— grita algo eufórica y nos abraza a ambos por largo rato sin dejar de sonreír nunca.— Pasen, pasen, deben estar cansados, ahora les voy a mostrar un poco la casa antes de dejarlos descansar y les voy a enseñar donde se van a ubicar— nos dice ayudándonos con una de las valijas y cerrando la puerta ocre una vez ya todos entrados en la casa.

Es una casa muy bella, completamente enorme comparado a la basura en la que vivíamos antes.

—Me alegro mucho de que estén acá, por ahora somos solo nosotros tres en la casa pero en un rato llega el bullicio en persona, Michael, mi hijo, no se si lo recuerdan, eran muy chicos cuando yo di a luz— comienza a hablar y hablar sin parar y sin dejar de sonreír y reír mientras nos lleva escaleras arriba a nuestro cuarto. Es un dormitorio grande y espacioso, tiene dos camas una en cada punta y una mesita de luz de madera entre medio de ellas.

—Van a dormir acá, lamento que tengan que dormir juntos, más adelante Brian va a poder instalarse en el cuarto de Michael— nos dice con un tono de lamento y disculpas.

—No te hagas problema por esto, en serio, estamos acostumbrados a dormir en la misma habitación— le digo intentando tranquilizarla y a continuación le agradezco todo lo que está haciendo por nosotros.

—Se que es difícil, no queríamos irrumpir así en tu vida, pero la situación con nuestra madre se salió de control. Voy a ayudarte con los gastos de la casa, Brian va a ayudar en lo que pueda y no va a hacer falta que gastes nada en nosotros, agradecemos mucho ya que nos des un techo en el cual dormir.

—¡Tonterías, no digas esas cosas! Es agradable tenerlos en la casa, Michael está feliz de que vengan y se que no van a ocasionar ningún problema— nos sonríe de manera cálida... cálida como el sol fuerte y caliente de verano y entonces se marcha para que nos instalemos dejándonos un momento a solas.

Brian me mira de soslayo, yo le sonrío y lo abrazo aunque se que no le gusta demasiado las muestras de afecto. Sorprendentemente ésta vez no se queja y me abraza con fuerza pasando sus diminutos brazos por mi espalda.

— Aunque no parezca, las cosas van a salir mejor— murmuro mientras le doy un beso en la frente.

—Ya lo sé Mae, solo estoy cansado— me dice molesto con la realidad del momento mientras hunde su rostro en mi pecho limpiándose en secreto las segundas lágrimas del día.

—¿Qué te repito siempre? Hay que mirar el lado bueno, es mejor estar viviendo acá con la tía que en allá con nuestra madre.

Entonces me sonríe y asiente con la cabeza.

—Todo va a pasar, es cuestión de tiempo. Además Michael tiene casi tu misma edad, van a poder hacer cosas juntos, va a ser como tener otro hermano— le comento mientras me suelto del abrazo y comienzo a ordenar nuestra ropa sacando prenda por prenda—. Vas a ir al colegio, vas a terminarlo y yo voy a trabajar, como se debe. Nada va a faltarnos Brian, nunca más.

Y cuando hablo lo hago para él y para mí también, es una promesa que estoy más que dispuesta a cumplir porque Brian tiene tan solo once años y se merece una vida mucho mejor que la que está teniendo.

Todo es cuestión de tiempo.Todo va a estar bien...

[Editado 18/07/23]

SIN FRENOS. [TOM HARDY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora